En medio del descrédito
generalizado de los partidos políticos y de la clase política, se ha puesto en
marcha en las redes sociales una iniciativa de recogida de firmas para que los
partidos, sindicatos y patronales vivan exclusivamente de sus ingresos y no de
las subvenciones públicas (https://www.change.org/es/peticiones/que-partidos-sindicatos-y-patronal-vivan-de-la-x-en-la-declaraci%C3%B3n).
Esta iniciativa popular no podía ser más oportuna y coincide con un creciente
número de voces que reclaman la regeneración de nuestra democracia. Hay que ser
conscientes de que no es posible regenerar nuestro sistema democrático sin el
requisito previo de la regeneración de sus actores principales, es decir, de
los partidos políticos. Y no son pocos los problemas y deficiencias que aquejan
a los partidos políticos en general.
Entre estos problemas están el
déficit de democracia interna que se refleja en un procedimiento piramidal
inverso en la renovación periódica de sus estructuras, un sistema de
financiación poco transparente, sustentado fundamentalmente en la percepción de
subvenciones públicas y de donativos de empresas vinculadas a las grandes
contrataciones públicas y no en las cuotas de sus afiliados, una parasitación
de las administraciones públicas convirtiéndose en agencias de colocación de
amigos, una gran distancia de los dirigentes respecto a los ciudadanos, o una
ausencia de ejemplaridad de buena parte de la clase política instalada en
privilegios fiscales, sociales y económicos. Sin embargo, prácticamente todos
los problemas que aquejan a los partidos políticos tienen su raíz última en el
fuerte déficit democrático interno. Los liderazgos artificiales, las
indefiniciones ideológicas y la consecuente acomodación a las circunstancias
coyunturales alejándose de los principios ideológicos, los incumplimientos
programáticos y la profesionalización de la política en el peor sentido del
término tienen su causa en el incumplimiento del mandato constitucional del
funcionamiento democrático interno de los partidos políticos. La adhesión
desinteresada y entusiasta del militante ha ido siendo sustituida de forma
progresiva por la mercantilización de los cuadros de los partidos, el debate
interno por las consignas y los argumentarios, la contribución de profesionales
experimentados en la sociedad civil por la colocación de medradores sin
formación ni experiencia que terminan ocupando los cargos públicos por
designación superior. Y todo ello,
porque la militancia, que no es otra cosa que un reflejo parcial de la sociedad,
se ha convertido en un elemento perfectamente prescindible ya que no es
necesaria ni su aportación económica ni personal para el éxito electoral.
Hace tan sólo unas semanas, se
produjo un debate entre la Secretaria
General del PP, Mª Dolores de Cospedal, y el eurodiputado
Popular, Alejo Vidal Cuadras, en torno a la democracia interna. Uno de los
argumentos usados para medir la menor o mayor democracia interna de los
partidos políticos era el número de compromisarios o delegados de los
militantes en los congresos nacionales de las formaciones políticas. ¡Ridículo!
Los partidos políticos y nuestras instituciones representativas siguen ancladas
en los modelos de representación esbozados siglos atrás. Lo que, con muchos
matices, podría seguir siendo aplicable a las instituciones representativas que
han de debatir, dialogar, consensuar y finalmente tomar decisiones en nombre
del cuerpo electoral que, por operatividad, no podía ser consultado de forma
continua para tomar decisiones y, por ello, delegaba su soberanía mediante el
mandato a sus representantes, no lo es para algo tan simple como es elegir,
cada cierto número de años, a los dirigentes de un partido político.
Hoy en día, cuando a través de
Internet podemos hacer la declaración de la renta, promover actos
administrativos o firmar electrónicamente documentos oficiales ¿para qué
necesita un afiliado de un partido político que alguien, en su nombre, elija al
líder del mismo? Lo cierto es que los militantes de un partido político no
necesitan ni delegados ni compromisarios para elegir a sus líderes porque
cuentan con nuevas herramientas a su servicio para manifestar su voluntad, para
ejercer su soberanía en cualquier momento y en cualquier lugar. Ni siquiera los
necesitan para aprobar las ponencias y demás documentos que suelen someterse a
votación en estos eventos. Hasta hace poco, era evidente que en el Congreso o
en la Asamblea de un partido político con decenas o cientos de miles de
afiliados fuese imposible que todos asistiesen para ejercer su derecho político
de participación y de elección y que, por tanto, tuviesen que elegir delegados
para que en su nombre actuasen. Hoy ya no es necesario. Hoy es técnicamente
posible que los afiliados de un partido político se inscriban para participar
en los congresos o asambleas a través de la red, que participen en la
elaboración de propuestas y, lo que es más importante, en la elección de sus
líderes locales, regionales o nacionales sin necesidad de ningún intermediario,
sin ningún filtro, ejerciendo directamente su voto. Y lo mismo es perfectamente
aplicable para que los afiliados puedan elegir a sus candidatos en los
distintos procesos electorales. Si los partidos políticos no ponen en marcha
las nuevas herramientas participativas no es por dificultades técnicas, es por
miedo a la democracia directa, por el temor de sus cúpulas y de sus burocracias
internas a la pérdida del control de unas poderosas organizaciones, todavía
necesarias, pero alejadas de la idea de servicio al ciudadano.
La recuperación de la confianza
ciudadana pasa necesariamente por la promoción de la regeneración democrática
de las instituciones y ésta por la regeneración de los partidos políticos. La
primera tarea debería ser su puesta al día, su actualización en sintonía con
las aspiraciones y objetivos de sus militantes y eso sólo puede lograrse con
más democracia interna, con más calidad democrática. Hoy no existe ningún
obstáculo ni ningún argumento político de peso que impida pasar de la
democracia interna representativa a la democracia interna participativa. Es
hora, guste o no a algunos, de promover en los partidos y en las demás
asociaciones de peso institucional lo que algunos han venido en llamar la
democracia interna 3.0. No hacerlo, aferrarse a la defensa numantina de unos
modelos caducos y trasnochados, será poner puertas al campo. Una pérdida de un
tiempo precioso.
Santiago de Munck Loyola