Artículo publicado en las revistas locales de Rivas-Vaciamadrid en 1997.
ADIÓS, MIGUEL ÁNGEL.
Nada sabíamos de ti, como nada
sabemos de la mayoría, hasta que unos desalmados te secuestraron y te mataron.
Y, antes que tú, otras ochocientas personas te precedieron en el mismo final.
Anónimas también la mayoría, hombre, mujeres y hasta niños pagaron con su vida
el precio impuesto por la sinrazón de unos cuantos. Tú llegaste a ser el
objetivo de esos violentos porque el día que asesinaron a Gregorio, en San
Sebastián, decidiste echar una mano a tu pueblo, afiliarte a las juventudes del
partido Popular y presentarte a las elecciones municipales. Y en el momento en
que lo hiciste no ignoraste seguramente los riesgos que tu decisión podía
implicar. Tú llegaste a ser su víctima porque alguien te señaló, alguien que te
debía conocer y que pensó que por ser una persona normal y corriente, por ser
representante del pueblo y por ser demócrata servirías a sus propósitos.
Nada sabíamos de ti y aunque
ahora sabemos algo más, seguramente es poco. De tus veintinueve años hemos
conocido tus esfuerzos, tu trabajo, tu afición a la música, tu abnegada
familia, tus proyectos. Pero poco más hemos podido saber.
Nada sabíamos de ti y ojalá no hubiéramos
tenido que saberlo nunca. Hemos sabido de tus últimas cuarenta y ocho horas.
Las hemos vivido con tensión, con angustia, con esperanza, con rabia y
finalmente con tristeza, con una profunda tristeza y amargura. Hemos imaginado,
hemos intentado compartir un poco tu angustia, tu dolor y tu sufrimiento. Pero
son intentos vanos porque sólo tú has padecido ese auténtico calvario. Y aunque
tus últimas cuarenta y ocho horas de vida han removido los sentimientos y las
conciencias de millones de españoles de todas las edades y condición, son sólo
tuyas.
Nada sabíamos de ti y poco
seguimos sabiendo. Pero sí que podemos imaginar por el dolor de tu familia, de
tus amigos y de tus vecinos que eras alguien que merecía la pena. Sí que
podemos saber por las lágrimas sinceras, desconsoladas e incontrolables de tu
joven compañera de escaño que tu ausencia es la de un hombre justo y bueno.
Es verdad, Miguel Ángel, te has
ido para siempre. Los gritos de millones de españoles no lo han impedido, las
calles inundadas de buena gente no han sido suficientes para que te dejaran
vivir. Sin embargo, algo de ti ha quedado entre nosotros. Te has convertido en
flor de esperanza, en un río de libertad que inunda todos los rincones de
España, en un clamor de paz que une voluntades. Algo de ti ha quedado entre
nosotros, pero seguramente Dios se ha quedado para siempre con lo mejor de ti.
Fdo. Santiago de Munck Loyola
Presidente del PP de Rivas-Vaciamadrid
(Julio de 1997)