Todo
parece indicar que el Partido Popular ha puesto en el primer lugar de su agenda
política la “regeneración democrática” o, mejor dicho, un sucedáneo de la “regeneración
democrática”, una visión muy particular sobre esta idea. Ministros, algunos
cargos públicos y dirigentes populares llevan varias semanas hablando de
regeneración y bajo esta idea están trasladando a la opinión pública propuestas
como la discutible elección directa de alcaldes o la drástica reducción de
aforados. Es verdad que en el Programa Electoral del Partido Popular del año
2011, ignorado en la Comunidad Valenciana y en especial en Alicante, ya se
apuntaban algunas propuestas de regeneración, pero tiene lo suyo que se
acuerden de ello después de tres años de gobierno y que las propuestas hasta
ahora hechas públicas sean tan raquíticas e interesadas.
Hablar
de regeneración tras tres años de gobierno y hacerlo en los términos que se
hace significa que se trata de una respuesta estratégica a los resultados
electorales últimos y que no responde a un íntimo convencimiento de la
necesidad de regenerar nuestro sistema democrático. Hablamos, por tanto, de
tácticas y no de principios políticos, no nos dejemos engañar. Encuesta tras
encuesta, los datos señalan que la mayoría de los ciudadanos se ha distanciado
de los políticos, de los partidos y del propio sistema democrático que ellos
monopolizan y que algunos de ellos corrompen con el silencio cómplice de los
demás, salvo honrosas excepciones. Los ciudadanos demandan fundamentalmente
ejemplaridad, participación y firmeza ante la corrupción. De ninguna de esas
cosas han hablado los dirigentes populares cuando han empezado a levantar la
bandera de la regeneración democrática. Y haciendo un paréntesis no puedo
olvidar un documento del PPCV apoyado por Alberto Fabra, José Ciscar, José Juan
Zaplana y otros líderes regionales del PP en el que se indica textualmente que no
resulta admisible reivindicar la idea de regeneración democrática en el seno
del Partido Popular, para justificar la expulsión de los afiliados
regeneracionistas.
Hay
algo básico y esencial que olvidan los conversos a la regeneración democrática
y es que para promoverla, para intentar convencer a los ciudadanos de la
honestidad y nobleza de sus propuestas hay que tener credibilidad. Nuestro
sistema político, nuestra democracia necesita medidas de regeneración porque
los principales actores del sistema, los partidos políticos, lo han deteriorado,
lo han prostituido porque se han convertido en unas maquinarias burocráticas
que no cumplen con los mandatos constitucionales. La mayoría de los partidos
políticos padecen un fuerte déficit de democracia interna y han dejado de ser
cauce de participación ciudadana. Son organizaciones endogámicas poco
permeables a las necesidades sociales porque su funcionamiento se sustenta en
una clase política privilegiada frente a los ciudadanos. Por ello, la primera
medida regeneradora que debería ser puesta sobre la mesa es la regeneración de
los propios partidos políticos, de los agentes que han de regenerar, a su vez,
el sistema político. Si esa regeneración interna, en este caso del Partido
Popular, apostando por la democracia interna, por el debate interno y la
participación de sus militantes y simpatizantes, por la transparencia en su
financiación, por el cumplimiento de los programas y por el rigor frente a los
aprovechados y corruptos, no se produce de forma previa no pueden tener
credibilidad sus propuestas de regeneración del sistema político. La prueba de
ello es que las dos iniciativas recientemente puestas en circulación no nacen
de un debate interno en el que los afiliados hayan podido discutir y realizar
propuestas, no. Nacen de un gabinete que analiza resultados y encuestas y una
dirección política, un sanedrín, que marca el rumbo y reparte los argumentarios
de arriba a abajo.
Lo
sensato y coherente sería que, una vez arreglada la propia casa por dentro, se
realizasen propuestas de regeneración creíbles. Y dentro de esas medidas, lo
prioritario para la mayoría de los ciudadanos no es, seguramente, cómo se elige
a los alcaldes. Lo más probables es que la mayoría de los ciudadanos apostase por
la ejemplaridad de la clase política, por acabar de una vez con los privilegios
(aforamientos, tributación fiscal especial, ingresos exagerados, pensiones
especiales, etc.) de quienes dicen que creen ahora en la regeneración, y por
cualquier medida para erradicar la corrupción, para exigir responsabilidades
por la mala gestión de algunos, para recuperar el dinero distraído de las arcas
públicas, etc. La corrupción no sólo se combate con leyes, se previene con más
democracia en las instituciones y en los partidos políticos. Regeneración
democrática sí, sucedáneos no.
Santiago
de Munck Loyola
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