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sábado, 28 de agosto de 2010

ERNESTO EKAIZER: UN CARA DURA.



Tengo que reconocer que hay tipos que me enferman cada vez que los veo en la televisión, los escucho en la radio o leo su nombre en algún periódico. Y uno de esos tipos es Ernesto Ekaizer, periodista argentino afincado en España y destacado portavoz de la progresía oficial y pseudoficial. Periodista, comentarista, inquisidor del centro derecha, repartidor de credenciales democráticas, defensor del oprimido, charlatán mediático y pluma en alquiler al mejor postor, eso sí de izquierdas. Pues bien, este ejemplar periodístico que tantas lecciones de ética va impartiendo a diestro, siempre a diestro, me proporcionó hace ya muchos años un claro ejemplo de cómo se las gastan algunos y de su verdadera catadura moral.

Corría el año 1985, tres años después de la expropiación de Rumasa, y España era un hervidero de noticias en torno al paradero de Ruiz-Mateos y de su futuro inmediato. Ruiz-Mateos había sido detenido en Alemania y a finales del mes de marzo la Audiencia Territorial de Francfort dictó el auto de extradición del detenido.

El Sr. Ekaizer, a la sazón redactor jefe de la Vanguardia, volcaba todos sus esfuerzos profesionales en el asunto Rumasa, no en vano tenía que justificar como fuera la dudosa actuación del Gobierno de España. Estaba tras la pista de cualquier movimiento del Sr. Ruiz-Mateos y quería conocer todos los detalles del procedimiento judicial en curso para lograr la extradición del mismo. El Sr. Ekaizer se hizo con el auto de extradición de la justicia alemana y buscó urgentemente a un buen traductor que le tradujese el documento del alemán al español. El auto tenía 19 páginas de farragosos textos jurídicos alemanes. Ante la urgencia y la premura del periodista, aquel traductor dejó todo lo que estaba haciendo y se dedicó en exclusiva al encargo del Sr. Ekaizer. Trabajo día y noche hasta acabar el trabajo. Una vez finalizado, aquel traductor que tenía aún en casa 7 hijos a los que mantener llamó al Sr. Ekaizer para que lo recogiese y lo abonase. ¿Qué ocurrió? Pues que el insigne periodista le dijo que ya no le interesaba la traducción y que no pensaba pagar el trabajo. Así de fácil y de claro. No se molestó ni en dar las gracias por el trabajo que se le había hecho. Todo un ejemplo del respeto al trabajo de los demás y a la justicia. Aquel traductor era mi padre. Y aquí reproduzco la factura impagada por el sin vergüenza del progresista Ernesto Ekaizer, adalid del progresismo de papel.

Santiago de Munck Loyola