Translate

Mostrando entradas con la etiqueta nacionalistas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta nacionalistas. Mostrar todas las entradas

miércoles, 17 de julio de 2013

Para la dignidad del Congreso nada mejor que una moción de censura en fraude de ley.


Vaya por delante que un servidor cree que el Presidente Rajoy debería haber comparecido de motu propio ante el Congreso de los Diputados para ofrecer las explicaciones que fueren precisas sobre las nuevas revelaciones o nuevas versiones que el Sr. Bárcenas anda divulgando. Bien es cierto que el Congreso está para legislar y para controlar la acción del Gobierno y no para dilucidar otras cuestiones, pero dada la relevancia que han alcanzado las nuevas versiones del ex tesorero del PP parece que las explicaciones ofrecidas por Rajoy en febrero ya no son suficientes y que, por tanto, aplicar las técnicas arriolistas es más bien contraproducente. Más vale una vez colorado que ciento amarillo dice nuestro refranero y con la doctrina Arriola parece que el color amarillo va a permanecer largo tiempo en la faz del Presidente. Pero de ahí a comparecer en los términos solicitados por el PSOE, es decir “admitiendo su culpabilidad y de forma previa a su dimisión” hay un verdadero abismo. El PSOE no quiere que el Presidente comparezca ante el Congreso para dar explicaciones y conocer así su versión, no. El PSOE no quiere conocer ninguna explicación, ni ninguna versión. El PSOE cree ciegamente a Luis Bárcenas y ya ha dictado su peculiar sentencia: el Presidente es culpable, no se sabe muy bien de qué, y por tanto debe dimitir. Por tanto, es perfectamente comprensible que una comparecencia presidencial establecida en esos términos, con dimisión incluida, sea inaceptable para el Presidente y, por supuesto, para la mayor parte de los representantes de la soberanía popular. Pero dicho esto, no hay nada que impida que el Presidente comparezca en los términos que le señale la mayoría de la cámara y esa comparecencia serviría para dejar de alimentar la posición de una oposición sin liderazgo, sin legitimidad moral y sin proyecto para sacar a España de la crisis a la que ella misma la condujo en la anterior legislatura.

Es especialmente significativo que el Sr. Rubalcaba y su partido anuncien la presentación de una moción de censura en el caso de incomparecencia de Rajoy y que para ello apelen a la “dignidad” de la Cámara donde reside la soberanía popular. Una moción de censura requiere la presentación de candidato alternativo, con un programa concreto, que debe ser sometido primero a examen y después a votación. La moción de censura no obliga al Presidente censurado a comparecer ante la cámara para responder a ninguna cuestión. El que ha de responder es el aspirante. Y lo que llama la atención es que, de una parte, se intente usar un mecanismo constitucional para lograr un efecto, la comparecencia presidencial, que no está asegurado y, de otra, que apelando a la dignidad de la cámara, la que elabora y aprueba leyes, se intente usar un mecanismo legal en auténtico “fraude de ley”. ¿Tienen patente de corso los parlamentarios, en este caso los socialistas, para institucionalizar el “fraude de ley” en el propio parlamento? ¿Ésa es la base de la ejemplaridad y la dignidad de la cámara que predican?

Una ventaja añadida que proporciona la peregrina ocurrencia de esta moción de censura fraudulenta es que permite retratar mejor a los actores e ir poniendo a cada uno en su sitio. Los comunistas de IU no quieren ni oír hablar de la dichosa moción. Lo que a ellos interesa son elecciones anticipadas que para ello las últimas encuestas les favorecen. Los nacionalistas miran para otro lado, de una parte porque los grupos independentistas catalanes están metidos de lleno en casos de corrupción y de financiación ilegal de sus formaciones políticas y, de otro, porque una hipotética moción de censura solo les interesaría si con ello aseguran su proyecto secesionista. Y finalmente tenemos a UPyD que se ha retratado perfectamente. Rosa Díez y los suyos están dispuestos a avalar a Rubalcaba como candidato a la Presidencia del Gobierno y por consiguiente sí apoyarían la presentación de la citada moción. Bueno es que se sepa, así todos los ex votantes del PP que según las últimas encuestas estarían dispuestos a transferir su voto a la formación de Rosa Díez saben ahora que significaría votar, en última instancia, al PSOE. Ya ocurrió en Asturias por lo que nadie debería llamarse a engaño. Y es que la cabra siempre tira al monte.

