A pocos, sobre todo en Alicante,
ha pasado inadvertida la filípica con que la Alcaldesa nos ha
obsequiado el pasado fin de semana desde las páginas del Diario Información y
desde las redes sociales. Son posiblemente las recientes manifestaciones de
algunos vecinos, organizadas por la izquierda, pidiendo su dimisión la gota que
ha colmado el vaso de la paciencia de Sonia Castedo y, por tanto, el motivo de
su furibundo ataque, más que defensa, contra todo aquél que no esté a su lado.
Hace dos años algunos pedimos la dimisión o, en su caso, el apartamiento del
Grupo Municipal Popular de cuantos estuviesen bajo fundada sospecha judicial y
eso nos costó la expulsión del Partido Popular. Y mientras reivindicábamos
públicamente la necesidad de ejemplaridad en la clase política y la
regeneración del propios Partido Popular, otros, incluido el Secretario
Provincial Popular José Juan Zaplana, asistían a cenas de homenaje a la Alcaldesa organizadas
con ocasión de su primera imputación judicial, la protegían, como José Ciscar o
Alberto Fabra, desmantelando el PP de la ciudad de Alicante para que ella
pudiese ser la
Coordinadora del mismo o la apoyaban abiertamente como los concejales
del Gobierno Municipal. Por ello, hoy, cuando muchos de ellos eluden
fotografiarse junto a ella en actos públicos, cuando algunos se postulan entre
bambalinas para sustituirla en el sillón a pesar de ser corresponsables de su
política o cuando se lanzan en las redes sociales clamando por su cabeza
mientras han estado callados como tumbas durante dos años, es necesario
examinar la trayectoria y la credibilidad de los que se están pronunciando
sobre este asunto. Y, visto lo visto, no cabe ninguna duda de que las cotas de
oportunismo político, de miseria moral, de cobardía y de carroñería son
difíciles de igualar.
Se equivoca la Alcaldesa al afirmar que
estamos ante una campaña de acoso y derribo lanzada por una izquierda que fue
incapaz de ganarle en las urnas cuando la lista por ella encabezada obtuvo 18
concejales. No, el mérito de aquel triunfo no fue de ella, o al menos sólo de
ella, el mérito lo fue de unas siglas, de un proyecto político y de miles de
ciudadanos que lo respaldaron y a los que ella y su partido han traicionado:
traición a los principios éticos, a las personas, al proyecto y a un programa
electoral sistemáticamente incumplido. Y no, no es sólo la izquierda la que
únicamente pide ahora su dimisión. La pide buena parte del electorado
popular, la piden muchos antiguos
militantes populares y buena parte de los actuales, eso sí, estos últimos en privado.
Dice la Alcaldesa que la
izquierda ha cambiado el discurso y que ahora basa su petición de dimisión, no
en la existencia de responsabilidades penales, sino en la existencia de responsabilidades
políticas y lanza retóricamente la pregunta sobre qué son responsabilidades
políticas para pasar a endosarlas a sus detractores, en un delirante retruécano,
por ensuciar al parecer la imagen de Alicante. Es cuando menos dudoso que se
haya pasado de la exigencia de dimisión por responsabilidades penales a las
políticas. La izquierda sabrá. Pero para quienes no nos situamos en ese
territorio político existe primero la presunción de inocencia y hemos demandado
su dimisión, o al menos su apartamiento, desde hace tiempo porque sí existen
responsabilidades políticas muy claras que todo aquel que se dedica al noble
arte de la política debería conocer y practicar. Es indudable que la imagen de
nuestro Ayuntamiento y de nuestra ciudad está gravemente dañada y ello no es
consecuencia de la casualidad sino fruto de una determinada forma de gobernar,
de decisiones concretas individuales y colectivas imputables a unos cargos públicos
y a un partido concreto que las ha consentido, amparado y protegido. No son
responsables de la mala imagen de nuestro consistorio quienes denuncian
conductas poco ejemplares, sino quienes las practican.
Y es muy posible que las
bochornosas conversaciones que hemos escuchado y sus transcripciones entre la
Alcaldesa de nuestra ciudad y su “amigo” Ortiz puedan estar recortadas, como
ella alega, pero no cabe ninguna duda de que su tono es inaceptable no sólo por
los temas tan importantes que se tratan con tanta familiaridad sino también por
el nivel tan chabacano que traslucen. Si se tratase de conversaciones “privadas”
en el sentido de conversaciones que tratan sobre temas personales entre dos
colegas, nada que objetar. Allá cada cual con sus amistades y su nivel de educación.
Pero se trata de conversaciones que, aunque se califican de “privadas”, versan
sobre asuntos públicos muy importantes que inciden en el desarrollo de la
ciudad y, por tanto, en el bienestar de los alicantinos. Una Alcaldesa que se
precie y que ame tanto a su ciudad como dice amar nuestra Alcaldesa no puede
consentir que ninguna autodenominada “polla insaciable” se dirija a ella en
esos términos y no ya por su dignidad personal, sino por la dignidad de todos
los ciudadanos a los que representa.
Dice la Sra. Castedo “díganme una sola actuación que yo haya
realizado para beneficiar a Enrique Ortiz. ¡Sólo una! No pueden. Simplemente…
no la hay. Pero seguirán ensuciando el nombre de la ciudad para intentar
hacerme caer”. Pues todo parece indicar que la lista de actuaciones
sospechosas de beneficiar al Sr. Ortiz es larga y precisamente por ello estamos
donde estamos. Ni más, ni menos. Baste citar que algo raro hay cuando en medio
de una pavorosa crisis económica se licita un contrato de 420 millones de euros
y sólo concurre al mismo una sola empresa, participada casualmente por el Sr.
Ortiz. Y para qué hablar del trasiego de planos del PGOU, de la contrata de
limpieza viaria, de la limpieza de colegios, del mantenimiento del cementerio,
de obras, de IKEA, de viajes a Portugal en aviones privados, etc. Pero el final
de esta cita es ya el colmo. Envolverse en la bandera de Alicante, tal y como
hacen los totalitarios frente a las críticas, no es de recibo. Nadie ensucia el
nombre de Alicante por criticar y denunciar prácticas políticas poco estéticas
y poco recomendables. El nombre de Alicante lo ensucian quienes gobiernan la
ciudad como un cortijo al servicio de los amigotes.
Para quienes seguimos creyendo en
los mismos ideales y principios políticos que han traicionado la Sra. Castedo y
el Partido Popular de Alicante ya es irrelevante que ella dimita o no, que sea
o no sustituida por uno de sus concejales porque una cosa es evidente: la
política de Sonia Castedo es la política del Partido Popular y no es que lo
diga un servidor, es que lo dice por escrito el propio Partido Popular. Tiempo
ha habido para rectificar pero no han querido. Tiempo ha tenido la inoperante
oposición municipal para actuar pidiendo, por ejemplo, la disolución de la
Corporación habiendo como había motivos legales para ello y no lo ha hecho.
Quedan pocos meses para las próximas elecciones municipales y muchos de los que
seguimos creyendo en los mismos ideales y principios políticos del centro
derecha sabemos que el Partido Popular de Alicante ni nos ha representado ni
nos puede representar. Que se laven o no ahora la cara nos resulta irrelevante.
No nos van a volver a engañar porque aunque la mona se vista de seda, mona se
queda.
Santiago de Munck Loyola