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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Alonso contra Aguirre.


Hace unos días, la presidenta del Partido Popular de Madrid, Esperanza Aguirre, publicaba en su Blog un interesante artículo titulado "Ha llegado la hora" en el que desarrollaba algunas reflexiones sobre la necesidad de aumentar el protagonismo y la capacidad de decisión de los militantes del Partido Popular. Señalaba que “ha llegado la hora de remover las aguas demasiado quietas de la vida interna de los partidos" y, reclama implantar un sistema electoral con listas abiertas y primarias para designar candidatos.

Esperanza Aguirre dice que “con el actual sistema que impera en los partidos a la hora de designar a los candidatos a las elecciones resulta que, para lograr ser candidato, es más importante cuidar a los líderes y a las cúpulas de los partidos, que son los que elaboran las listas, que ocuparse de los ciudadanos, que son los que votan”. Y consecuentemente la Presidenta Popular madrileña señala que “en España, por el contrario, todos los políticos tienen claro que deben sus puestos (y su sueldo) a las cúpulas de los partidos que los ponen en las listas, y por eso es tan difícil encontrar una voz ni mínimamente crítica hacia esas cúpulas por parte de los políticos que les deben el puesto”. Añade también Esperanza Aguirre que “nadie quiere conocer de verdad la opinión y las ilusiones de esos miles de militantes que lo dan todo por los ideales y por los objetivos de su partido, que llenan las plazas de toros y los estadios de fútbol para apoyar a sus líderes, que trabajan desinteresadamente en las campañas electorales, que son interventores y apoderados en las elecciones, y que defienden las posiciones de su partido siempre que tienen que hacerlo. También sería un chorro de aire fresco arbitrar los sistemas adecuados para que esas opiniones de los militantes de base lleguen a conocerse en las cúpulas de los partidos. Y no cabe duda de que las primarias para designar candidatos podrían ser uno de esos sistemas”.

En definitiva, las reflexiones de Esperanza Aguirre, que coinciden plenamente con las propuestas de quienes promovemos la regeneración democrática de la vida política, apuntan a la necesidad de introducir importantes cambios organizativos internos en el Partido Popular que significan más democracia interna, más responsabilidad ante los electores y más participación de los militantes. Se trata de propuestas llenas de sentido común y de carácter plenamente democrático que merecen, al menos, debate y reflexión.

Sin embargo, hoy, el Portavoz Popular Alfonso Alonso, en su papel de guardián de la ortodoxia, se ha apresurado a despacharlas sin esgrimir el más mínimo sentido autocrítico. Según Alonso el PP cuenta ya con un sistema para la designación de los miembros de los órganos de dirección y de los candidatos, un sistema que, según él, ha sido decidido por los militantes. Alonso ha añadido que establecer primarias en el Partido Popular es una decisión que tienen que tomar sus militantes recordando que en el último congreso popular este asunto se planteó y se apostó por un sistema "que no era exactamente el de primarias" como el que propone Aguirre. Y ha añadido que esta propuesta de primarias se debe plantear "donde corresponde", esto es, "en los congresos para que pueda ser decidido por los militantes" del PP.

Pues bien, el Sr. Alonso debería saber que, hoy por hoy, el único foro en el que los militantes y simpatizantes del Partido Popular pueden debatir en libertad, si no te expediente el propio PP, está en la calle, en los medios de comunicación y en las redes sociales. Hablar y debatir sobre primarias o listas abiertas no es malo y lo importante es que si alguno de estos temas o cualquier otro llega un día a otro congreso nacional sea después de un amplio y largo debate. Cualquier militante popular sabe, y el Sr. Alonso lo debería saber también, que la democracia interna en el Partido Popular es mejorable y nadie que no tema perder su posición debería tener miedo a ello. Al día de hoy, los militantes del Partido Popular no eligen en ningún nivel del mismo a sus candidatos a las elecciones locales, autonómicas, nacionales o europeas. Los candidatos siempre son designados por una instancia superior. El 90 % de los conflictos internos y rupturas del PP en muchos municipios se debe a que desde la instancia superior, provincial o autonómica, o bien se designan a candidatos sin liderazgo local o bien se fuerza la inclusión de advenedizos en las listas o bien se veta la presencia de determinadas personas. Pero nunca y basta repasar los Estatutos del Partido Popular para saber que no son los militantes los que eligen a los candidatos.