Por el bien de nuestra democracia, por su estabilidad y, sobre todo, por au tan necesitada regeneración es imprescindible que se aclare la verdad sobre el asunto Bárcenas y sobre la posible financiación ilegal del Partido Popular como también lo es que se aclare la verdad y se depuren las responsabilidades a que hubiere lugar en el otro escándalo, aún bajo investigación, y que afecta al principal partido de la oposición, el caso del ERES falsos que por su cuantía y por el origen de los fondos defraudados es de primera magnitud. No se trata de jugar al “y tú más” sino de que los dos principales partidos de España den la cara y asuman las responsabilidades que les corresponden. Porque así no se puede seguir.

Santiago de Munck Loyola

domingo, 18 de noviembre de 2012

Un libro para sacudirse complejos históricos.




En ocasiones no se puede evitar cierta sensación de envidia al constatar la actitud de los ciudadanos británicos, franceses o alemanes, por citar sólo algunos, a la hora de expresar sus sentimientos de orgullo hacia sus respectivos países, su historia o sus símbolos representativos. Incluso los habitantes de Estados Unidos de América, que por no tener no tienen ni nombre propio como nación, con una historia más bien corta y no precisamente ejemplar, son un referente de patriotismo y de amor a su tierra. Y esta actitud contrata mucho con la mantenida por una gran parte de los españoles. La simple exhibición de la bandera de España, salvo en los momentos de fervor patrio futbolístico, tiene casi siempre connotaciones ideológicas y ha sido en no pocas ocasiones objeto de agrios debates partidistas. Recuérdese que cuando se instaló la monumental bandera española en la Plaza de Colón, en Madrid, algunos políticos nacionalistas hablaron de provocación. En una dinámica que no puede ser calificada más que como acomplejada llegamos, incluso, a cuestionar nuestra propia existencia como Nación desde las más altas instancias del Estado, a pesar de ser la más antigua de Europa. Hace muy pocos años, el mismo Presidente del Gobierno de la Nación, Rodríguez Zapatero, señalaba que la Nación era “un concepto discutido y discutible”, o sea, que él era el Presidente del Gobierno de un concepto discutido y discutible. Es cuando menos curioso que su Gobierno, quizás por fidelidad a esa inseguridad conceptual, suprimiese la palabra “nacional” en el nombre de organismos públicos españoles sustituyéndola por la palabra “estatal”. Y otro tanto ocurre a la ahora de abordar nuestra historia. Parece que hemos asumido como ciertas todas las lamentables falsedades que desde los países anglosajones y protestantes, sobre todo, se han ido lanzando contra España y los españoles.

Pues bien, un interesante libro puede ayudarnos, al menos, a poner en tela de juicio esa visión descalificadora de nuestro pasado, a examinar nuestra trayectoria como Nación desde una perspectiva diferente que seguramente a muchos les ayudará a sacudirse de encima algunos complejos históricos que tan bien vienen a nuestros vecinos europeos. Se trata del libro escrito por Juan Sánchez Galera y José María Sánchez Galera titulado “Vamos a contar mentiras”, un repaso a nuestros complejos históricos. Es un texto ameno y documentado que en 250 páginas desarrolla un análisis crítico de diferentes etapas y aspectos de nuestra historia, ofreciendo, sobre todo, los orígenes y las causas del nacimiento y extensión de las perspectivas históricas distorsionadas de nuestro pasado.

