La Presidenta
de la República argentina Dª Cristina Fernández de Kirchner siempre ha tenido
un concepto muy particular sobre la forma de abordar los problemas políticos y
sobre las soluciones posibles a los mismos. Este particular concepto ya se puso
de manifiesto cuando su difunto marido, el “Dioni” de la Pampa según algunos
medios, era Gobernador de la Provincia de Santa Cruz y ella senadora de la
misma Provincia y se plasmaba en la política social que, al parecer, consistía
en ir repartiendo limosnas, acompañada de periodistas gráficos, en las zonas
más humildes y deprimidas de su circunscripción electoral.
No hace mucho, José Brechner, ex
diputado y embajador boliviano en Argentina, dijo sobre ella: “La mujer no tiene un solo mérito o virtud,
ni capacidad alguna para manejar un país. Su parodia de Evita, saca a relucir
su agresivo estilo de piquetera populista cada vez que pronuncia una palabra.
Si además es cierto que es maníaca depresiva, puede llevar a su país a una
hecatombe peor a todas las que sufrió el pueblo argentino.
Cristina llegó al poder
repartiendo dinero enviado de Venezuela por su buen amigo Hugo Chávez, y
aprovechando de la maquinaria gubernamental manipulada por su marido. Está
rodeada de individuos siniestros. Ex guerrilleros, terroristas y
secuestradores, ahora convertidos en cleptómanos burgueses socialistas. Desde
que inició su mandato no hizo nada positivo, ni podrá hacerlo”.
El retrato del personaje que estos días está poniendo en jaque a
las inversiones españolas en Argentina se puede completar con las dudas, nunca
despejadas desde el entorno presidencial, sobre la autenticidad del título de
abogada que la Presidenta dice poseer hechas públicas por periodistas
argentinos que la califican de “abogada trucha”. De sobra sabemos en España lo
que dan de si los políticos que se atribuyen títulos universitarios
inexistentes o que adornan su curriculum vitae con tanta imaginación como poca
honestidad. Parece que la “Reina Cristina” podría pertenecer a este gremio de acomplejados
intelectuales y mentirosos compulsivos.
Y, claro, como los resultados de la gestión económica de la
Presidenta argentina no son precisamente buenos ha acudido al recurso de todos
los sátrapas de opereta política: agitar el fantasma del enemigo exterior al
que culpar de los males generados por la propia incompetencia, en este caso, el
fantasma del enemigo español. Según la ilustre dama argentina los malos
económicos que padece Argentina se deben en gran parte a que los españoles, las
empresas españolas, están robando a los pobres argentinos. ¿Solución? Cargarse
a las empresas españolas empezando por Repsol YPF. Las multimillonarias
inversiones realizadas por las empresas españolas no cuentan. Las
transferencias de conocimientos ejecutas tampoco. La riqueza generada en estos
últimos años en Argentina ni se valora. Nada importa, lo único que cuenta para
esta señora es que ha encontrado un culpable y vale ya, que diría cierta
fiscal.
Es muy probable que el gobierno argentino se salga con la suya
consumando un auténtico expolio, pisoteando la seguridad jurídica y la mínima
confianza que las relaciones comerciales internacionales exigen pero, tal y
como ha anunciado el Gobierno español, esa decisión puede y debe tener
consecuencias inmediatas para los intereses argentinos en España que, muchos o
pocos, también los hay. El principio de reciprocidad en las relaciones
internacionales debe ser aplicado de forma inmediata si no se quiere que el
ejemplo de la Sra. Kirchner cunda en otras naciones en los que los intereses
españoles también pueden ser puestos en peligro.
Dice nuestro sabio refranero que “donde las dan, las toman” y, en
este caso, es evidente que en Argentina también deben empezar a “tomarlas”.
Santiago de Munck Loyola.