Algo parecido ocurre cuando se trata de elegir a los cargos orgánicos del Partido. Sólo a nivel local, los militantes tienen la oportunidad de elegir a sus Presidentes y siempre que no ocurra como ocurre en Alicante cuando en algunas ocasiones de interfiere en el proceso electoral anulando candidaturas, anulando elecciones o exigiendo al afiliado que esté al corriente de pago de la cuota en unos casos y en otros no. Por cierto, es muy curioso que al militante se le exija estar al corriente de pago de la cuota para poder votar pero no se le exija lo mismo cuando se le requiere para que sea apoderado o interventor en las elecciones. Y si subimos un escalón se acabó la participación del militante. Entra en juego entonces la figura del compromisario, esa especie de delegado que votará lo que personalmente le plazca o le manden desde arriba pero que no tendrá mandato de sus electores. Y hay ocasiones, como en la ciudad de Alicante, donde ni se comunica a los afiliados que pueden ser compromisarios o que pueden elegir a compromisarios porque las plazas de compromisarios para un congreso (los que han de aprobar las ponencias o elegir a los líderes) ya están repartidas mediante pasteleo entre las diferentes “familias y sensibilidades” de la ciudad, tal y como en una ocasión me comunicó el Secretario General Provincial, José Juan Zaplana. Por tanto, no es del todo correcto afirmar que en los congresos del PP son los militantes del Partido los que toman las decisiones. Es más, el militante hoy por hoy no tiene derecho a presentar enmiendas a las ponencias en los congresos del PP.

Hay un gran margen de maniobra para profundizar en la democracia interna y en la participación del militante. Hoy resulta anacrónico que un militante no pueda asistir y votar en el congreso del Partido a través de las redes sociales y que tenga que estar representado por un compromisario al que, en muchos casos, ni ha elegido o que no pueda enviar telepáticamente sus enmiendas. ¿Por qué en un Partido con cientos de miles de afiliados éstos no pueden elegir directamente a sus líderes habiendo como hay medios informáticos para hacerlo? ¿Por qué se sigue usando un sistema de representación piramidal que filtra la voluntad del afiliado a través de delegados? No hay razones técnicas ni prácticas para ello. Profundizar en la democracia no sólo es bueno sino necesario para recuperar la confianza ciudadana y para regenerar el sistema político. Sólo es cuestión de principios y de voluntad política. Un servidor está con Esperanza Aguirre.

Santiago de Munck Loyola


lunes, 24 de junio de 2013

Democracia interna 3.0.


En medio del descrédito generalizado de los partidos políticos y de la clase política, se ha puesto en marcha en las redes sociales una iniciativa de recogida de firmas para que los partidos, sindicatos y patronales vivan exclusivamente de sus ingresos y no de las subvenciones públicas (https://www.change.org/es/peticiones/que-partidos-sindicatos-y-patronal-vivan-de-la-x-en-la-declaraci%C3%B3n). Esta iniciativa popular no podía ser más oportuna y coincide con un creciente número de voces que reclaman la regeneración de nuestra democracia. Hay que ser conscientes de que no es posible regenerar nuestro sistema democrático sin el requisito previo de la regeneración de sus actores principales, es decir, de los partidos políticos. Y no son pocos los problemas y deficiencias que aquejan a los partidos políticos en general.

Entre estos problemas están el déficit de democracia interna que se refleja en un procedimiento piramidal inverso en la renovación periódica de sus estructuras, un sistema de financiación poco transparente, sustentado fundamentalmente en la percepción de subvenciones públicas y de donativos de empresas vinculadas a las grandes contrataciones públicas y no en las cuotas de sus afiliados, una parasitación de las administraciones públicas convirtiéndose en agencias de colocación de amigos, una gran distancia de los dirigentes respecto a los ciudadanos, o una ausencia de ejemplaridad de buena parte de la clase política instalada en privilegios fiscales, sociales y económicos. Sin embargo, prácticamente todos los problemas que aquejan a los partidos políticos tienen su raíz última en el fuerte déficit democrático interno. Los liderazgos artificiales, las indefiniciones ideológicas y la consecuente acomodación a las circunstancias coyunturales alejándose de los principios ideológicos, los incumplimientos programáticos y la profesionalización de la política en el peor sentido del término tienen su causa en el incumplimiento del mandato constitucional del funcionamiento democrático interno de los partidos políticos. La adhesión desinteresada y entusiasta del militante ha ido siendo sustituida de forma progresiva por la mercantilización de los cuadros de los partidos, el debate interno por las consignas y los argumentarios,  la contribución de profesionales experimentados en la sociedad civil por la colocación de medradores sin formación ni experiencia que terminan ocupando los cargos públicos por designación superior. Y todo ello, porque la militancia, que no es otra cosa que un reflejo parcial de la sociedad, se ha convertido en un elemento perfectamente prescindible ya que no es necesaria ni su aportación económica ni personal para el éxito electoral.