El libro aborda la famosa “Leyenda Negra”, el legado Andalusí y su “refinada civilización musulmana”, el episodio de la expulsión de los judíos, el nacimiento y desarrollo de la Inquisición, la conquista de América y un somero repaso a los nacionalismos. En el texto podemos encontrar numerosos datos y hechos históricos completamente desconocidos para la inmensa mayoría y que sorprenderán a más de uno, así como continuas referencias biográficas sobre las que se sustentan las afirmaciones de los autores. Es un libro de fácil lectura y que incita a buscar más datos y bibliografía sobre algunos de los datos que aporta. Es francamente recomendable para todo aquel que quiera replantearse muchas cuestiones que hasta ahora no habían sido cuestionadas. Y, sin duda, a más de uno le servirá para poderse quitar complejos y culpabilidades heredadas de encima. Eso sí, seguramente no agradará a los nacionalistas ni a quienes crean que España debe estar continuamente pidiendo perdón por su pasado o simplemente por el hecho de existir. Bueno es saber, como dato anecdótico recogido en este libro, que en 1719, Rafael Casanova, héroe de los independentistas catalanes, tras ser amnistiado por Felipe V, llamó a los barceloneses a luchar en defensa del “rey, la patria y la libertad de toda España”. ¿A que no nos lo cuentan en la Diada?

Santiago de Munck Loyola

martes, 18 de octubre de 2011

La “conferencia” de paz: quid prodest?

Resulta asombroso comprobar la disparidad de criterios existentes entre las fuerzas democráticas a la hora de valorar la iniciativa y los resultados de esa llamada “conferencia” de paz celebrada este fin de semana en San Sebastián. Que existan criterios contrapuestos entre demócratas y el entorno etarra sobre la misma sería lo normal y lo saludable; que existan valoraciones contrapuestas entre partidos nacionalistas y partidos nacionales también lo sería (no hay que olvidar la frase de Arzallus “ETA sacude las ramas y nosotros recogemos los frutos”); pero que estas valoraciones totalmente contrapuestas se produzcan entre los partidos parlamentarios nacionales ya no lo es tanto.

Hay quien ve en este acto propagandístico del entorno etarra indicios de una solución al impropiamente denominado “conflicto”, es decir, del terrorismo. Puede que se trate de una visión “buenista” que desea, más que otra cosa, creer que algo ha cambiado y que se puede llegar a una paz negociada. O puede que se trate, simplemente, de una identificación con los planteamientos de los etarras que, en definitiva, legitima el uso de la violencia para alcanzar objetivos políticos prescindiendo, por tanto, del alcance y significado del estado de derecho. Sea cual sea la causa lo cierto es que produce una coincidencia con el entorno etarra y con sus fines que debería, al margen de estrategias partidistas, promover una reflexión profunda sobre el acierto o error de esa actitud para conseguir la paz.

Se diga lo que se diga nada ha cambiado en el panorama político vasco. Bueno, algo sí ha cambiado; la ETA ha conseguido un triunfo propagandístico de proporciones internacionales y las víctimas de los terroristas y los demócratas una humillación más.

Los cinco puntos de ETA, debidamente filtrados y edulcorados por la conferencia y sus invitados estelares, no contienen novedad alguna respecto a lo que ya se conocía sobre los objetivos de la organización terrorista. No se condena la violencia, no se anuncia una disolución de la banda armada y no se pide perdón a las víctimas. En el comunicado leído se requiere a dos estados democráticos para que se sienten a negociar lo que los asesinos quieren que se negocie. Y en un alarde delirante de cinismo se equipara a las víctimas de los terroristas con los propios terroristas y sus familiares. Las víctimas de los terroristas y sus familias han sufrido y sufren porque unos desalmados así lo han decidido para imponer unos objetivos al margen de la ley. Los terroristas y su entorno sufren, si es que han sido condenados por la justicia, porque voluntariamente han decidido quebrantar la ley asesinando, mutilando, robando o extorsionando. La diferencia moral y ética ante ambos sufrimientos es clara y evidente y los intentos de equiparación emanados de esta declaración son repugnantes.

