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lunes, 15 de diciembre de 2014

Carta a los ciudadanos belgas de la Provincia de Alicante.

Lieve buren,

Volgend jaar, in de maand mei, zullen de gemeentelijke en regionale verkiezingen in Spanje plaats hebben. De communautaire burgers die in Spanje verblijven hebben recht aan deze verkiezingen deel te nemen. Om als kiezer of kandidaat deel te nemen is er een noodzakelijke conditie: in de huidige verkiesingstelling, voor 30 december 2014 ingeschreven te zijn. Om het inschrijven in de verkiesingstelling van burgers van communautaire landen, verblijvend in Spanje, moet men een formele verklaring afleggen dat men volontair het recht op de gemeentelijke verkiezingen  in Spanje uitoefent. Men mag zich aanmelden in elke gemeentehuizen, op elk moment, voor 30 december 2014.

“Esperanza Ciudadana” is een nieuwe politieke partij van de provincie Alicante, ontstaan om provinciale belangen te verdedigen en om de politieke korruptie te bestrijden. Wij adresseren U, als belgisch burger verblijvend in de provincie Alicante, om U de belangrijkheid van deze verkiezingen in herinnering te brengen en daar aan deel te nemen om ofwel onze politiek projekt te steunen ofwel van onze partij in uw gemeente deel te maken.

We zijn ter uwe beschikking om U alle noodzakele informatie te bezorgen.

Santiago de Munck

Voorzitter    

Estimé voisin:            
          
L’année prochaine, au mois de mai, des élections municipales et régionales seront célébrées en Espagne. Les citoyens communautaires résidants en Espagne ont le droit de participer aux dites élections. Pour pouvoir participer comme votant ou comme candidat est condition indispensable être inscrite dans lerecensement électoral en vigueur pour ces élections avant le 30 décembre 2014. Pour l'inscription dans le recensement électoraldes citoyens de pays communautaires résidants en Espagne il fault complimenter une déclaration formelle manifestant la volonté d'exercer le droit de suffrage en Espagne dans les élections municipales. La manifestation peut se présenter dans les Mairies de chaque commune à tout moment avant le 30 décembre 2014.
          
“Esperanza Ciudadana” est un nouveau Parti politique de la Province d'Alicante né pour défendre les intérêts provinciaux et pour combattre la corruption politique et nous nous dirigeons à vous, comme citoyen belge résidant à la Province d'Alicante, pour lui rappeler l'importance de ces élections et pour l'encourager à participer dans les mêmes, bien en appuyant notre projet politique, bien en formant partie du même dans sa commune. Nous sommes à sa disposition pour lui offrir toute l'information nécessaire.       
 
Santiago de Munck      
Presidente

domingo, 23 de octubre de 2011

Collège Notre Dame de Basse-Wavre.

Acababa de terminar 4º de bachillerato en el seminario de Alcalá de Henares. Había sido un curso duro entre otras cosas por la disciplina del Centro, muy diferente al ambiente familiar que había vivido en Rozas de Puerto Real. Un día del mes de julio de 1972, mis padres me preguntaron si me gustaría ir a estudiar un año en Bélgica en casa de unos conocidos suyos, la familia Lambot. Me pareció una buena idea pero no estaba seguro. Concertaron una comida con el matrimonio para que les conociese, pero sin mis padres. Un día, cogí el autobús, el 43, y me dirigí al encuentro. Llegué al Hotel Cuzco, en la Plaza de Lima de Madrid, y allí me esperaban Jean Paul y Gabi, el matrimonio Lambot. No fue fácil la comunicación: ellos no sabían nada de español y yo tan sólo conocía algunas palabras en francés. Pero todo fue bien. Acepté y a primeros de septiembre con 14 años recién cumplidos llegué a su casa. Estaba situada en el campo, en un pequeño pueblo llamado Limal.

Y empecé mis estudios, 5º Latín Griego, en el Colegio de Notre Dame de Basse-Wavre. Fue un cambio radical de forma de vida, pero muy aleccionador. Todas la mañanas debía andar, todavía de noche, un par de kilómetros hasta la parada del autobús. Llegaba a Wavre, a la Plaza de la Estación, y debía recorrer andando otros cuatro kilómetros hasta el colegio. Se trataba de un gran y antiguo edificio que, en tiempos, había sido seminario y en el que también había cursado algún año mi padre. El colegio contaba con unos campos de fútbol espectaculares, laboratorios, un moderno gimnasio y aulas audiovisuales para los idiomas. Había también alumnos en régimen de internado. En la clase éramos 23 alumnos y contábamos con un tutor, el padre Cornet. Los primeros meses fueron muy duros. A la lejanía familiar tenía que añadir la dificultad del idioma y unos hábitos escolares completamente distintos. El rigor y la disciplina eran las características básicas del colegio.

