Es
muy posible que, de confirmarse las intenciones del Ministerio de Fomento, las
prácticas peligrosas de Ryanair, compañía aérea irlandesa presidida por ese
personaje chulesco llamado Michael O’Leary, tengan los días contados en nuestro
país. 1.201 incidentes en materia de seguridad aérea y de derechos de los
pasajeros en sólo seis meses acumula la compañía del inefable personaje
irlandés. Todo un récord según publica hoy el Diario El Mundo. Tres aterrizajes
de emergencia en una sola tarde por no llevar suficiente combustible ponen de
manifiesto que esta compañía parece que asimila bajos costes a baja seguridad.
Y encima este chulito aéreo que la preside amenaza con dejar de volar en España
si no se le retiran las multas que las autoridades españolas le han impuesto en
los últimos años. ¿Qué se cree, que tiene patente de corso aéreo? Pues nada,
que no vuele en España que seguramente habrá quienes rápidamente absorban ese 18
% de mercado que Ryanair copa actualmente.
Un
servidor ha volado en varias ocasiones con dicha compañía y, la verdad, la
experiencia es cada vez peor que la anterior. La primera vez tuvimos que pagar
casi 150 € de suplemento por el equipaje. Éramos dos personas y llevábamos un
solo equipaje que rebasaba los 15 kgs permitidos por pasajero, pero que no
superaba los 30 Kgs que por separado podíamos haber llevado. Nadie nos avisó en
la agencia de viajes que debíamos usar dos maletas, una por pasajero, y
llevamos una sola maleta. No importó que entre los dos no superásemos el tope
de peso permitido y tuvimos que pagar ese escandaloso suplemento, superior al
precio de los billetes. En otra ocasión, pagué dos veces por el mismo trayecto
ya que contraté directamente a través de la página web de la compañía. Dado que
dicha página web es tediosa y compleja como pocas me equivoqué en la hora de
los vuelos. Intenté rectificar pero no hubo manera. Una vez efectuada la compra
telemática no hay marcha atrás y si hay el más mínimo error no es rectificable.
No te devuelven el dinero aunque intentes rectificar inmediatamente. Todo un
ejemplo de eficacia recaudatoria y de mal servicio al usuario. No hay más que
entrar en la página web de Ryanair para constatar que es una página complicada
y tercermundista y que su objetivo no es, precisamente, ofrecer un servicio de
calidad, cómodo, atractivo e informativo al usuario.
La
última experiencia con Ryanair, hace tan sólo un mes, no fue tampoco
precisamente agradable. Viajábamos con un bebé de dos años que, por supuesto,
pagaba su propio asiento como si fuese un adulto. Primero no había quien nos
informase y menos a través de la página web si se podía llevar el carrito del
bebé sin pagar algún astronómico suplemento por lo que tuvimos que optar por
volar sin el carrito y comprar uno en destino evitando así cualquier “atraco”
sorpresa. La segunda sorpresa en la puerta de embarque, en Barajas. Después de
20 minutos de espera nos dicen que han cambiado la puerta de embarque y no a la
de al lado precisamente. A correr por los pasillos más de 500 metros hasta la
nueva puerta de embarque. Nadie se disculpó ni explicó el repentino cambio.
Tercera sorpresa: te sientas en el avión según el sistema “marica el último”
(perdón por la expresión). Y cuando arrastras cuatro bolsas de mano y llevas a
un bebé en brazos lo normal es que llegues el último o casi. No entendíamos por
qué todo el mundo corría como posesos para llegar a la nueva puerta de
embarque. Lo comprendimos cuando vimos el sistema de asignación de asientos. La
familia desperdigada por el avión. El colmo es que pretendían que dejásemos al
bebé sólo, en un asiento entre desconocidos y tuvimos que “plantarnos”. No
obstante, no fue la tripulación la que resolvió el problema, sino un amable
pasajero que cedió su sitio para que el bebé fuese sentado junto a su madre. Y
la amabilidad de la tripulación brillaba por su ausencia, lo mismo que su
dominio del español en un vuelo que partía de Madrid lleno de españoles. Y el
colmo del bochorno fue observar las caras de los amables tripulantes mientras
intentaban vender a los pasajeros los boletos de una rifa, una escena habitual
en algunas líneas de autobuses allá por los años 60 hace tiempo desterrada en
nuestro país y que, por cierto, reviví hace cuatro años en un largo viaje en
autobús en Perú.
Supongo
que experiencias con esta compañía las habrá para todos los gustos, pero las
mías no han sido precisamente satisfactorias. Dicen que, a veces, lo barato
termina costando mucho y es verdad. Cuando el ahorro se sustenta en la falta de
amabilidad, en rifas aéreas, en clavadas inesperadas a los clientes, en escasa
limpieza de los aviones o en otras técnicas más o menos aceptables, pase. Pero
cuando lo que entra en juego es la seguridad de los pasajeros hay que cortar en
seco. Y hace bien el Ministerio de Fomento si se pone manos a la obra y exige a
ésta y a todas las compañías aéreas un riguroso cumplimiento de las normas
existentes. Un servidor, por su parte, siempre que pueda evitará volver a volar
con Ryanair, por simple sentido común.
Santiago
de Munck Loyola