Habrá quien no lo vea así por convencimiento o por interés, pero se trata de una posición irreconciliable desde principios éticos mínimos. La paz no se puede conseguir desde la abdicación de los principios básicos de un estado de derecho o desde la renuncia a su defensa. La paz no se puede conseguir a cualquier precio y menos aún cuando los objetivos políticos de los terroristas y sus cómplices o beneficiarios se pueden alcanzar a través de las instituciones democráticas.

Quid prodest? ¿A quién beneficia esta conferencia? ¿A las víctimas? ¿Al estado de derecho? ¿A la democracia? No, a ninguna de estas partes. Beneficia a la ETA y a su entorno, no nos engañemos. No beneficia a nadie más. El diálogo con los terroristas sólo sirve para legitimar su violencia porque demuestra que a más dolor y daño causado más fácil es obtener del estado lo que se quiere. El diálogo con la ETA y su entorno es abrir la puerta a que nuevas manifestaciones de violencia puedan producirse. Si unos pueden ¿por qué no cualquiera?

Santiago de Munck Loyola


lunes, 26 de septiembre de 2011

Porque no sólo de pan vive el hombre: una tarea más para el PP.

Si tal y como las encuestas pronostican el PP gobierna después de las elecciones del 20-N, el cúmulo de tareas que le espera es enorme. Los siete largos años de la era ZP dejan un “pesada herencia” y no sólo en el campo económico, sino en multitud de facetas de la vida diaria. En estos años, el zapaterismo ha ido introduciendo multitud de cambios en todo lo que se le ha puesto a tiro. Y el idioma, el lenguaje no ha escapado, ni mucho menos, a la acción destructiva del zapaterismo.

No constituye ninguna novedad señalar que el idioma es una herramienta muy importante en el ámbito de la política. En política y, concretamente, en el ámbito de la comunicación política, la elección de determinadas palabras en lugar de otras no es normalmente casual, sino que obedece a móviles y fines determinados. Parece que lo que se ha venido en llamar “lo políticamente correcto” se ha venido extendiendo de una forma imparable entre nuestros políticos y entre quienes por su profesión utilizan con profusión los medios de comunicación. El lenguaje público se ha ido acomodando a las circunstancias y a las cambiantes necesidades de la vida en sociedad.

Determinadas palabras se han ido arrinconando y se han sustituido por otras, en unos casos, porque se sigue la corriente dominante, en otros, porque en el fondo se desconoce el verdadero alcance y significado de las mismas y, en no pocas ocasiones, porque vence una determinada opción ideológica, sociológica o cultural que traslada sus posiciones al terreno de la comunicación.

Los nacionalistas lo saben muy bien. Por eso, han aprovechado el vacío intelectual o la carencia de principios del gobierno de España para ir avanzando sus posiciones. Ya en el período constituyente “colaron” ese exabrupto de las “regiones y nacionalidades”. En estos últimos años han conseguido más: apropiarse en exclusiva del término “nacional” e impedir que los españoles puedan usarlo con normalidad. Pretenden que no hay más nación que la suya y que el resto no tenemos derecho a reivindicar nuestra nación, España.

A la tradicional “catetada” sindical de denominar a los convenios colectivos de aplicación en todo el territorio español “convenios estatales” (Convenio Estatal de la Madera y el Mueble, Convenio Estatal del Sector Agrario…) como si se tratase aplicar estas cuestiones laborales en los negociados ministeriales, hay que añadir ahora la sustitución de la palabra nacional por estatal en las denominaciones de los organismos públicos. La cobardía intelectual del zapaterismo ha conducido a que, por ejemplo, el Instituto Nacional de Meteorología sea ahora la Agencia Estatal de Meteorología. ¿La razón? Que a la Generalidad catalana le molestaba. No es único caso. Los Museos Nacionales son ahora la Red Estatal de Museos y el Instituto Nacional de Empleo (INEM) ahora se llama el Servicio Público de Empleo Estatal. Del mismo modo, los Secretarios e Interventores de los Ayuntamientos, antes Habilitados Nacionales son ahora Habilitados Estatales. 

