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jueves, 8 de agosto de 2024

La llave de la caja común.




Salvador Illa, el candidato más votado en las últimas elecciones catalanas, es ya, a pesar del numerito circense de “cocomocho”, el nuevo Presidente de la Generalidad catalana gracias a un pacto cerrado por los socialistas con los independentistas de ERC. Un pacto que los socialistas no han hecho publico y, ni siquiera, lo han sometido a debate dentro del PSOE. Lo que conocemos principalmente es través de los independentistas de ERC que sí lo han sometido a debate y aprobación entre sus militantes. Parece que algunos aspectos de ese pacto incluyen el control de la televisión autonómica por parte de ERC, 2500 medidas para terminar de erradicar al español de Cataluña y, lo que más se está debatiendo, la cesión de la llave de la caja común fiscal a la Generalidad catalana, es decir, la desaparición de la caja común y la ruptura de la unidad fiscal y tributaria en España. Y no es un asunto menor. Ya hace meses la Portavoz de Junts en el Congreso lo decía claro, querían la independencia fiscal para conseguir la independencia total y eso solo podía conseguir haciéndose con la llave de la caja común. Es evidente que sin independencia fiscal no hay viabilidad para una independencia política.


Ni el Presidente de Gobierno, el Sr. Sánchez, ni su Ministra palmera de Hacienda, la Sra. Montero, han tenido la decencia de explicar este acuerdo. Solo el Presidente ha salido a la palestra para contar que le parece un acuerdo magnifico, que esta encantado con el acuerdo (y consigo mismo) y que le parece un paso adelante hacia la federalización. ¿Federalización? Pero ¿sabe realmente de lo que habla? En primer lugar, la federalización no es un objetivo contemplado en nuestra Constitución. En segundo lugar, ningún estado federal del mundo, repito ninguno, ha renunciado en parte de su territorio a sus competencias fiscales. Y, en tercer lugar, hasta Suiza que es una Confederación dispone de una agencia fiscal que recauda y gestiona el 30% de los impuestos en los cuatro cantones que la componen. Hay que maliciarse que conociendo  al personaje lo que para él es magnífico va a ser una calamidad para toda España.

Lo mas escandaloso de este pacto es que una medida de tan gran calado, que va a afectar a la economía de todos los españoles no se consulte al conjunto de la ciudadanía, al pueblo soberano, mediante un referéndum. No se trata de una medida votada en el programa socialista de las últimas elecciones generales, algo que podría otorgarle cierta legitimidad, se trata de una medida urdida en los despachos para la compra de voluntades políticas: tú me das tus votos para hacerme Presidente y yo te regalo la llave de la caja fiscal. Tampoco es una medida debatida en el seno del Partido Socialista, como sí han hecho sus socios independentistas.

Pero claro, para Pedro Sánchez, Illa y el resto de su equipo eso es suficiente. Podemos estar tranquilos todos los españoles. 3.397 independentistas de ERC han decidido que el pacto con los socialistas es magnífico. Eso ya es algo importante porque los 3.397 miembros de ERC constituyen la “crème de la crème” de la intelectualidad catalana. Un grupo de intelectuales, defensores de los planteamientos históricos del Institut Nova Història. Sí, estos señores que afirman sin rubor alguno que los catalanes son genéticamente superiores al resto de los españoles, que Cristóbal Colon, Miguel de Cervantes, Leonardo da Vinci, Américo Vespucio, Hernán Cortes, Bartolomé de las Casas, Santa Teresa de Ávila, Shakespeare, Beethoven, El Cid, Erasmo de Rotterdam, Juan Sebastián Elcano, Francisco Pizarro eran catalanes de pura cepa y que América fue descubierta, conquistada y evangelizada por catalanes, son los únicos que han podido debatir y votar sobre la presunta bondad de este magnífico acuerdo. Podemos estar más que tranquilos, como tranquilos están Pedro Sánchez y sus seguidores. Con que ellos decidan sobre nuestros impuestos ya deberíamos tener bastante.