Teníamos clase de lunes a sábado por la mañana y por las tardes de lunes a viernes, excepto los miércoles. Casi la mitad de los alumnos acudía en bicicleta al colegio y muchos de ellos acudían los sábados por la mañana con su uniforme Scout pues al terminar se iban a las actividades de su Grupo Scout. A mediodía las clases se interrumpían para comer. La mayoría llevábamos unos sándwich y lo acompañábamos con una sopa de verdura, siempre la misma, que nos daban en el comedor. Los miércoles a las 8 de la mañana teníamos natación en la Piscina Municipal. La puntualidad era estricta. No se podía entrar en clase si había empezado sin antes ir al despacho del “prefecto” quien, si encontraba razonables las explicaciones sobre la causa del retraso, te entregaba una autorización para entrar en clase.

Para entrar en clase debíamos formar en el patio en dos filas dejando una baldosa libre entre nuestros pies y el de delante y a la indicación del profesor subir en silencio a clase. Los bolígrafos estaban prohibidos, había que usar estilográfica. Cada uno teníamos una agenda en la que debíamos anotar las tareas para casa de ese día y de cada asignatura. En casa nos la tenían que firmar cada día. Los sábados por la mañana se la entregábamos al tutor quien nos la devolvía el lunes a primera hora debidamente revisada. Todos los días nos preguntaban por escrito la lección en unas fichas. Las fichas evaluadas nos las entregaban los sábados por la mañana y el lunes las teníamos devolver con las firmas de los padres. Cada 15 días un examen de las materias dadas. Cada mes un examen de todo lo estudiado hasta la fecha y al finalizar el curso otro examen total. Y las notas consistían en la acumulación de puntos de cada ficha o cada examen de modo que al acabar el curso a lo mejor había que reunir 2.500 puntos para aprobar una materia. Era una evaluación permanente que exigía trabajar a diario y no bajar la guardia. Durante el primer trimestre me permitieron hacer las fichas y los exámenes en español, pero enseguida dejé de hacerlo. Memorizaba las lecciones en francés aunque no terminase de comprenderlo y las escribía, así fui aprobando. Nunca había tenido que ejercitar tanto la memoria. Había asignaturas como geografía o las ciencias naturales en las que no se usaban libros de texto. Las materias se iban desarrollando a través de un sistema de participación colectiva, aportando experiencias y redactando los textos de la propia asignatura. Me eximieron de las clases de inglés y de holandés pues no podía llegar al nivel de los demás.

Guardo un especial recuerdo del tutor, l’abbé Cornet, siempre serio y exigente que nos enseñaba latín y gramática francesa y del profesor de griego, Mr. Royer, hombre muy culto y alegre. Philippe Henry, Paul Têcheur, Vincent Lohisse, Patrick Proot fueron mis mejores amigos y excelentes compañeros de clase. También recuerdo a otros compañeros como Pascual, Fanelli, Lartigue, Berlier, etc. Todos ellos me ayudaron a integrarme, a conocer mejor la mentalidad y hábitos belgas y fueron muy pacientes con mis dificultades iniciales con el idioma.

Aquel curso, 1972-1973, fue realmente especial. Adquirí conocimientos, hábitos y técnicas de estudio nuevas que me permitieron continuar el bachillerato en España con una mejor base. ¡Qué diferencias de mentalidad respecto al sistema educativo español! El Colegio de Notre Dame de Basse-Wavre era un gran colegio y supongo que lo seguirá siendo. El pasado mes de marzo volví por allí y visto desde fuera parece que nada ha cambiado en 40 años.

Santiago de Munck Loyola

lunes, 1 de agosto de 2011

El idioma como arma arrojadiza.

Dígase lo que se diga, lo cierto es que los conflictos lingüísticos han estado a la orden del día durante los últimos años. Una gran parte de la clase política ha venido negando reiteradamente la existencia de problema alguno en torno al uso de los diferentes idiomas que coexisten en nuestra nación. Colaboradores necesarios en esta tarea de proclamar una absoluta calma en este tema han venido siendo una gran parte de los medios de comunicación. Y si en alguna extraña ocasión ha sido noticia que se multe a alguien por rotular en español en Barcelona o por no poder educar a sus hijos en su lengua materna o por no ser atendido adecuadamente en su idioma por parte de una administración, se ha considerado como un caso aislado, como una excepción en el inexistente oasis de la tolerancia de algunas autonomías.

El idioma propio, su uso, su potenciación y su imposición ha sido siempre un instrumento de los políticos nacionalistas y de sus imitadores. El credo nacionalista se sustenta fundamentalmente en la exaltación de lo particular, de lo propio como signo diferenciador y como elemento de autoafirmación frente a lo considerado extraño. Basta ver lo que está ocurriendo en Bélgica donde el francés está siendo laminado en Flandes para ser sustituido por el inglés en la enseñanza obligatoria. Décadas de un enriquecedor bilingüismo y, en muchos casos, trilingüismo están siendo arrinconadas por un más que rancio y estrecho nacionalismo.

En nuestro país, este afán nacionalista termina por tratar de eliminar y excluir del entorno social a cualquier elemento considerado extraño, ajeno, sean los toros, las castañuelas o el español. Por ello, lamentablemente, la necesaria revitalización de las lenguas vernáculas cuando es emprendida por los nacionalistas lleva aparejada un empobrecimiento de la educación y formación de quienes sufren sus imposiciones, es decir, una pérdida progresiva en el manejo de una de las lenguas más importantes del mundo, el español.