Los españoles podemos disfrutar gracias a ZP de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), la Agencia Estatal Antidopaje, la Agencia Estatal de Evaluación de las Políticas Públicas y la Calidad de los Servicios, la Agencia Estatal de Radiocomunicaciones, la Agencia Estatal de Administración Tributaria, la Agencia Estatal Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Agencia Estatal Boletín Oficial del Estado y, en breve, de la Agencia Estatal de Salud. Como puede observarse, hay todo un amplio catálogo de Agencias Estatales. ¿Nacionales? No, por favor, que molesta a los nacionalistas. Se puede dejar a los españoles sin nación sin problemas pero, mucho cuidado con herir sensibilidades centrífugas. Un poco más y con tanta “roja” habrían terminado por prohibir la denominación de Selección Nacional.

Lo dicho, el PP tiene por delante una formidable tarea para recomponer los destrozos de estos siete años. Pero es importante recordar que no se trata de recomponer sólo los bolsillos de los españoles, también es necesario curar el corazón.

Santiago de Munck Loyola

lunes, 1 de agosto de 2011

El idioma como arma arrojadiza.

Dígase lo que se diga, lo cierto es que los conflictos lingüísticos han estado a la orden del día durante los últimos años. Una gran parte de la clase política ha venido negando reiteradamente la existencia de problema alguno en torno al uso de los diferentes idiomas que coexisten en nuestra nación. Colaboradores necesarios en esta tarea de proclamar una absoluta calma en este tema han venido siendo una gran parte de los medios de comunicación. Y si en alguna extraña ocasión ha sido noticia que se multe a alguien por rotular en español en Barcelona o por no poder educar a sus hijos en su lengua materna o por no ser atendido adecuadamente en su idioma por parte de una administración, se ha considerado como un caso aislado, como una excepción en el inexistente oasis de la tolerancia de algunas autonomías.

El idioma propio, su uso, su potenciación y su imposición ha sido siempre un instrumento de los políticos nacionalistas y de sus imitadores. El credo nacionalista se sustenta fundamentalmente en la exaltación de lo particular, de lo propio como signo diferenciador y como elemento de autoafirmación frente a lo considerado extraño. Basta ver lo que está ocurriendo en Bélgica donde el francés está siendo laminado en Flandes para ser sustituido por el inglés en la enseñanza obligatoria. Décadas de un enriquecedor bilingüismo y, en muchos casos, trilingüismo están siendo arrinconadas por un más que rancio y estrecho nacionalismo.

En nuestro país, este afán nacionalista termina por tratar de eliminar y excluir del entorno social a cualquier elemento considerado extraño, ajeno, sean los toros, las castañuelas o el español. Por ello, lamentablemente, la necesaria revitalización de las lenguas vernáculas cuando es emprendida por los nacionalistas lleva aparejada un empobrecimiento de la educación y formación de quienes sufren sus imposiciones, es decir, una pérdida progresiva en el manejo de una de las lenguas más importantes del mundo, el español.

La coexistencia en condiciones de igualdad del español con las demás lenguas españolas debería ser un principio básico y perfectamente garantizado por todos los poderes públicos y no lo es. Al igual que debería garantizarse por Ley la libertad de elección de la lengua, sin discriminación alguna, en las relaciones que los ciudadanos podamos mantener con las diferentes administraciones. Sin embargo, la realidad, pese a los silencios de cierta prensa y los deseos de algunos políticos, dista mucho de una situación pacífica y exenta de conflictos. La realidad nos muestra que en algunos municipios de Alicante, hay padres con dificultades para poder escolarizar a sus hijos en español. La realidad nos muestra que, en algunas administraciones, tiene más valor para acceder a una plaza de médico saber catalán que los propios conocimientos en medicina. La realidad es que no se rotula en los dos idiomas, español y valenciano, en todas partes: podemos ver carteles sólo en español o sólo en valenciano. Hace poco, el Sindic de Greuges, Sr. Cholbi, acaba de recriminar al Ayuntamiento de Alicante por no rotular en valenciano también un cartel del nuevo centro comunitario del Garbinet. Y lo mismo vale para los vehículos del Tram, Sr. Cholbi, que sólo están rotulados en valenciano y no en español.

