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lunes, 29 de julio de 2019

TRES MESES SIN GOBIERNO.



Tres meses se cumplieron ayer desde que se celebraron las últimas elecciones generales. Tres meses sin que se haya podido elegir un Presidente de Gobierno. Tres meses prolijos en interpretaciones de lo más variopintas sobre el mandato otorgado por los españoles en las urnas, sobre lo que dijo o dejó de decir el pueblo español cuando votó el pasado 28 de abril: que si el mandato era que hubiera un gobierno de izquierdas, que si sólo Sánchez debía ser el Presidente del Gobierno, que si la voluntad popular era que se dialogase, etc. Con tanto intérprete del mandato popular lo cierto es que el resultado no puede ser más desastroso: España sin gobierno, al menos, durante seis meses y, en consecuencia, la economía dando señales de alarma.

Estos últimos tres meses han servido, al menos, para dejar constancia de algunos hechos y actitudes entre la clase política que pueden servir para extraer conclusiones prácticas de cara a futuras convocatorias electorales.

El 28 de abril, el PSOE obtuvo 123 escaños, exactamente los mismos que obtuvo el PP en diciembre de 2015. En aquel entonces, el hoy candidato a la Presidencia; Pedro Sánchez, se negó en redondo a facilitar mediante la abstención de su grupo la investidura del Sr. Rajoy y hubo que repetir las elecciones. Hoy el Sr. Sánchez exige a PP y C’s la abstención para que le faciliten su investidura. El “no es que no” de 2015 y 2016 sólo vale cuando lo dice el Sr. Sánchez y tras el fracaso en su investidura, el Sr. Sánchez y su partido tratan de corresponsabilizar a PP y C’s del mismo.

PP y C’s se niegan en redondo a facilitar la investidura del Sr. Sánchez mediante la abstención y son culpados de que el Sr. Sánchez tenga que “echarse en brazos” de los separatistas y filoetarras para lograrlo. Pero lo cierto es que el PSOE no ha ofrecido a ninguno de los dos partidos ninguna contrapartida para lograr su abstención; el Sr. Sánchez la quiere “por su cara bonita”, gratis total y cierto es también que el Sr. Sánchez y su partido ya se echaron en brazos de los separatistas y filoetarras para acceder al gobierno de España mediante la moción de censura, como también lo es que pactan con ellos sin ningún tipo de rubor en Ayuntamientos, en Diputaciones o en la Comunidad Navarra. La cabra socialista siempre termina por tirar al monte.

El socio preferente de PSOE, al menos teóricamente, es Unidas Podemos, es decir, la ultraizquierda, al menos así lo manifestaban tanto el candidato a la Presidencia como los portavoces socialistas. Sin embargo, esta supuesta preferencia no ha tenido un fiel reflejo en el sainete de negociaciones entre ambas formaciones políticas. Del acuerdo parlamentario ofrecido inicialmente por el PSOE, pasamos al Gobierno de Cooperación que todavía nadie ha sabido explicar bien en qué consiste, después al Gobierno con técnicos próximos a Podemos, luego al gobierno de coalición sin Iglesias dentro y finalmente a la nada absoluta. Pero ambos partidos han sido incapaces de empezar por lo básico: por acordar un programa de gobierno común. Y, claro, sin un programa de gobierno común es normal que los podemitas exigiesen carteras concretas para desarrollar su propio programa y pretendiesen así crear un mini gobierno dentro del gobierno. Bochornoso y patético el espectáculo que ambas formaciones han ofrecido a los ciudadanos.

Pero en el fondo es lógico que los socialistas quisieran reducir a la mínima expresión la presencia de la ultraizquierda en el Consejo de Ministros porque más allá de la retórica progre, lo cierto es que a más de uno dentro del PSOE y, por supuesto, fuera de él se le estaban poniendo los pelos de punta ante la perspectiva de un Consejo de Ministros con políticos que reniegan de la Constitución del 78, que hablan de “presos políticos”, que condenan la aplicación del Artículo 155, que postulan la ruptura de la soberanía nacional con un referéndum para Cataluña o que hablaban de no pagar los intereses de la deuda española. Esa siniestra perspectiva ha debido activar muchos mecanismos de presión tanto dentro como fuera de España.

Y ante esta perspectiva, la de un gobierno débil, fragmentado ideológicamente y sin un programa concreto no es de extrañar el entusiasmo de los separatistas, tanto de izquierdas como de la más rancia derecha del PNV, en promoverlo y apoyarlo. Un hipotético gobierno PSOE-Unidas Podemos era la mejor garantía para seguir avanzando en sus propósitos independentistas. En el debate de investidura resultaba hasta enternecedor escuchar los paternalistas consejos de los enemigos de España para que finalmente socialistas y ultraizquierdistas dijesen el “sí quiero”.

