Rajoy no debe ganar para sustos.
A uno o dos escándalos semanales de corrupción que salpican a políticos del PP
no es para menos. ¡Vaya semanita! Primero el Ministro Soria que aparece en los
papeles de Panamá con tres explicaciones distintas y después aparece con una
sociedad en Jersey; el Alcalde de
Granada y la concejala de urbanismo detenidos por la policía, el Ayuntamiento
patas arriba y todo ello con un despliegue y una escenografía como si se
tratara de la detención de un comando yihadista y con bronca por medio entre el
poder judicial y la policía que, al parecer, ha actuado por su cuenta; otro día
Hacienda poniéndole las pilas fiscales al ex Presidente Aznar, multa incluida,
por “haberse marcado un Monedero”; sin olvidar, claro, a Esperanza Aguirre
descolgándose con la idea de que Felipe González pudiera ser propuesto para la
Presidencia del Gobierno. Y la cosa no quedará seguramente ahí, porque con unas
elecciones generales en ciernes dentro de poco más de dos meses, siempre y
cuando el Sr. Pedro Sánchez no termine por entregarse abiertamente a podemitas
e independentistas, es muy probable que afloren nuevos escándalos. Y cuando no
se trate de escándalos siempre habrá algún notable del PP que se encargará de
remover las aguas con declaraciones más o menos pintorescas, bien presentando un libro o bien reclamando
cambios internos en cuanto vislumbre que se puede quedar sin poltrona.
Lo que está ocurriendo era de
esperar, es lo normal que tenía que ocurrir con un partido que funciona como
funciona y que aún no ha hecho los deberes internos. Presume el gobierno del PP
de haber aprobado en la anterior legislatura más medidas contra la corrupción
que ningún otro gobierno. Y es posible que sea así. Pero el partido del
Gobierno, el Partido Popular, no ha movido su estructura, sus estatutos y su
funcionamiento interno ni un centímetro desde hace muchos años, demasiados. Es difícil
aprobar un examen estudiando solo el día anterior. Hacen falta hábitos de
estudio, constancia, muchas horas de codos para superar con tranquilidad un
examen. Y eso no se ha hecho en el PP. Estamos asistiendo a la recolección de
toda una cosecha de corruptos, pero no es espontánea, no es casual. Hace muchos
años que sus semillas fueron sembradas gracias a unas estructuras internas que
promocionan a los cargos públicos a través del “dedazo” a amiguetes,
familiares, oportunistas o trepas y que han podido hacer lo que han hecho
gracias también a unas estructuras internas que impiden el control de la
militancia de esos cargos públicos. Los mismos Estatutos, las mismas
estructuras internas y los mismos hábitos políticos que instalaron en cargos
públicos a los Rus, los Granados, los Soria o los Matas, por citar solo
algunos, siguen vigentes en el Partido Popular. Y las nuevas caras jóvenes y
presuntamente regeneradoras del PP deben sus cargos y su protagonismo político
a esos mismos Estatutos, a esas mismas estructuras internas y a esos mismos
hábitos políticos que han propiciado el florecimiento escandaloso de los casos
de corrupción.
La inmensa mayoría de la gente
del PP es gente honesta, el PP cuenta con cientos de miles de afiliados
honrados y trabajadores, pero lamentablemente pintan muy poco en el seno del
partido. Y ello es así porque el PP lleva en su genética estatutaria todos los
ingredientes para que los casos de corrupción no sean simples casos aislados. Y
algo parecido le pasa al PSOE cuya distribución de poder territorial impone
unos equilibrios internos que le impiden afrontar, entre otros, los mayores
casos de corrupción de la historia de España: los Eres y los cursos de
formación de Andalucía.
El centro derecha español
necesita un partido limpio, democrático, fuerte, pegado a la calle y a las
necesidades de la gente. Y, hoy por hoy, el PP no responde a esa necesidad, el
PP ha aplazado cualquier reforma interna para el año que viene conformándose,
de momento, con ser el refugio del voto del miedo y renunciando a ser la
plataforma del voto de la esperanza, del cambio y de la solución de los graves
problemas económicos, sociales, territoriales y éticos que ensombrecen el
futuro de los españoles. Al PP lo están matando entre todos, sobre todo los de
dentro, y se morirá seguramente celebrando una pírrica victoria.
Santiago de Munck Loyola