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martes, 11 de junio de 2024

La derecha ha ganado, digan lo que digan.


Pues sí, la derecha ha ganado en España las elecciones europeas. Y sí, también lo ha hecho en Europa. Cualquiera pensaría lo contrario escuchando a los dirigentes socialistas y a sus voceros en todos los medios de comunicación. Los hechos y las cifras no hacen otra cosa que dejarles en el más absoluto ridículo porque no admiten discusión. Su sobreactuación es vergonzosa, pero se compadece mucho con su falta de talante democrático al no felicitar al ganador, algo ya habitual.


El Partido Popular ha sido el más votado aventajando al segundo, el PSOE, en 700.000 votos, o lo que es lo mismo un 4% más de los votos. Es el partido que más aumenta su representación, 9 diputados, mientras que el PSOE pierde uno. El primero sube un 14 % respecto a 2019 y el segundo baja un 3%. No obstante lo anterior y pese a la evidencia, los socialistas tratan de engañar con todo descaro a los ciudadanos fingiendo una victoria que solo existe en sus deseos oníricos. Eso sí, además presumen de haber contenido a la “ultraderecha”. Sí, a la ultraderecha que han convertido, con el concurso de los “comunicadores” paniaguados, en la bestia negra de la democracia. Los mismos que, utilizando su propio sistema de localización política, pactan con la “ultraizquierda”, ya sea ésta con genes terroristas o sin ellos. No tienen escrúpulos. Estoy esperando a que uno solo de los comunicadores o tertulianos políticos “progres” nos cuente ¿por qué es muy mala, malísima la llamada ultraderecha y por qué es buena, buenísima, la ultraizquierda? O ¿dónde empieza el territorio de la una y la otra? Es como el bulo, convertido en dogma oficial, de que los comunistas siempre han luchado por la libertad. ¡Já! “¿Libertad? ¿Para qué?” decía Lenin. Los comunistas siempre han luchado por derribar, incluso a la fuerza, los regímenes democráticos para sustituirlos por dictaduras del proletariado. Solo en los años 70 iniciaron un cambio estratégico aceptando el pluripartidismo y la democracia parlamentaria de la mano del italiano Enrico Berlinguer y el francés Georges Marchais, a los que se sumaría Santiago Carrillo. La caída del muro de Berlín terminaría por desinflar  y fraccionar a los partidos comunistas, apareciendo multitud de corrientes políticas de carácter sectorial.

Hoy el eje político derecha-izquierda aparece más confuso que hace unas décadas porque la aceptación formal de las libertades públicas es aparentemente compartida por casi todos los partidos políticos. Un criterio racional sería situar en los extremos solo a aquellos partidos cuyo objetivo sea acabar con el actual sistema de libertades públicas y, por ende, con los derechos fundamentales de los ciudadanos. Pretender modificar la estructura territorial del Estado a través de las urnas no es una señal de extremismo o de carácter “ultra”, como no lo es pretender sustituir la monarquía por un sistema republicano; regular y restringir la inmigración tampoco lo es, ni lo es discrepar de la ideología de género o combatir la supuesta emergencia climática. Son ultras, extremistas, los que pretenden acabar con la libertad de asociación, con los partidos políticos, los que quieren imponer la censura a los medios de comunicación o los que pretenden imponer un pensamiento único medioambiental, histórico o sobre las políticas llamadas de “género”. Pero la izquierda política, anclada en prácticas totalitarias, tiende a situar en el extremo ultra a todo aquel que discuta sus dogmas. Y ya está bien. No podemos seguir tragando con su continua expedición de carnés democráticos.

En estas elecciones europeas no han ganado los “ultras” o la extrema derecha, no. En Europa y en España han avanzado los partidos de centro derecha y los conservadores. Han avanzado los partidos que mejor han sintonizado con unas legítimas aspiraciones ciudadanas de cambios profundos en las políticas europeas sobre inmigración, de modificaciones radicales en las políticas agrarias y medioambientales, de recortes en un modelo europeo excesivamente burocratizado dirigido por élites muy alejadas de los problemas de las calles; aspiraciones que incluyen la voluntad y el deseo de conservar los valores identitarios y culturales de cada país europeo, valores cada vez más cuestionados y acosados por una indolente tolerancia ante su suplantación por modelos ajenos a nuestra cultura. Y han perdido los partidos que se habían presentado como valedores de un “muro” contra todas esas aspiraciones ciudadanas. Si los socialistas españoles y la izquierda en general están convencidos de que “han ganado” porque se han convertido en un dique de contención de lo que llaman extrema derecha, mejor, porque seguirán insistiendo en los mismos errores que les han conducido a su derrota.


No son las estrategias del Partido Popular de Núñez Feijóo las que han favorecido la emergencia de Alvise Pérez con 800.000 votos y 3 escaños en Europa. Y no se puede minusvalorar la importancia de este hecho despachándolo con un par de ocurrencias de argumentario para tontos en la rueda de prensa del Consejo de Ministros. Hay 800.000 mil españoles que han mostrado su radical rechazo con su voto a las políticas del gobierno que se traducen en una corrupción que llega hasta a las más altas esferas del poder, que campa a sus anchas con bastante impunidad, políticas permisivas con la inmigración ilegal y con el tráfico de personas, políticas impotentes para poner freno a la delincuencia sexual, a la proliferación de las manadas; políticas que propician el colapso de la justicia por falta de medios, la entrada y salida de los delincuentes de las comisarías,  el destino de millones de euros sin control para mantener a los inmigrantes ilegales, la imposición de una Agenda 2030 con consecuencias fatales para nuestra agricultura, nuestra industria e, incluso, nuestras libertades, etc. Son españoles que están hartos de la situación provocada por el Gobierno y no encuentran solución en las alternativas de los partidos clásicos, pero que han encontrado, pese al infame bloqueo informativo, a Alvise Pérez.