Va siendo hora de poder enfocar el uso de los idiomas fuera de la perspectiva política y al margen de las pretensiones de los nacionalistas. El conocimiento y el uso de diferentes idiomas sólo pueden concebirse como un elemento más del enriquecimiento cultural y de la dignificación de la persona. Si los nacionalistas quieren caer en el mismo error de los franquistas persiguiendo un idioma, allá ellos, pero los demás deberíamos hacer un serio esfuerzo por apostar por la tolerancia y la diversidad cultural.

Santiago de Munck Loyola


viernes, 22 de abril de 2011

EL VERDADERO ROSTRO DE LOS NACIONALISTAS AL DESCUBIERTO EN LA COPA DEL REY.

Parece que los nacionalistas catalanes ya han institucionalizado los insultos y los abucheos al Rey y al Himno de España con ocasión de la Final de la Copa de S.M. el Rey. El boicot a los símbolos de España en las finales de fútbol a las que llega el F.C. Barcelona lleva camino de convertirse en un acto de obligado cumplimiento al que incitan y animan los nacionalistas e independentistas como el imbécil, y perdonen la expresión, de Santiago Espot, candidato de SI a la Alcaldía de Barcelona. Ser independentista catalán y llamarse Santiago tiene lo suyo para alguien cargado de tanto odio para todo lo que suene a español. En fin, cada cual con su cruz.

Hace unos años, los nacionalistas catalanes, tan sensibles e irritables ellos, pusieron el grito en el cielo porque el Alcalde de Madrid, en una plaza de su ciudad, la de Colón, instaló un gran mástil con una enorme bandera de España. Y no, no es que fuera tan grande como para que la bandera se viera desde el Tibidabo pero a los señores nacionalistas les molestaba, les parecían una “provocación”, nada menos. Hay que reconocer que estuvo provocador Álvarez del Manzano. Pero ¡hombre de Dios! Como se le ocurre colocar una bandera de España, en el centro de la capital de España. Todo el mundo sabe que eso es provocar, ofender sensibilidades tan finas como las de los nacionalistas catalanes.

Ahora toca al deporte y, en concreto, al fútbol. Esa actividad que debería servir para unir, para entretener y divertir lleva el camino de convertirse en una cita para la confrontación política, para la provocación, el insulto chabacano y para algunos nacionalistas exhiban lo peor de si mismos. Estos sujetos quieren sustituir una sana rivalidad deportiva por una rivalidad política y territorial absurda, es decir, quieren trasladar al deporte el permanente victimismo político nacionalista gracias al cual mantienen su modus vivendi y, sin el cual, serían incapaces de sobrevivir en la política y en el mercado laboral.

Tan sensibles ellos no les importa, para ello, provocar insultando y ofendiendo a los símbolos sagrados para millones de españoles. No les gusta España, pero juegan en su liga. No les gusta lo español, pero disputan la Copa del Rey. Y en ello no hay solo responsabilidad de los políticos nacionalistas, sino también de todos aquellos que al amparo de “algo más que un club” lo usan y manipulan con los mismos fines.

Dicen que el nacionalismo se cura viajando pero éstos deben estar poco “viajados” a pesar de los éxitos internacionales del Barça. Ya sabe que los encuentros en el extranjero queda poco tiempo para el turismo cultural. En todo caso, estos boicots a los símbolos españoles por parte de estos individuos sirve para conocer el verdadero rostro de los nacionalistas catalanes. Y Olé por el Real Madrid.

Santiago de Munck Loyola