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jueves, 6 de abril de 2023

Médica, Madre y cara dura.


Por una vez y sin que sirva de precedente me veo en la obligación de darle la razón en parte a la líder madrileña de Más Madrid, Mónica García, MeMa para muchos. Y digo que solo en parte porque su tendencia a la crítica hiperbólica destructiva, a pontificar desde la supuesta superioridad moral y ética de la izquierda que acostumbra a airear y su indisimulado odio sectario, le ha jugado una mala pasada. 

 

Tras conocer que Vicepresidente del Gobierno de Madrid, Enrique Ossorio, había cobrado el bono social de 195 euros para personas vulnerables, la dirigente comunista de Más Madrid escribió “solicitamos su dimisión o su cese inmediato. No es tolerable tanta falta de ética pública" al anunciar la iniciativa que registró Más Madrid en la Asamblea. El Vicepresidente recibía esta ayuda por tener la condición de familia numerosa, algo absolutamente legal porque la norma, regulada por el Gobierno de España, no distingue entre las familias que por sus ingresos necesitan ayuda y las que no, como sería el caso del Vicepresidente madrileño cuya retribución anual supera los 100.000 euros y cuyo patrimonio alcanza 1,5 millones de euros. 

Y es aquí donde radica mi coincidencia con la lideresa de la ultraizquierda madrileña: es una falta de ética personal, que no pública, percibir ayudas públicas que pagamos todos los contribuyentes cuando quien las percibe no las necesita. Y es más, lo que a mi juicio constituye una falta de ética pública es que quienes administran nuestros impuestos regulen de esta forma el dinero de las ayudas sin tener en cuenta la capacidad económica de quien han de percibirlas. Desde el famoso cheque-bebé de Zapatero que se daba por cada nacimiento ya fuese por el nacimiento de una nieta de la Duquesa de Alba o por el nacimiento del hijo de una persona en paro, sin tener en cuenta la capacidad económica de quien lo percibía, la izquierda española ha universalizado el reparto de ayudas públicas cometiendo una tremenda injusticia. Los recursos públicos son limitados y son el fruto del esfuerzo fiscal de todos los ciudadanos por lo que deben ser administrados con eficacia y distribuidos con equidad. La mayoría tenemos que hacer renuncias personales para cumplir con hacienda y acabamos haciéndolo hasta con desagrado cuando contemplamos que nuestro dinero no puede llegar a todos los que lo necesitan o en la cuantía suficiente porque se distribuye “urbi et orbe”. Solo la capacidad económica del posible destinatario debería fijar y limitar el alcance del reparto.

 

Pero volviendo a Dª Mónica, al día siguiente de su furibunda denuncia contra el Sr. Ossorio exigiendo su dimisión se hizo público, oh casualidad, que ella misma, pese a su más que desahogada posición económica, también cobraba el mismo bono social. Rápidamente se apresuró a pedir disculpas, a excusarse por no conocer los detalles de su economía familiar (culpando a su marido) y a anunciar que intentaría devolverlo. Eso sí, nada de nada de anunciar su dimisión en consonancia con la exigida al Sr. Ossorio. Ya se sabe que cuando el infractor es de izquierdas no puede haber una exigencia de responsabilidades similar a cuando es de derechas. Es lo que tiene la superioridad moral de la izquierda.

 

Pocas veces se ha visto una desvergüenza semejante, una cara dura tan grande. Lo de la Sra. García no ha sido una “falta de ética pública intolerable”, no, ha sido un simple error subsanable. Es como los de los que no se enriquecen personalmente con la malversación, aunque sí lo hagan a su partido o amigotes. 

 

Pero lo más asombroso es lo de sus hooligans, votantes, simpatizantes y periodistas, que pasan en 24 horas de la furia e indignación contra el vicepresidente de la Comunidad madrileña a mirar plácidamente al techo como si aquí no pasase nada. Han corrido un “estúpido” velo que les califica perfectamente y han aplaudido que, como consecuencia de lo anterior, se suprima el bono social a las familias numerosas sin corregir el problema de fondo, el hecho de que las ayudas públicas solo deben otorgarse en función de la capacidad económica de sus destinatarios porque la vaca pública ya no puede dar tanta leche.

 

Fdo. Santiago de Munck Loyola