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jueves, 23 de abril de 2020

¿Pactos? Sí, pero…



Si en algo tenía razón Pedro Sánchez antes de las pasadas elecciones generales es en que un gobierno de coalición con Podemos sería un gobierno de pesadilla, un gobierno que quitaría el sueño. Ayer mismo se produjo un incidente que pone de manifiesto que los socialistas no cuentan con un socio leal y no es la primera vez. 
Tras aprobar y anunciar el Consejo de Ministros a través de su inefable portavoz la Ministra Montero que los menores podrían salir de casa para acompañar a sus padres a supermercados, farmacias o bancos, acuerdo que había contado con el apoyo de los ministros podemitas, el inmediato y mayoritario rechazo social a este absurdo acuerdo movió a Pablo Iglesias a publicar en las redes sociales su propio rechazo a la medida por él mismo aprobada y a presentarse como intercesor ante el Ministro de Sanidad para anunciar una medida de desconfinamiento infantil diferente. 

Es decir, no tuvo empacho alguno en desvincularse de su acuerdo y de publicitarlo en las redes para aparecer como el “bueno” de la película. Esta esperpéntica situación no es un hecho aislado, lo pudimos comprobar con ocasión del anuncio de presentación de la renta básica, pero es que, además de evidenciar la fractura interna del gobierno, evidencia la ausencia de liderazgo y la más absoluta improvisación.

Nos mienten una y otra vez. No es creíble que la absurda medida de desconfinamiento infantil aprobada en el Consejo de Ministros y rectificada horas después fuese el resultado de seguir las recomendaciones de los científicos. Este gobierno ni sigue, ni ha seguido nunca las recomendaciones de los científicos, empezando por la OMS, porque de haberlo hecho no seríamos el país del mundo con más muertos por cada millón de habitantes. Y si ha habido un grupo de científicos que recomendó al Gobierno aprobar que los niños pudieran acompañar a sus padres a supermercados, farmacias o bancos que hagan el favor de hacer público sus nombres.

Un gobierno fracturado, con rivalidades internas, no es el mejor instrumento para combatir una crisis tan grave como la que estamos atravesando, ni cuenta evidentemente con la necesaria consistencia ni legitimidad para pedir apoyos incondicionales a la oposición y, mucho menos, para exigir llegar a un pacto para la reconstrucción de España. Y subrayo exigir porque así lo ha planteado el vicepresidente Iglesias al declarar que si el Partido Popular no se suma a los pactos se quedaría fuera de la Constitución. Sí, tal cual, como si el Sr. Iglesias se hubiera convertido en intérprete de la Carta Magna o como si hubiese descubierto alguna cláusula oculta en la misma que obliga a los partidos a llegar a acuerdos. Una payasada más del Sr. Iglesias que se permite al mismo tiempo cuestionar que el Jefe del Estado vista uniforme militar, a pesar de que la Constitución señala que el Rey es el Jefe supremo de las Fuerzas Armadas.

No cabe ninguna duda de que la reconstrucción de España tras esta enorme tragedia requerirá acuerdos lo más amplios y sólidos posibles entre los partidos políticos y los principales agentes sociales. Pero es imposible plantear dichos acuerdos sin antes establecer un marco, unas reglas básicas para lograr su consecución. Dichos pactos deberían abrir las puertas a unas elecciones generales para que un nuevo gobierno los ponga en marcha. El primer escollo estriba en el convocante, el Presidente Sánchez, cuya fiabilidad a la luz de su trayectoria y de sus incumplimientos constantes deja mucho que desear. Es difícil suscribir un contrato con alguien cuando tienes constancia de que su palabra no tiene valor alguno. Superado ese escollo con altas dosis de generosidad sería necesario, antes que nada, abrir una comisión de investigación parlamentaria para saber por qué nos hemos convertido en el país del mundo con más muertos por cada millón de habitantes, por qué hemos llegado a esta dramática situación cuando contábamos con la tercera mejor sanidad del mundo, por qué somos el país del mundo con el mayor número de sanitarios infectados, por qué nuestro gobierno ha realizado compras de material sanitario defectuoso a través de empresas no aptas pagando sobreprecios escandalosos y poniendo en peligro la vida de miles de personas, en definitiva conocer, con luz y taquígrafos, cómo se ha gestionado la pandemia y exigir, en su caso, las responsabilidades a que hubiere lugar.

Hecho esto habría que determinar la finalidad de los pactos y eso conviene dejarlo claro porque no puede ser otra que la reconstrucción económica y social de España, un objetivo que seguramente no será del agrado de los socios del gobierno social-comunista, socios cuyo objetivo ha sido siempre precisamente el contrario, es decir, la destrucción de España. ¿Alguien en su sano juicio cree que Bildu, ERC, JXCat y demás quieren una España rica, fuerte y cohesionada? Y si el objetivo de los pactos no es el de la reconstrucción económica y social de España ¿para qué entonces los acuerdos? ¿para anestesiar a la oposición? ¿para blanquear al gobierno y a sus socios? Los pactos y los acuerdos suponen siempre cesiones mutuas entre los participantes en los mismos, implican renuncias programáticas para lograr puntos de encuentro, soluciones compartidas a los gravísimos problemas a los que nos vamos a enfrentar. Y no se trata solo de consensuar las medidas y reformas sociales que España necesita para garantizar el futuro bienestar de sus ciudadanos, sino también de acordar las reformas políticas e institucionales de todo aquello que ha supuesto un obstáculo para frenar la pandemia. Por poner un ejemplo, a casi nadie se le escapa que nuestro sistema autonómico en lo relativo a las competencias sanitarias no ha sido eficiente. Nuestro modelo, con la mayor parte de las competencias sanitarias transferidas a la Comunidades Autónoma, ha dejado un Ministerio de Sanidad ridículo, sin personal y efectivos suficientes para afrontar con eficacia las contrataciones urgentes de material sanitario. Y el resultado final ahí lo tenemos, en vez de un único agente contratante en los mercados internacionales, España ha concurrido a los mismos con 18 compradores distintos compitiendo entre sí. Algo ridículo e ineficiente. Pues bien, este ejemplo sirve para ilustrar el alcance de esos posibles pactos. Y no cabe duda de que exigirá mucha altura de miras, de generosidad y de patriotismo si queremos, de verdad, construir un futuro mejor para todos los supervivientes.

Santiago de Munck Loyola