Translate

domingo, 3 de octubre de 2010

MIEDO A LA LIBERTAD.


Vivimos en la era y en la sociedad de la comunicación. Gracias a la TV, la radio, los periódicos, revistas e Internet el ciudadano está más y mejor informado que nunca. El más mínimo acontecimiento de interés desarrollado en un extremo de la tierra puede ser conocido en cuestión de segundos en el extremo contrario, a miles de kilómetros. Nunca han existido tantos cauces y medios para que las noticias, las ideas y las opiniones circulen de una parte a otra del planeta. Gracias a ello, hoy el ciudadano de los países desarrollados está, si así lo desea, mejor informado que nunca. La libre circulación de las ideas es una sólida base para el desarrollo de la libertad. Un ciudadano bien informado puede elegir mejor en todos los aspectos de su vida; su capacidad de elección se ve tremendamente ampliada para poder elegir y decidir. No en balde, la libre circulación de ideas siempre ha sido un objetivo a batir por las sociedades totalitarias y por los grupos intolerantes. A menos información, menos capacidad de elección y menos libertad individual y social.

Y me pregunto: en esta sociedad plagada de “autopistas de la información” ¿para qué es necesaria la existencia de los llamados piquetes informativos cuando se desarrolla una huelga? ¿Para informar? ¿Realmente piensan los líderes sindicales que los ciudadanos necesitan ser informados mediante la presencia de grupos de personas a las entradas de los centros de trabajo? Evidentemente, no. Hoy en día, en nuestra sociedad, la existencia de estos piquetes es un verdadero anacronismo, al menos, en cuanto a su denominación.


No nos engañemos, los piquetes no están para informar, ni mucho menos. Están para coaccionar a los ciudadanos. Su razón de ser es lograr el mayor número de adhesiones forzadas a la convocatoria de una huelga, contribuir al éxito de la huelga mediante la coacción, la amenaza y, en no pocas ocasiones, la violencia.

Una huelga convocada con tres meses de antelación para protestar por unas medidas adoptadas por un gobierno, no necesita de más información que la ampliamente proporcionada por los propios convocantes y los medios de comunicación. Y a partir de ahí cada ciudadano debería poder elegir si secunda la huelga o si prefiere ir a trabajar. Pero es evidente que a los sindicatos no les gusta que cada individuo pueda elegir lo que quiera y para impedirlo se emplean a fondo. Tienen miedo a la libertad, ni más, ni menos. Y, si para lograr sus propósitos, el éxito de su convocatoria de huelga, tienen que pisotear la libertad o las leyes, lo hacen. La declaración de uno de los líderes madrileños de la UGT fue muy ilustrativa: “el derecho a la huelga existe, pero no existe el derecho a no hacer huelga”. Y se queda tan ancho.

Causa sonrojo que en algunos municipios se reivindique un aplastante triunfo de la huelga cuando se ha coaccionado a los ciudadanos e incluso desde el Ayuntamiento se han incumplido los servicios mínimos a la comunidad a instancias del poder político. Y qué decir ya cuando algunos piquetes “informativos” son encabezados por el concejal de seguridad ciudadana. A ver qué comerciante cuyo establecimiento es atacado llama y es atendido por la Policía Local.

El 29 de septiembre había muchos motivos para ir a la huelga, es verdad, pero hace dos o tres años también. Sin embargo, los sindicatos convocantes ahora han venido permaneciendo en silencio y apoyando al gobierno cuya política no ha hecho otra cosa que agravar la crisis. Es normal que muchos ciudadanos no quisieran respaldar la convocatoria de unos sindicatos cómplices del gobierno, ahora aparentemente arrepentidos.

Si queda una cosa clara es que la libertad individual debe estar por encima del logro de los objetivos sindicales. No hace falta más información que la que circula libremente en nuestra sociedad. Y, si lo que se quiere es institucionalizar la coacción sindical a las libertades públicas, llamemos a las cosas por su nombre, sin eufemismos: piquetes coactivos y todos nos entenderemos mejor.


Santiago de Munck Loyola.