Termina la primera semana de
confinamiento domiciliario decretado por el Gobierno con la declaración del estado
de Alarma. Hoy, domingo, tal y como era de esperar, el Gobierno ha anunciado
que el estado de Alarma y, por tanto, el confinamiento se prolongará por lo
menos quince días más. Es decir, tenemos por delante un mínimo de tres semanas
de confinamiento y mucho me temo que serán bastantes más. Nuestra vida ha
cambiado de repente de forma radical y la incertidumbre y el miedo se han
apoderado de nuestras vidas. Los medios de comunicación nos informan, y a veces
nos desinforman, desde el primer día de cuanto rodea a la grave crisis generada
por la expansión del virus en España y en el resto del mundo. Y nunca las redes
sociales han estado más activas, son nuestra ventana al exterior y se han
convertido en muchos casos en el altavoz de la indignación y la frustración de
no pocos ciudadanos.
Estamos inmersos en una crisis
humanitaria sin precedentes en nuestro país. Y es precisamente en situaciones
como éstas donde florece lo mejor y lo peor de cada persona, tanto en el ámbito
privado como en el público. Tenemos un país lleno de héroes anónimos que
trabajan día a día para que todos podamos sobrevivir de la mejor manera posible,
desde los sanitarios, pasando por los miembros de las fuerzas de seguridad, los
transportistas, los operarios de los servicios esenciales o los repartidores.
Todos siguen cumpliendo sus tareas exponiéndose a contraer el virus y, en
ocasiones, haciendo más de lo que su deber les impone.
Pero también tenemos,
los menos, ciudadanos irresponsables y egoístas que incumplen las restricciones
de movimiento o acaparan productos compulsivamente. Tenemos voluntarios que
cosen mascarillas desinteresadamente y empresarios que donan millones para
ayudar a combatir la pandemia. Pero también tenemos personalidades que no
predican precisamente con el ejemplo y que abusan de los privilegios que su
posición social o política les confieren.
Tenemos ciudadanos tan anclados en el odio partidista que desean en las
redes sociales que el coronavirus gane la batalla a Ortega Smith o a Irene
Montero según sea el caso sin darse cuenta de que al hacerlo están haciendo
pública su indigencia moral. La crítica política en una situación como ésta no
puede ni debe desaparecer como pretenden los partidarios del Gobierno, pero
debe ser usada con moderación y dentro de los límites de la racionalidad, no de
la visceralidad. Es cierto que los mismos que hoy piden silenciar las críticas
y exigen el respaldo al gobierno son los mismos que cuando el ébola provocó una
muerte en España en 2014 querían la cabeza de Rajoy, pero no hay que ser como
ellos.
Cada día que pasa aparecen nuevas
informaciones que ponen de relieve muchos errores cometidos por el gobierno que
ponen de manifiesto una gran irresponsabilidad que ha propiciado una expansión
desbocada del virus en nuestro país. Sabemos ahora que 6 días antes de la
manifestación del 8 M las autoridades sanitarias europeas desaconsejaron la
celebración de eventos multitudinarios y, sin embargo, el gobierno, los
partidos que lo componen y toda una serie de comunicadores televisivos animaron
a la gente a acudir a la manifestación. Pudo más el interés partidista que el
interés por la salud de la ciudadanía.

“En tiempos de tribulación no
hacer mudanza” aconsejaba San Ignacio de Loyola. No es el momento de pedir o
promover un cambio de gobierno. Es fundamental que todas las administraciones
públicas colaboren y cooperen con el Gobierno de España en unos momentos tan
graves como los actuales. Ya habrá tiempo para exigir responsabilidades o para
aplaudir los aciertos. Todas las Instituciones del Estado deben cerrar filas,
eludir polémicas estériles y trabajar en una misma dirección para acabar cuanto
antes con esta pesadilla.
No podemos caer en estrategias tan burdas y desleales
como las diseñadas por una parte misma del gobierno, la de Podemos e Izquierda
Unida, que aprovechando la especial sensibilidad social que genera la tragedia
de la pandemia promueve caceroladas contra la Jefatura del Estado. Su
indecencia ética y política no debe ser secundada. Mejor harían en intentar
reparar el daño que han ocasionado habiendo abandonado a su suerte a los
ancianos en las Residencias.
Nos queda mucho por ver durante
las próximas semanas o seguramente meses. No nos queda otra que obedecer las
normas, observar, analizar y tomar buena nota de todo porque cuando esto pase
habrá que pedir más de una explicación.
Fdo. Santiago de Munck Loyola
https://santiagodemunck.blogspot.com