Desde el minuto 0, desde el
primer días que Mariano Rajoy pisó la Moncloa como Presidente de Gobierno, gran parte de la izquierda
española, la que se sienta en las instituciones democráticas y la que no, está
pidiendo la dimisión del mismo. Todo vale para esta estrategia permanente de
descalificación y deslegitimación de un gobierno que goza de un amplio respaldo
electoral. Y en este empeño cerril los socialistas siempre tienen como aliados
a la variopinta amalgama de IU y a cualquier clase de movimiento antisistema.
Los mismos que mintieron con el déficit público a los españoles y a la Unión Europea acusaban después
al Gobierno de haber mentido en el programa electoral que, como es lógico,
estaba previsto para una situación económica determinada y no para la
encontrada tras descubrirse los engaños contables socialistas. Y a pesar de
ello, la izquierda española se convirtió, de repente, en la mayor defensora del
programa electoral del Partido Popular de noviembre de 2011, exigiendo su
íntegro cumplimiento y la dimisión, como no, del Presidente Rajoy. Es decir, la
súbita conversión a los postulados programáticos populares nos ha dejado una
izquierda sedicente.
A esta izquierda le gustan las
mareas y las concentraciones. La marea blanca, la marea verde, la marea roja,…
y cada una con la guinda: una de concentraciones ante las sedes del PP y que
dimita Rajoy. Una marea para cada reforma. Lo dejaron todo tan bien tras su
paso por el Gobierno que, al parecer, cada iniciativa del nuevo gobierno es un
sacrilegio, se rasgan las vestiduras y que dimita Rajoy.
Ahora, la izquierda cuenta con un
nuevo profeta, un icono de la veracidad, Luis Bárcenas y ha caído rendida a sus
pies. Bárcenas marca ahora el ritmo y la agenda de los socialistas y sus
satélites. Cada palabra del ex tesorero popular provoca inmediatamente un
indisimulado estímulo en las filas socialistas, cada frase del exportador de
euros provoca corrientes de satisfacción y orgasmos, incluso golpistas, en
buena parte de la izquierda española. Es tal la empatía con el Sr. Bárcenas que
su credibilidad no es puesta en duda y sus revelaciones o sus mentiras marcan
ya la agenda de la izquierda. Da lo mismo que ahora diga lo contrario a lo que
hace unos meses afirmó, lo de ahora es lo que cuenta y que dimita Rajoy.
Ayer, sin ir más lejos, el Sr.
Bárcenas sirvió de perfecta coartada para que los grupos de izquierdas se
marcharan de la Comisión
que estudia el proyecto de Ley de Transparencia. Los partidos, cuyos sindicatos
no quieren someterse a esta Ley, encontraron en las revelaciones del Diario El
Mundo del pasado lunes una buena excusa para abandonar la comisión. Tiene lo
suyo que IU salga corriendo de esta Comisión y no esté dispuesta a abandonar al
PSOE andaluz a pesar del asunto de los ERES. Se ve que tira más el dinero de
Suiza que el de los parados andaluces.
Contrasta mucho esta actitud de
la izquierda, sometiéndose a los dictados de un presunto delincuente y un
comprobado mentiroso, a la que mantienen respecto a la
Juez Alaya en el caso de los falsos ERES
andaluces. En este caso, hasta el peinado de la Juez es cuestionable. Cualquier paso que de
respeto a la instrucción de este enorme caso de corrupción es descalificado. No
importa que se hayan esfumado más de 1.200 millones de euros destinados a los
parados en un entramado organizado desde la Junta de Andalucía con el concurso de militantes
socialistas, sindicalistas y empresarios afines. Allí nadie sabía nada. Y
encima el inefable Óscar López tiene la cara dura de ir diciendo que la Junta fue la primera en
investigar el asunto y que está colaborando con la Justicia justo cuando la Guardia Civil denuncia ante el
Juzgado que dicha institución esta bloqueando las investigaciones al retrasar
más de un año la entrega de determinados documentos.
La doble moral de esta izquierda
es evidente: desprecio y acoso a la Juez Alaya y genuflexiones ante Bárcenas. Altavoz
para el ex tesorero y sordina para la juez. Nadie, con un mínimo de
imparcialidad, puede negar que el caso de los ERES falso es cualitativa y
cuantitativamente mucho más grave que el caso Bárcenas y, sin embargo, no es
ésa la percepción social y política existente. Esta irresponsable actitud de
una buena parte de la izquierda sólo sirve consolidar la sensación de que todos
son iguales y que lo que a muchos importa es únicamente que a los suyos no se
les toque y poder utilizar la corrupción como una simple arma arrojadiza con la
que desgastar al enemigo. Y como diría Cayo Lara, ese paladín de las
libertades, “¿Llueve?... pues que dimita Rajoy”.
Santiago de Munck Loyola