Hace tan sólo unas semanas, se produjo un debate entre la Secretaria General del PP, Mª Dolores de Cospedal, y el eurodiputado Popular, Alejo Vidal Cuadras, en torno a la democracia interna. Uno de los argumentos usados para medir la menor o mayor democracia interna de los partidos políticos era el número de compromisarios o delegados de los militantes en los congresos nacionales de las formaciones políticas. ¡Ridículo! Los partidos políticos y nuestras instituciones representativas siguen ancladas en los modelos de representación esbozados siglos atrás. Lo que, con muchos matices, podría seguir siendo aplicable a las instituciones representativas que han de debatir, dialogar, consensuar y finalmente tomar decisiones en nombre del cuerpo electoral que, por operatividad, no podía ser consultado de forma continua para tomar decisiones y, por ello, delegaba su soberanía mediante el mandato a sus representantes, no lo es para algo tan simple como es elegir, cada cierto número de años, a los dirigentes de un partido político.

Hoy en día, cuando a través de Internet podemos hacer la declaración de la renta, promover actos administrativos o firmar electrónicamente documentos oficiales ¿para qué necesita un afiliado de un partido político que alguien, en su nombre, elija al líder del mismo? Lo cierto es que los militantes de un partido político no necesitan ni delegados ni compromisarios para elegir a sus líderes porque cuentan con nuevas herramientas a su servicio para manifestar su voluntad, para ejercer su soberanía en cualquier momento y en cualquier lugar. Ni siquiera los necesitan para aprobar las ponencias y demás documentos que suelen someterse a votación en estos eventos. Hasta hace poco, era evidente que en el Congreso o en la Asamblea de un partido político con decenas o cientos de miles de afiliados fuese imposible que todos asistiesen para ejercer su derecho político de participación y de elección y que, por tanto, tuviesen que elegir delegados para que en su nombre actuasen. Hoy ya no es necesario. Hoy es técnicamente posible que los afiliados de un partido político se inscriban para participar en los congresos o asambleas a través de la red, que participen en la elaboración de propuestas y, lo que es más importante, en la elección de sus líderes locales, regionales o nacionales sin necesidad de ningún intermediario, sin ningún filtro, ejerciendo directamente su voto. Y lo mismo es perfectamente aplicable para que los afiliados puedan elegir a sus candidatos en los distintos procesos electorales. Si los partidos políticos no ponen en marcha las nuevas herramientas participativas no es por dificultades técnicas, es por miedo a la democracia directa, por el temor de sus cúpulas y de sus burocracias internas a la pérdida del control de unas poderosas organizaciones, todavía necesarias, pero alejadas de la idea de servicio al ciudadano.

La recuperación de la confianza ciudadana pasa necesariamente por la promoción de la regeneración democrática de las instituciones y ésta por la regeneración de los partidos políticos. La primera tarea debería ser su puesta al día, su actualización en sintonía con las aspiraciones y objetivos de sus militantes y eso sólo puede lograrse con más democracia interna, con más calidad democrática. Hoy no existe ningún obstáculo ni ningún argumento político de peso que impida pasar de la democracia interna representativa a la democracia interna participativa. Es hora, guste o no a algunos, de promover en los partidos y en las demás asociaciones de peso institucional lo que algunos han venido en llamar la democracia interna 3.0. No hacerlo, aferrarse a la defensa numantina de unos modelos caducos y trasnochados, será poner puertas al campo. Una pérdida de un tiempo precioso.

Santiago de Munck Loyola