Las espadas siguen en alto y parece difícil que durante las próximas semanas vaya a producirse un cambio significativo en las posiciones de unos y otros. Tras el indecente pacto en Navarra que apartará a los ganadores de las elecciones autonómicas del acceso a la Presidencia de la Comunidad Foral en favor de la candidata socialista apoyada por los nacionalistas vascos, los podemitas y Bildu, es impensable una abstención de PP o de C’s. Esa posibilidad se ha encargado el propio Pedro Sánchez de anularla. Sin embargo, aunque Unidas Podemos siga dispuesta a cualquier nueva humillación con tal de entrar en el gobierno y hacer vicepresidente del mismo a la compañera del Sr. Iglesias, no parece que el PSOE esté por la labor. Así es que, si no se produce algún milagro, estamos abocados a nuevas elecciones generales en noviembre. Y no pasa nada. Solo debemos tomar buena nota de lo sucedido para que no vuelva a producirse.

Santiago de Munck Loyola



martes, 19 de marzo de 2019

Los fichajes electoralistas.



O el nivel de imbecilidad entre buena parte de la clase política y de la periodística está rebasando los límites de lo tolerable o bien su desprecio al nivel medio de la inteligencia de los ciudadanos raya el insulto. Me inclino a pensar que las dos posibilidades son compatibles porque todo imbécil suele pensar que los demás somos tontos.

Hay muchas cosas que se pueden criticar de Vox pero que tantos políticos y periodistas fijen ahora su mirada y lancen sus críticas sobre el hecho de que esta formación haya fichado a militares retirados para encabezar algunas de sus candidaturas provinciales no sólo es ridículo, sino que también es mentar la soga en la casa del ahorcado, además de regalarle a Vox más propaganda.

Así, el inefable secretario organización del partido ultra Podemos y ex afiliado de Ciudadanos, Pablo Echenique, se ha despachado con la siguiente frase “El 23-F entraron al Congreso disparando. El 28-A quieren entrar votando. Se dejarán la pistola en casa, pero es lo mismo”. Su sesudo comentario político no tiene desperdicio, pero olvida que Podemos presentó en 2015 como candidato al general del Ejército del Aire José Julio Rodríguez  como número dos de la lista electoral de Podemos al Congreso de los Diputados por Zaragoza y que en las generales de junio de 2016, lo volvió a presentar como candidato, en esa ocasión como cabeza de la lista de Unidos Podemos por Almería, cosechando por cierto en ambas ocasiones un sonoro fracaso. Con este militar parece que no había problema alguno. Debe ser que no tenía pistola que dejar en casa.

Y como siempre hay quien tiene que opinar de todo, también ha salido ese portento de Ministra de Defensa, la ex juez Margarita Robles a contar lo suyo. Margarita Robles, en un acto reciente. "Las decisiones personales que cada uno pueda tomar son respetables", ha dicho este lunes comentando los fichajes de Vox. ¡Faltaría más! Y a continuación otra obviedad “las Fuerzas Armadas están al margen de cualquier discusión política… la neutralidad política…es la clave de su labor…Si por algo se caracteriza el Ejército es por su carácter apolítico. Defienden a todos los españoles sin excepción para garantizar sus derechos y libertades. Que nadie venga a dar ejemplos a nadie de lo que es España". En primer lugar, cuando un alto responsable político suelta obviedades es mejor que guarde silencio. En segundo lugar hay plantearse si existe alguna necesidad de pronunciarse públicamente sobre el libre ejercicio de los derechos políticos de ciudadanos que en su día fueron miembros de las Fuerzas Armadas cuando, al mismo tiempo, parece que no existe la misma necesidad de pronunciarse sobre los jueces, como ella misma, que entran y salen del mundo partidista de la política sin ningún problema. Y, como cuestión de fondo, constituye un error monumental decir que el Ejército tiene un carácter apolítico. No se puede confundir apolítico con apartidista.