Veremos a ver cómo se las apañan para sacarnos al resto de los españoles los más de13.000 millones de euros que la Agencia Tributaria Catalana nos va a robar a todos. Eso sí, la caja de las pensiones no la quieren. Se las seguiremos pagando también los demás. ¡Pedrito, has hecho un pan con unas hostias! 

Fdo. Santiago de Munck Loyola

martes, 1 de octubre de 2019

Independentismo catalán y violencia.



El pasado domingo, el Presidente de la Generalidad catalana, Joaquín Torra, repitiendo como un loro las consignas independentistas, afirmó que no puede "condenar lo que no existe" en respuesta a quienes le exigen que condene las acciones de los CDR encarcelados, acusados de terrorismo. Insistió, además, en subrayar el pacifismo de los independentistas: "El independentismo siempre ha sido pacífico" y por ello "choca contra la violencia de manera natural".

El cinismo de este independentista, racista y xenófobo, produce arcadas. Él, al igual que todos los demás xenófobos independentistas que han salido a la palestra estos días para no condenar a los CDR, da asco y no sólo por su escaso bagaje cultural, sino por la perversión intelectual que se deriva de su discurso.


Hay que decir las cosas claras. Los Comandos de Defensa de la República (CDR) son y han sido siempre violentos. Lo son desde el primer día que hicieron su aparición porque sólo de violentas pueden calificarse la mayor parte de sus actuaciones callejeras. Violencia es agredir a las fuerzas de orden público; violencia es montar barricadas en autopistas, calles o vías de tren para impedir que la gente pueda circular libremente por ellas; violencia es organizar piquetes para obligar a cerrar comercios; violencia es toda actuación tendente a coaccionar la libertad de elección de los demás ciudadanos. Sí, todo eso es violencia y cuando el Sr. Torra les animaba a que “apretasen” más a lo que les estaba animando era a ser más violentos. Y lo han hecho, los CDR o parte de ellos han subido un peldaño más en la escalera de la violencia. 

Comprar material para fabricar explosivos, planificar sabotajes de infraestructuras públicas o el asalto al Parlamento regional de Cataluña es violencia y más específicamente violencia terrorista, aunque dichas acciones se hayan quedado sólo en su fase de tentativa gracias a una investigación judicial y a una intervención policial. No hace falta pegar un tiro en la nuca a alguien para que exista terrorismo, basta con intentarlo.


Treinta agentes de los Mossos d’Esquadra resultaron heridos el 21 de diciembre de 2018 en los incidentes por las protestas de los Comités de Defensa de la República (CDR) contra la reunión del Consejo de Ministros en Barcelona. ¿No fue eso una manifestación clara y rotunda de violencia?


Tras la detención de Puigdemont en Alemania los CDR salieron a la calle en abril de 2018 con asaltos violentos a instituciones, destrozos del mobiliario urbano y corte de carreteras y el 28 de abril del mismo año los partidos independentistas se negaron a condenar la violencia de los CDR en el Parlamento catalán. ¿Por qué habrían de condenar ahora el hecho de que los CDR hayan subido un escalón más en el podio de la violencia?


Son los independentistas los que desde el primer día están banalizando la violencia en todas sus formas y ahora lo hacen incluso banalizándola en su formato terrorista. Con ello no hacen otra cosa que “bendecir” el uso de la violencia como un instrumento más al servicio de la causa independentista. Es cierto que la inmensa mayoría de los independentistas no son violentos, pero cuando los líderes de los partidos independentistas son incapaces de trazar una línea roja entre demócratas y violentos, cuando asumen la defensa a ultranza de “sus” violentos no pueden extrañarse de que su imagen se confunda con la de los violentos y la de los aprendices de terroristas.


El independentismo actual nació de la mano de la corrupción del clan Pujol y no supo soltar amarras en el momento preciso y ahora se mantiene de la mano de los más violentos, de quienes prefieren la barricada al escaño, el adoquín al argumento, el pasamontañas a la razón, el explosivo a las urnas. Deberían saber ya que esas compañías terminarán por morder la mano que les da de comer y que ese camino solo lleva a la cárcel.


Santiago de Munck Loyola