Algo ha empezado a cambiar y es hora de que nuestra sociedad despierte. Es hora de que nuestros dirigentes políticos tomen buena nota, de que no se recreen en la autocomplacencia y de que se pongan manos a la obra.

Fdo. Santiago de Munck Loyola

 

jueves, 1 de abril de 2021

Comunismo o libertad, sí. Fascismo o libertad, también.

Nos toman por tontos, es seguro. O éso o es que ellos son tan tontos que se creen sus propias tonterías. Hace un par de días, todos hemos podido ver en las noticias cómo tres o cuatro personas increpaban a Pablo Iglesias en una visita electoral en Coslada, Madrid, y cómo el Sr. Iglesias, ampliamente protegido por guardaespaldas, se armaba de valor de macho alfa y se acercaba a los increpantes para responderles. Había más guardaespaldas que increpantes, por cierto. Pues les ha faltado tiempo a los podemitas para lanzarse al ruedo rasgándose las vestiduras hablando de acoso, de violencia, de exaltación del fascismo y del nazismo y de no sé cuántas cosas más, todas horrendas. ¡Venga ya! No os lo creéis ni vosotros mismos.

Dª Isa Serra, Portavoz podemita en la Asamblea de Madrid, sucesora de su hermana en el cargo como fiel reflejo del nepotismo imperante en Podemos, se ha apresurado, con cara compungida, a comparecer en las televisiones para denunciar “esa intolerable agresión” a su bien amado líder y cuando le han recordado el escrache que sufrió Begoña Villacís cuando estaba embarazada y que Podemos calificó de "movilización", ha dicho sin rubor alguno que "pretender comparar una movilización a favor del derecho a la vivienda con unos neonazis que están haciendo una exaltación del nacismo y fascismo es lo que no deberíamos hacer por parte de ningún poder público ni por parte de ningún medio de comunicación”. Claro que Dª Isa Serra sabe muy bien de lo que habla cuando se trata de escraches o de violencia. Dª Isa Serra, para no ser menos que otros cargos públicos de Podemos, está condenada por la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Madrid a 19 meses de prisión tras haberla considerado culpable de cometer los delitos de atentado a la autoridad, lesiones leves y daños por su participación en el intento de frenar un desahucio en el barrio de Lavapiés en 2014. 


Según la Sentencia “La acusada, integrándose en los grupos de personas, pues unas veces se encontraba en uno de los cordones y otras veces en el otro, que increpaban, insultaban y acosaban a los agentes, profirió insultos dirigidos a los agentes en general, así como en particular a una agente de Policía Municipal” a la que dijo “Eres cocainómana, mala madre, hija de puta, con todo lo que hemos luchado las mujeres, contigo se pierde todo, no te quieren ni tus propios compañeros” y a otra agente le espetó la siguiente lindeza “Hija de puta, puta, zorra; que te follas a todos los policías municipales. Vergüenza, si fuera tu hijo tendría que cogerte un arma y pegarte un tiro”. “La acusada, además de proferir insultos a los agentes, procedió también a dar empujones y lanzar objetos contundentes a los mismos”.


Que no, que no cuelan ni los argumentos, ni los lamentos de la “modosita” Dª Isa Serra. Como no cuela tampoco la gilipoyez soltada por el macho alfa podemita diciendo que “Vox y el PP enviaban a sus cachorros nazis” para amedrentarle. Pero, vamos a ver, alma de cántaro, ¿a quién crees tú que le vas a colar ese argumento? ¿eres tonto o te lo haces? Mira, Pablo, Pablito, marquesón: en primer lugar, ni Vox, ni el PP, tienen por costumbre organizar escraches a nadie y, en segundo lugar, si se les ocurriera la estupidez de organizarte un escrache para que pudieras hacerte la víctima no habrías tenido delante a tres o cuatro increpantes, sino a cientos o miles de personas. ¿Lo sabes, verdad?

Pero, al margen de la búsqueda tosca de la oportunidad para chupar cámara haciéndose las víctimas, los podemitas y muchos medios de comunicación tratan de colarnos una idea perversa. Así, en el mismo programa de Tv en el que comparecía Santa Isa Serra, la periodista Esther Palomera se apresuraba a sentenciar que “el fascismo es incompatible con la democracia”. Pues sí, Sra. Palomera el fascismo es incompatible con la democracia, pero parece que se le olvida que el comunismo también. El comunismo es una ideología profundamente antidemocrática. Los comunistas nunca lucharon en España ni en ningún otro lugar del mundo por la libertad y cuando dijeron hacerlo solo fue de forma instrumental como medio para después suprimir las libertades e implantar la dictadura del proletariado. Y el comunismo como praxis política ha sido, como el nazismo y como el fascismo, profundamente genocida. Ésa es la realidad. La ultraizquierda es tan peligrosa para las libertades ciudadanas como la ultraderecha. Y Podemos es la ultraizquierda. Dejen ya de blanquear a los comunistas y a la ultraizquierda. Son lo que son y creen en lo que creen. Y la mejor prueba de ello es la historia reciente con todos sus crímenes a cuesta sea en España, en Rusia, en Hungría, en Etiopía, en Camboya o en Cuba. Contra los enemigos de las libertades ciudadanas sean de derechas o de izquierdas no valen las dos varas de medir, el doble rasero que desde hace años muchos medios de comunicación, muchos comentaristas y muchos políticos aplican. Situadas las cosas en su lugar, en nuestra democracia deben tener los mismos derechos políticos la ultraizquierda que la ultraderecha. Comunismo o libertad, sí. Fascismo o libertad, también.

Santiago de Munck Loyola.