Este debate sobre los fichajes concretos de los partidos políticos de cara a unas elecciones generales está soslayando el problema de fondo. Algo falla en la estructura y organización de los partidos políticos cuando no son capaces de generar en su interior liderazgos políticos suficientemente atractivos y capacitados como para optar a cargos representativos en unas elecciones y se ven obligados a recurrir a personajes, más o menos conocidos, con el reclamo de suculentos cargos y en detrimento de los siempre abnegados militantes cuyas legítimas aspiraciones políticas se ven truncadas por el mercadeo electoral. Porque no hay que olvidar que estos fichajes, ex militares, jueces, periodistas o deportistas, nunca se han “pringado” en el duro trabajo de la militancia política. Sólo están disponibles para los partidos a pocas semanas de unas elecciones para optar a un cargo retribuido. Veni, vidi, utinam vici y a cobrar.

Santiago de Munck Loyola


jueves, 21 de febrero de 2019

Por fin a las urnas.


Por fin: el 28 de abril los españoles podremos votar. Pedro Sánchez, cumpliendo involuntariamente la promesa que hizo para llegar al gobierno, se ha visto obligado a convocar elecciones generales. Pocas veces se habrá visto a un político como éste. Un tramposo que llegó a intentar un fraude electoral dentro de su propio partido y que tuvo que dimitir cuando le pillaron con el carrito de los helados. Un embustero contumaz capaz de decir una cosa hoy y mañana la contraria. Un farsante sin paliativos capaz de plagiar su tesis doctoral o de suscribir un libro escrito por una subalterna. Un amoral capaz, con tal de llegar a la Moncloa, de aceptar sin ningún tipo de escrúpulos los votos de los representantes políticos de la banda terrorista que asesinó a muchos de sus compañeros socialistas. Un sujeto sin estilo, sin clase, sin elegancia que se jacta de que su primera decisión como Presidente del Gobierno, nada menos, fuera la de cambiar el colchón de la cama matrimonial del Palacio de la Moncloa. Vamos, un dechado de defectos y vicios políticos incompatibles con la visión de la política como una vocación generosa al servicio de los demás. Pedro Sánchez sólo ha sabido estar al servicio de sí mismo sin reparar en los medios por muy deleznables que fueran.

Por fin, el 28 de abril, los españoles podremos poner punto y final a este negro período democrático consumado por Pedro Sánchez y sus socios podemitas, independentistas y batasunos o, por el contrario, prorrogarlo. Se trata, sin ninguna duda, de la cita electoral más importante y con más trascendencia de las últimas décadas. El 28 de abril el eje del debate principal no será económico, de será un debate entre políticas de derechas y de izquierdas. El eje fundamental del debate será territorial. Algo más, será nacional. La confrontación será entre quienes optan por la defensa de la Nación española y quienes postulan su desaparición. Y, por primera vez, el PSOE del doctor Sánchez anuncia que no tiene inconveniente alguno en pactar con los enemigos de la existencia de España como Nación, es decir, los independentistas. Es evidente que la mayoría de los socialistas no comparten esta posición y que inconscientemente tratarán de soslayarla con otras prioridades políticas, pero en el fondo lo que se va a dilucidar es la constitución de un gobierno sólidamente asentado en los valores de la Constitución del 78 o por el contrario un gobierno rehén parlamentario de los enemigos de España.

Y en este contexto tan trascendental quienes defendemos a la Nación española y quienes propugnamos la igualdad real entre todos los españoles con independencia del territorio en el que habiten, nos encontramos con que las tres principales opciones políticas que asumen lo anterior no están siendo capaces de estar a la altura del momento histórico, de traducir su patriotismo en generosidad para llegar a acuerdos que permitan rentabilizar al máximo, provincia por provincia, las peculiaridades de nuestro sistema electoral. Ninguno de los tres partidos ha realizado ni tan siquiera un llamamiento para llegar a acuerdos con partidos minoritarios cuando cada voto va a ser trascendente para que la mayoría se incline hacia uno u otro lado. 

Parece que ni siquiera se han planteado en llegar a acuerdos entre ellos para que el Artículo 155 tenga posibilidades de prosperar en el próximo senado que se constituya. Cada Provincia cuenta con cuatro escaños: tres para la lista más votada uno para la segunda. Si los tres partidos que defienden la Nación española no concentran su voto en una sola candidatura, en la mayor parte de las provincias los tres senadores irán a parar al PSOE según las encuestas. Y así será inviable la aplicación del Artículo 155 aunque haya en España un gobierno de las mal llamadas tres derechas o de la derecha “trifálica” que diría la culta Ministra de Justicia.

Ojalá se produzca ese acuerdo y no nos obliguen a los ciudadanos a tirar el voto en determinadas provincias o en el senado. El patriotismo no requiere banderas para su demostración. El patriotismo exige generosidad, el sacrificio de lo particular en beneficio de lo general, de España.

Santiago de Munck Loyola
https://santiagodemunck.blogspot.com