No
cabe la menor duda de que cualquier movimiento o declaración de la Presidenta
Popular madrileña, Esperanza Aguirre, no pasa inadvertido y provoca ríos de
tinta. No se han apagado aún los ecos generados por su salto profesional a la
empresa privada, cuando se extiende con fuerza la nueva propuesta que en un
programa televisivo ha lanzado. Bueno, lo que se dice nueva, no, porque la
misma idea la lanzó hace tiempo el ex presidente regional madrileño, Joaquin
Leguina, a saber, que para ocupar un cargo público habría que exigir una
experiencia profesional previa del interesado, ya sea en el ámbito privado o en
el público. Es decir, que habría que establecer una limitación de modo que no
pueda ser cargo público quien “no haya
cotizado a la Seguridad Social en otra cosa, que no haya sido autónomo,
empresario, que no haya hecho cosa distinta en su vida". Hace unos
meses Joaquin Leguina afirmaba "el
PSOE tiene un defecto en la selección de personal. No puedes tener en un partido
a gente que no ha trabajado en su vida". Según él, la "inmensa mayoría" de los dirigentes
socialistas se encuentran en esa situación. La situación es muy similar en
ambos partidos y los resultados de la misma están a la vista de todos. Gran
parte de la clase política de nuestro país está compuesta por personas que
nunca han sabido ganarse la vida por su cuenta, sin el amparo de las siglas de
su partido, por personas que no saben lo que es y lo que cuesta la vida laboral
y cotidiana de la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles y que, en
consecuencia, carece de la experiencia, de la profesionalidad y, sobre todo, de
la sensibilidad social suficiente para desempeñar con eficacia y ejemplaridad
los cargos públicos que ostentan. Se trata de un grave problema de cuya
responsabilidad, hay que decirlo, no están exentos los máximos dirigentes
políticos.
La
política española y las administraciones públicas en todos sus niveles, desde
el Congreso hasta los Ayuntamientos, están repletas de claros ejemplos de criaturas
sin experiencia profesional o sin cualificación suficiente para el desempeño de
sus tareas, pero que han llegado lejos porque se han criado en el seno de las
organizaciones burocráticas sabiendo hacer pasillos, relacionándose con quien
convenía, no exponiendo ni una sola idea propia y siendo fieles ejecutores de
instrucciones superiores por perversas que fueran. Peones de partido elevados a
los puestos de responsabilidad por su docilidad fundamentalmente. No se trata
de una generalización, no, junto a ellos hay excelentes profesionales pero que
lamentablemente no son noticia.
Quizás
el más claro ejemplo del resultado de los colocados de los partidos lo tengamos
en el ex Presidente Rodríguez Zapatero, pero hay muchos otros casos que sirven
para ilustrar los métodos y mecanismos de selección de los partidos y las
consecuencias de ello. Resulta inconcebible, por ejemplo, que un señor sin
militancia en el Partido Popular por el simple hecho de ser vecino veraniego
del Sr. Rato en Carabaña sea designado, nada menos que responsable de los 178
organizaciones del PP en los pueblos de la Comunidad de Madrid, que tres años
después sea designado diputado autonómico y que aún siga disfrutando de su
escaño sin la más mínima preparación política e intelectual. También resulta
igualmente poco justificable que una señora como Gádor Ongil, sin cualificación
profesional, por el simple hecho de haber sido una de las secretarias en la
oficina de Adolfo Suárez y de saber pavonearse por los pasillos descalificando
hábilmente a muchos compañeros pase a ser concejala por el PP en 1995, después
diputada regional y luego en 2008 sea nombrada, nada menos, que Consejera del
Gobierno de la Comunidad de Madrid. Y ahí tenemos también el caso del ex
Alcalde de Alcalá de Henares, al que Esperanza Aguirre hizo diputado autonómico
en las últimas elecciones y que se ha hecho famoso, junto con la diputada
Isabel Redondo, por emplear el sueldo que le pagan los contribuyentes para
jugar con su tablet mientras se discutían los problemas de la sanidad
madrileña. Pues bien, Bartolo, sin estudios conocidos, era concejal a los 23
años y desde entonces no ha abandonado la moqueta oficial. ¿El resultado? Pues
a la vista está.
La
lista de colocados por las burocracias de los partidos, no por sus militantes,
que carecen de cualificación profesional o de experiencia laboral “civil” o de
ambas cosas a la vez es muy grande y el resultado de esta circunstancia no
puede ser peor. También en Alicante tenemos buenos ejemplos de ello y pronto se
pondrá aquí de manifiesto. Si a ello sumamos además la lista de los colocados
por el poder de la genética nos podremos hacer una idea muy clara, aunque poco
estimulante, del panorama con el que los partidos nos obligan a convivir.
Esta
propuesta de Aguirre y de Leguina es buena pero manifiestamente mejorable y
supone, cuando menos, un reconocimiento implícito de la parte de
responsabilidad que les incumbe al haber consentido, impulsado o tolerado estas
situaciones. ¿Experiencia laboral previa para acceder a cargos públicos? Sí,
pero además, exigencia de cualificación y formación para su desempeño y aval de
las bases de los partidos. Los cargos públicos no son premios para los fieles
aunque así lo entiendan los partidos. Son puestos de servicio y responsabilidad
hacia la sociedad y los dirigentes políticos deberían entenderlo y asumirlo de
una vez.
Santiago
de Munck Loyola