Translate

Mostrando entradas con la etiqueta sanidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta sanidad. Mostrar todas las entradas

jueves, 12 de agosto de 2021

No, Sr. Puig, la sanidad no es gratis.

 

Tras trece meses de espera sufriendo cólicos nefríticos diarios y tras haber tenido que acudir al Síndic de Greuges, por fin me han operado en el Hospital de San Juan y me han eliminado un enorme cálculo renal. Parece que ha ido bien, aunque la recuperación de una operación aparentemente sencilla no es tan fácil como cabía suponer. Nada que objetar al trato recibido del personal médico y asistencial del centro. Otro cantar es lo relativo a la gestión de la Generalidad Valenciana en materia de salud. Es cierto que en Alicante estamos acostumbrados a la permanente discriminación presupuestaria y a la tendencia centralista del Gobierno Valenciano y ello se nota especialmente en el ámbito de sanidad en el que los alicantinos contamos con menos profesionales de la salud por cada 100.000 habitantes que los valencianos o en el que contemplamos atónitos como las ambulancias carecen de médicos de urgencias suficientes. Y estamos acostumbrados a ello y, al parecer, también resignados porque, a pesar de que somos conscientes de esa situación, legislatura tras legislatura seguimos votando a los mismos partidos que ignoran la singularidad y la situación de nuestra Provincia. 

 

Pero a lo que iba, lo que me ha indignado realmente es la Nota Informativa que, cortesía de la Generalidad Valenciana, me entregaron junto con los documentos de alta. En esta Nota me informaban de que mi estancia quirúrgica de 24 horas había costado 341 euros y se añadía en la misma el siguiente párrafo: “Esta nota se emite exclusivamente con carácter informativo y por ello no hay que realizar ningún pago (algo obvio pues si hubiera habido que realizar algún pago no se emitiría una Nota Informativa, sino una factura). Esta información tiene como finalidad que sea conocido por usted el coste de la asistencia sanitaria que se le ha prestado de forma gratuita por la sanidad pública valenciana”.

 

Pues no, no es así. La nota informativa es pura basura, una mentira propagandística e incompleta. Sr. Puig y Sra. Barceló ustedes mienten y lo saben. Ni a mí, ni a ningún trabajador que cotiza a la Seguridad Social la sanidad pública valenciana nos presta nada de forma gratuita. No nos regala nada. La asistencia sanitaria la pagamos por anticipado con nuestras cotizaciones e impuestos. Como yo, la mayoría tenemos pagada esta operación y muchas otras desde hace años. Ni su desastroso gobierno taifa, ni la administración pública nos presta nada de forma gratuita. Es falso, rotundamente falso, que “el dinero público no sea de nadie” como decía ese desecho intelectual llamado Carmen Calvo, como también lo es que los contribuyentes recibamos algo gratis por parte de cualquier administración pública. Los contribuyentes ya lo hemos pagado por anticipado y, con toda seguridad, si ustedes no fueran unos simples demagogos, unos derrochadores que tiran nuestro dinero subvencionando a entidades independentistas y pancatalanistas, montando chiringuitos televisivos o despilfarrando los recursos públicos en imponernos una lengua que no es la propia de más de la mitad de la provincia, habría más dinero para tener una sistema sanitario mucho más eficiente y de calidad.

 

Está muy bien saber a cuánto ascienden las prestaciones sanitarias, su coste, pero en su totalidad, porque en la nota supuestamente informativa ustedes solo incluyen la estancia hospitalaria y no el coste real de ser sometido a una intervención quirúrgica. Y está muy bien que ustedes subrayen que se ha prestado de forma gratuita una asistencia sanitaria concreta cuando quien la recibe nunca ha cotizado a la seguridad social, algo muy frecuente con su política de llamada a la inmigración ilegal, pero es un insulto cuando se lo dicen a quien ya lo ha pagado sobradamente con sus impuestos y cotizaciones. ¿Lo entienden?

 

Santiago de Munck Loyola

miércoles, 9 de mayo de 2012

Sanidad para todos.


