Hay hábitos políticos,
determinados tics que se mantienen invariables en el tiempo entre los
dirigentes socialistas aunque cambien las caras. Ya se trate del Sr. Blanco en
su época de Zapatero o ahora de la Señora Valenciano los mensajes políticos
socialistas guardan siempre el mismo formato: acomodar la realidad a su
conveniencia, inventándosela si es preciso, atribuir a su adversario
intenciones ocultas y, por supuesto, restar legitimidad a cualquier decisión
que tome por mucho que cuente con un amplio respaldo electoral.
Los socialistas españoles nunca
han digerido con elegancia perder el poder y en esta última ocasión no ha sido
una excepción. A pesar de haber recibido los peores resultados electorales en
los últimos 30 años, los socialistas, en lugar de iniciar un proceso de
reflexión y de renovación como sería de esperar de un partido auténticamente
responsable, decidieron emprender su tarea opositora al nuevo gobierno con
todas y cada una de las cargas electorales que les habían conducido al
estrepitoso fracaso del 20 de noviembre de 2011. Ni siquiera han sabido guardar
las apariencias como hizo, por ejemplo, Felipe González tras los resultados
electorales del año 2003 cuando, conocidos los mismos, se apresuró a declarar
que “había entendido el mensaje del
electorado”. Y eso que, a pesar de todo, había ganado. Lamentablemente, la
actual dirección socialista parece no haber entendido mensaje alguno. Ni ha
hecho autocrítica, ni se ha disculpado con los ciudadanos por haber dejado el
país hecho unos zorros, ni ha abandonado las políticas cuyas consecuencias
padecemos en todos los ámbitos.
Cuando alcanzan el poder se
apresuran a deshacer lo que el gobierno anterior haya emprendido, sea lo que
sea. Como elefante en cacharrería se apresuran a remover de arriba abajo
cualquier puesto de responsabilidad en las administraciones “colocando” a los
suyos y a derogar cualquier Ley en vigor que no sea de su agrado. Se sienten
absolutamente legitimados para hacerlo. Sin embargo, cuando son relevados al
frente del Gobierno, sus sucesores deben andarse con toda clase de miramientos.
La nueva oposición, la socialista, enseguida pone el grito en el cielo y se
rasga las vestiduras ante cualquier iniciativa que suponga una rectificación de
la herencia recibida. Los socialistas aplican la Ley del embudo con rigor: ellos sí pueden derogar
leyes cuando alcanzan el poder, los demás no. Al Partido Popular, si intenta
hacerlo, se le suele acusar de casi todo y se le exige consenso y diálogo con
la oposición para cualquier reforma. El mismo consenso y diálogo que antes
nunca se ofertó. Lo vemos cuando se trata de impulsar reformas en la
legislación educativa, en la laboral, en el régimen de pensiones o en cualquier
otro asunto.
Especialmente significativa viene
siendo la actitud del PSOE ante el anuncio del Ministro Gallardón de cumplir
con uno de los compromisos electorales del Partido Popular: la reforma de la
legislación sobre el aborto. El PSOE con la ayuda de sus aliados parlamentarios
aprobó una reforma hoy vigente y lo hizo sin diálogo ni consenso con el partido
mayoritario de la oposición. Y ahora resulta que parece una aberración que el
Partido Popular pueda sacar adelante una nueva regulación. Entre los exabruptos
socialistas destaca especialmente el de la vicesecretaria general del PSOE,
Elena Valenciano, quien ha llegado a anunciar que los socialistas pedirán
romper los acuerdos con la
Santa Sede si Mariano Rajoy accede a las demandas del
cardenal Rouco Varela. "Si el PP,
como dijo Gallardón, va a ir de la mano de los obispos para cambiar Ley del
aborto, el PSOE exigirá que se denuncien los acuerdos con la Santa Sede ",
ha asegurado Valenciano. "El PSOE no
consentirá que, a estas alturas, los obispos sigan imponiendo su moral y mucho
menos que limiten de nuevo libertad de las mujeres", ha añadido.
¡Cuanta mentira y cuanta sandez en tan pocas palabras! No, Sra. Valenciano, el
PP no va a ir de la mano de ningún Obispo para reformar la Ley del aborto, sino de la
mano de más de 10 millones de españoles que con su voto respaldaron
expresamente esta propuesta. ¿O es que, a sensu contrario, se podría afirmar
que el PSOE fue de la mano de los dueños de las lucrativas clínicas abortistas
para legislar como lo hizo?
Si el PSOE quiere que se rompan los
acuerdos con la Santa Sede ,
algo que no hizo cuando gobernaba, no hace falta buscar falsas excusas. Esta
pretensión, perfectamente legítima, encajaría perfectamente, además, en el
contexto de deriva radical del PSOE que cada día le aleja un poco más del
centro sociológico y, por descontado, de mejorar sus expectativas electorales.
Una deriva que se plasma de forma precisa en su apoyo y simpatía a los acosos a
los parlamentarios, en sus alientos republicanos, en su comprensión y debilidad
ante los separatismos, en sus propuestas fiscales seudo expropiatorias o en sus
programas económicos estatalistas.
Sin una profunda renovación
ideológica y sin un sólido liderazgo es muy probable que el PSOE deje de ser
una alternativa real de gobierno. Se están quedando con todas las papeletas
para ello.
Santiago de Munck Loyola