Hoy
ha sido un día triste y amargo no sólo para las víctimas del terrorismo, sino
para todas las personas decentes de España. El fallo del Tribunal de
Estrasburgo derogando la Doctrina Parot puede que sea el culmen de las más sofisticadas
técnicas y elaboraciones intelectuales jurídicas en torno a la retroactividad o
no en la aplicación de los beneficios penitenciarios a algunos sanguinarios
delincuentes, pero es, sin lugar a dudas, una auténtica bazofia en cuanto a la
defensa de la dignidad y la justicia de las víctimas y de sus derechos
fundamentales que, digo yo, alguno tendrán también. La exquisita sensibilidad
de tan altos magistrados hacia los derechos humanos de esta auténtica hija de
puta, Inés del Río, contrasta con la burla y desprecio que este fallo supone
para los 24 asesinados por ella y para los derechos humanos de sus familiares. Los
jueces de Estrasburgo, entre los que se encuentra el Sr. López Guerra por
designación de Zapatero y que ha votado a favor de este inmundo fallo, vienen a
decir que, al final y en virtud de sus exquisitas disquisiciones, en España ha
sido muy barato asesinar, que da lo mismo asesinar a 1 que a 24 ciudadanos y
que esta tipeja ha pagado su deuda con la sociedad con un precio de menos de un
año de cárcel por vida arrebatada.
Y
como era de esperar, los de Sortu, legalizados por una también vomitiva
sentencia de otra cuadrilla de magistrados (éstos nuestros, de la casa), tan
contentos. Ningún regalo mejor para la rama política de la mafia etarra que
está cómodamente instalada en las instituciones democráticas, sostenida con
nuestros impuestos, gracias a la política del Sr. Zapatero. Nunca he llegado a
comprender qué es lo que les debía el Sr. Zapatero para plegarse tanto a sus
exigencias. Y la derogación de la Doctrina Parot parece que fue objeto de
negociación entre el Gobierno socialista y la banda etarra, según se publicó en
las actas incautadas a los terroristas. Pero no, no están solos los filoetarras
en su alegría, están acompañados por la honda satisfacción que por el fallo han
expresado los cabecillas comunistas de IU, por la incomprensible comprensión de
algunos dirigentes socialistas y por la indisimulada “recogida de nueces” de
los nacionalistas del PNV.
Siempre
se ha subrayado como uno de los grandes hitos de la civilización humana la
creación del derecho penal, la superación de la venganza privada ante los
crímenes y la entrega de la satisfacción de los daños y de las ofensas a un
ente superior, al estado como único depositario del monopolio de la justicia y,
por tanto, de la imposición de penas con el doble fin de castigar al culpable y
de satisfacer a la víctima. Si el Estado no es capaz de articular los
mecanismos legales necesarios para hacer justicia, para satisfacer a las víctimas
y castigar al delincuente ¿qué puede entonces garantizar la paz social? ¿Cómo
podrán las víctimas satisfacer su derecho a la Justicia?
Defensa
de los derechos humanos, sí, por supuesto, pero en primer lugar los derechos
humanos de las víctimas, no de los verdugos. Y los primeros derechos humanos
que han sido vulnerados y además de forma irremediable son los de las víctimas,
los derechos humanos de centenares de españoles asesinados de forma cobarde y
rastrera por una banda de cobardes y fanáticos, jaleados y aplaudidos por
muchos otros desaprensivos durante décadas. Nadie podrá devolver a la vida a
tanta víctima inocente, nada podrá consolar su sus familias y amigos por tanto
dolor sin sentido pero carece de la más mínima lógica que los verdugos paguen tan
bajo precio por tanto daño. No tiene sentido alguno que salgan a la calle
asesinos que no se han arrepentido, que no han colaborado en el esclarecimiento
de decenas de asesinatos, que se jactan de su inmundo pasado y que no pierden
ocasión para seguir causando humillación y dolor a las familias de las
víctimas. Si algo es evidente es que la reinserción social ha cosechado un
clamoroso fracaso con la mayoría de esos delincuentes. Y junto a la cuadrilla
de terroristas veremos, desgraciadamente, cómo se irán excarcelando a muchos
otros delincuentes culpables de crímenes horrendos. Estrasburgo ha dejado
indefensa y humillada a la gente de bien.
Y
si no queda más remedio que acatar esta decisión, que, al menos, el Gobierno y
la Justicia pongan en juego todos los mecanismos disponibles y todos los
recursos legales para entorpecer al máximo la salida de las cárceles de esta
escoria, que se persiga de forma implacable cualquier homenaje o exaltación de
la excarcelación de la misma, que paguen hasta el último céntimo de las
indemnizaciones a las víctimas y, puestos a ello, que los Ayuntamientos con un
mínimo de dignidad empiecen a declarar personas non gratas a los magistrados
coautores de esta indigna sentencia.
Santiago
de Munck Loyola