La coexistencia en condiciones de igualdad del español con las demás lenguas españolas debería ser un principio básico y perfectamente garantizado por todos los poderes públicos y no lo es. Al igual que debería garantizarse por Ley la libertad de elección de la lengua, sin discriminación alguna, en las relaciones que los ciudadanos podamos mantener con las diferentes administraciones. Sin embargo, la realidad, pese a los silencios de cierta prensa y los deseos de algunos políticos, dista mucho de una situación pacífica y exenta de conflictos. La realidad nos muestra que en algunos municipios de Alicante, hay padres con dificultades para poder escolarizar a sus hijos en español. La realidad nos muestra que, en algunas administraciones, tiene más valor para acceder a una plaza de médico saber catalán que los propios conocimientos en medicina. La realidad es que no se rotula en los dos idiomas, español y valenciano, en todas partes: podemos ver carteles sólo en español o sólo en valenciano. Hace poco, el Sindic de Greuges, Sr. Cholbi, acaba de recriminar al Ayuntamiento de Alicante por no rotular en valenciano también un cartel del nuevo centro comunitario del Garbinet. Y lo mismo vale para los vehículos del Tram, Sr. Cholbi, que sólo están rotulados en valenciano y no en español.

Va siendo hora de poder enfocar el uso de los idiomas fuera de la perspectiva política y al margen de las pretensiones de los nacionalistas. El conocimiento y el uso de diferentes idiomas sólo pueden concebirse como un elemento más del enriquecimiento cultural y de la dignificación de la persona. Si los nacionalistas quieren caer en el mismo error de los franquistas persiguiendo un idioma, allá ellos, pero los demás deberíamos hacer un serio esfuerzo por apostar por la tolerancia y la diversidad cultural.

Santiago de Munck Loyola


martes, 15 de marzo de 2011

Bélgica.

Hijo de padre belga y madre española, nací en Amberes, Bélgica. A los pocos meses de nacer, mis padres se instalaron en España y a los 13 años cursé un año de Bachillerato allí, en Basse - Wavre. Y, sin embargo, a pesar del poco tiempo que he vivido allí, cada vez que vuelvo no me siento un extraño en aquella tierra. Es una sensación extraña, pero las calles de sus ciudades, los paisajes y sus gentes siempre me despiertan un sentimiento de pertenencia, de familiaridad que, inevitablemente, me asombra y complace.

Hace unos días he tenido que volver y esta vez no por placer, sino para decir el último adiós al hermano mayor de mi padre, mi tío Jean Marie de Munck. No ha sido hasta los últimos años cuando he tenido la oportunidad de conocerle mejor. Casado, padre de cuatro hijos, viajero infatigable con su caravana, jurista, hombre de negocios, político profundamente liberal, con un acusado sentido del humor, profundamente crítico con la sociedad actual y belga hasta la médula. En sus palabras siempre traslucía una gran desconfianza hacia la administración pública y entendía que el crecimiento y desarrollo de políticas proteccionistas del estado de bienestar terminaba por estrangular la responsabilidad del individuo.

Hoy, Bélgica, su querida Bélgica, lleva más de nueves meses sin gobierno tras las elecciones generales de 13 de junio de 2010. Las diferencias territoriales entre flamencos y valones impiden la consecución de acuerdos que permitan la formación de un ejecutivo sólido y estable. Pese a ello, todos los indicadores económicos empiezan a señalar notables mejorías en la economía belga: reactivación del sector inmobiliario, descenso del desempleo, etc. Lo que permite a un cada vez mayor número de ciudadanos plantearse la necesidad o no de mantener a tantos y a tantos políticos. Si el país funciona bien sin gobierno ¿para qué hace falta un gobierno?

Bélgica cuenta hoy con un enrevesado conglomerado de administraciones territoriales con competencias cruzadas fundamentadas en la aplicación de derechos a los territorios, no a las personas. Sorprende sobremanera que esa preeminencia de la atribución de derechos al suelo y no a las personas se lleve al extremo de imposibilitar la existencia de partidos políticos de ámbito nacional y de impedir la libre asignación del voto en los comicios. En algunos municipios, por ejemplo, con una amplia mayoría vecinal francófona pero enclavados en territorio flamenco prima la voluntad de la minoría creándose conflictos de difícil solución sin poner a prueba la innegable capacidad negociadora de los belgas.

Muchas veces parece que en España hemos optado por imitar todo aquello que en otros sitios, como en el caso belga, ha demostrado su inoperancia e ineficacia. Es evidente que muchos se encuentran muy a gusto siendo cabezas de ratón que colas de león. Su particularismo, su provincianismo no es más que un disfraz perfecto para encubrir su verdadera falta de talla. Lo sorprendente es que quienes afirman que la tierra no es de nadie, solo del viento, son los primeros en promover y aplaudir la construcción de vallas y empalizadas para que los mediocres gocen de su pequeño reino.


Santiago de Munck Loyola