Corren
tiempos difíciles para los políticos y para la política, en general. Siempre ha
existido una cierta versión ciudadana hacia todo lo que tuviera que ver con la
política y esta aversión se ha convertido en los últimos tiempos en rechazo.
Así parece que lo señalan las encuestas cuando la clase política, los partidos
políticos o las instituciones obtienen una baja valoración y adquieren la
consideración de “problemas” a los ojos del ciudadano. A ello contribuye, sin
duda, el hecho de que la corrupción, otro de los problemas señalados en dichas encuestas, esté
vinculada inevitablemente a los repudiables comportamientos de algunos
políticos que, por extensión terminan salpicando al conjunto de la clase
política. Y, sin embargo, la política forma parte de nuestra vida, es algo
inevitable. La política engloba toda una serie de reglas y comportamientos
encaminados a la consecución del poder que es el instrumento con el que podemos
dirigir y transformar nuestra sociedad. El ejercicio del poder sin una vocación
transformadora carece de sentido, al igual que carece de sentido hacer política
si no se aspira a la consecución del único instrumento transformador, el poder.
Por ello, no se debe “estar” en política sin más, se debe “hacer” política para
alcanzar el poder y quien carece de ambición transformadora, carece de
auténtica vocación política. La vocación política es una vocación de servicio a
los demás, a la sociedad.
Por
ello, llama mucho la atención que ante el proceso electoral del PP de la ciudad
de Alicante, todos los candidatos a presidir las distintas Juntas de Distrito
hayan terminado por ceder a las presiones del la Dirección Provincial y hayan
terminado por no presentar sus candidaturas. Es verdad que todo este proceso
electoral interno ha sido desde el primer día una chapuza inmunda que, tal y
como algunos habíamos vaticinado, ha terminado por convertirse en una farsa.
Una farsa destinada a controlar al PP de la ciudad por los mismos que controlan
un Ayuntamiento bajo sospecha judicial. Pero ello ha sido posible por la
cesión, la sumisión, la obediencia indebida o la cobardía de muchas personas
que han sido incapaces de decir en público lo que en privado murmuraban.
Miente, una vez más, el Sr. Ciscar, el Presidente Provincial, cuando dice que
el resultado de esta farsa ha sido fruto del consenso. Miente a la opinión
pública sin ruborizarse a pesar de que, como señalan algunos medios de
comunicación, la mitad del PP de Alicante no ha querido contribuir a esta
pantomima. La mentira y la corrupción son términos equivalentes a la hora de
calificar la ética del político. El corrupto es mentiroso y el mentiroso puede
terminar siendo corrupto.
Pues
bien, la incomprensible retirada de quienes aspiraban a gobernar el troceado PP
alicantino deja en evidencia la naturaleza de su propia ambición política, del
deseo transformador, en este caso de un cadavérico PP, de los frustrados
aspirantes. Con su renuncia han dejado claro su deseo de “estar” en política,
de seguir aunque sea de forma bastante indigna en política y no de “hacer”
política que es lo mínimo que se debe pedir a quien aspira a cualquier
liderazgo. Todo parece indicar que han sacrificado su vocación política a
cambio del mantenimiento de su cómodo estatus. Mejor no competir por temor
primero a perder frente al aparato y después a perder su actual situación. En
un partido auténticamente democrático nadie debería temer a competir por el
liderazgo, ni nadie debería confundir la libre concurrencia con una hipotética
división. Es significativo que ninguno de los cinco Presidentes de las Juntas
de Distrito proclamados provisionalmente, y a la espera del fallo judicial que
se conocerá dentro de unos días, ha sido capaz de presentar ni una sola línea,
ni una sola idea del proyecto político que desea para su distrito y para el
partido. ¿Para qué? Ni saben, ni pueden, ni quieren. No lo necesitan por venir
de donde vienen ni para ir a donde van. Solo quieren “estar” en política para
servir a lo que sirven, algo más bien poco edificante.
Son
situaciones como éstas las que contribuyen al alejamiento y al rechazo de los
ciudadanos hacia todo lo que huela a política. Se transmite la imagen de que
todo es un pasteleo que se desarrolla entre unos pocos. Pero no debería ser
así. No es bueno que sea así porque la política no es ésto. La política es algo
mucho más noble y hermoso. La política es patrimonio del conjunto de los
ciudadanos quienes debemos recuperar nuestro protagonismo y no dejar que siga
siendo usurpada por cobardes, por paniaguados, vividores y parásitos. Los
ciudadanos debemos, si deseamos cambiar las cosas, ponernos en movimiento,
actuar con valentía y recuperar el protagonismo que nos pertenece. Los
ciudadanos somos, cada uno a nuestra manera, políticos y podemos desplazar a
quienes se valen de la política para que nada cambie, sobre todo sus
privilegios. Lo que ocurre en los partidos importa; lo que hacen o dejan de
hacer en nuestro Ayuntamiento, en nuestra provincia, en nuestra Comunidad
Autónoma o en el Estado, importa y mucho. No debemos mirar para otro lado. No debemos
conformarnos con criticar o con abstenernos cuando llegue la hora. Los
ciudadanos podemos y debemos cambiar las cosas. Hay muchas opciones para ello y
pronto habrá más porque cada día hay más ciudadanos valientes en movimiento.
Santiago
de Munck Loyola