La falta de dinero para poder sostener el conjunto de las administraciones y, por tanto, el conjunto de las prestaciones públicas se traduce en una serie de medidas de ahorro camufladas bajo distintas denominaciones que en muchas ocasiones ponen los pelos de punta. Los anuncios, los globos sonda, las rectificaciones o las matizaciones se suceden a diario ya se hable de educación, de pensiones, de sanidad o de infraestructuras. Unas veces nos anuncian que nos van a cobrar por usar las autovías que ya estaban pagadas y amortizadas, otras que vamos a tener que pagar más por los medicamentos, antes nos dijeron que los años que habíamos cotizado para cobrar una pensión ya no valían y que había que cotizar más años, después nos quitaron el cheque bebé y así sucesivamente. Anuncios, amenazas, amagos, reformas y contrarreformas constituyen el pan nuestro de cada día. Eso sí, si hay que salir corriendo a salvar a Bankia, no se corre, se vuela.

Lo cierto es que no hay dinero para todo. Lo cierto es que hay más de cinco millones de parados en nuestro país y que el siguiente en engrosar la larga lista puede ser cualquiera de nosotros. Lo cierto es que cada año 200.000 familias se quedan sin vivienda. Lo cierto es que casi dos millones de personas ya no reciben ayuda pública alguna. Y lo cierto es que estamos donde estamos porque la mayor parte de la clase política, de todos los colores, no ha sabido estar a la altura de las circunstancias y no ha sabido hacer bien su trabajo ni en ayuntamientos, ni en las comunidades autónomas, ni en el Estado. Puede haber muchas causas que hayan propiciado que hayamos llegado hasta aquí en estas condiciones, pero es evidente que nuestra clase política debería haber estado lo suficientemente preparada y capacitada para haberlo previsto y para haber sabido mitigar o paliar los efectos de esas causas externas o internas. Y no lo ha hecho.

Hace tiempo ya que la clase política renunció a “hacer política” y se transformó en una casta gestora, desplazando a los profesionales, sin estar lo suficientemente preparada para ello y ajustando su comportamiento a los dictados del marketing político. Los políticos nos han venido contando lo que queríamos oír para lograr nuestro voto. El relativismo social y moral imperante ha producido un relativismo político igual de ambiguo y acomodaticio. El ser humano, la persona hace tiempo que, pese a los discursos ideológicos, ha desaparecido de la agenda y del centro de toda actuación política. El poder y su conquista o conservación es el centro real del pensamiento y de la acción política por encima de cualquier otra consideración. Los gobiernos adoptan medidas y programas con tenues e imperceptibles fronteras ideológicas perfectamente intercambiables.

Si la persona, si el ser humano estuviesen en el centro de la acción política a nadie se le ocurriría adoptar medidas que pudieran suponer poner en riesgo la salud y la vida de los individuos. Bien está que se racionalice el sistema sanitario; bien está que de una vez se diseñe un catálogo de prestaciones sanitarias para todos los ciudadanos con independencia del territorio de España donde residan; bien está que se acabe con el turismo sanitario y con el abuso que supone, por ejemplo, el empadronamiento fraudulento de 140.000 vecinos portugueses para beneficiarse de nuestra sanidad; bien está, si no queda más remedio, que se paguen por quien tenga capacidad económica para ello determinadas prestaciones sanitarias.

Pero plantearse la posibilidad de dejar sin asistencia sanitaria a los llamados “sin papeles” es inmoral. Si durante años hemos permitido que cientos de miles de personas se instalasen en nuestro país de forma irregular no podemos ahora dejarles sin prestación sanitaria. Regúlese la inmigración de una forma lógica y racional, adóptense las medidas a que haya lugar respecto a los inmigrantes irregulares, legalizando su situación o repatriándoles a sus lugares de origen si fuere preciso, pero mientras sigan viviendo con nosotros no podemos dejarlos sin atención sanitaria. Es una cuestión de principios, de derechos humanos, de sentido común y de ética elemental.

Santiago de Munck Loyola