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martes, 19 de marzo de 2013

El Papa Francisco.



Cuando ya ha transcurrido una semana desde la elección del Papa Francisco se van calmando las agitadas aguas informativas y la cascada de elogios y críticas que inundó las redes sociales. La elección del Cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, de 77 años, ha sido una sorpresa que ha dejado en evidencia los vaticinios de los expertos vaticanólogos. Lo cierto es que no ha acertado ninguno. El rápido resultado del Cónclave ha sorprendido a propios y a extraños y supone el inicio de un nuevo período en la vida de la Iglesia Católica en el que muchos depositan grandes esperanzas de cambio y renovación.

El Papa Francisco es el primer Papa americano de la historia de la Iglesia. Proviene de un continente (el fin del mundo, como él mismo dijo) en el que viven casi la mitad de los católicos existentes en el mundo, herencia de la colonización española y portuguesa fundamentalmente. Desde el primer momento, parece que el Papa Francisco quiere señalar un camino distinto al de los últimos años. Ya la elección de su nombre, en recuerdo a San Francisco de Asís, el santo de los pobres, es una clara referencia de sus prioridades como lo es también su llamamiento inicial a una Iglesia pobre y para los pobres. Sus gestos de humildad, de sencillez, de cercanía y de bondad no son simples escenificaciones del momento, sino que a la luz de su trayectoria se corresponden perfectamente con lo que ha sido hasta hora su forma de vivir y su pastoral. Sus inicios en la sede de Pedro son más propios de un Párroco, de un Obispo consagrado a su diócesis que de un Papa a la antigua usanza, lo que contrasta bastante con la imagen más fría y distante que se percibía de su predecesor, el Papa Benedicto XVI. Me recuerda bastante al Papa Juan Pablo I por su sencillez, su talante y sus primeras preocupaciones sociales expresadas públicamente.

Este Papa, al igual que los anteriores, no resulta indiferente a quienes se declaran ateos y abiertamente enemigos de la Iglesia. Es sorprendente comprobar cuánto se agitan y cómo se pronuncian sobre lo que los Católicos hacen o dejan de hacer. Y, en esta ocasión, no han perdido el tiempo en las redes sociales llevando sus críticas al nivel de calumnias y de disparates. Ya se despacharon a gusto calificando a Benedicto XVI de nazi obviando el hecho de que el régimen nazi obligó al ingreso en las juventudes hitlerianas a todos los seminaristas del país en 1939, cuando Joseph Ratzinger contaba con solo 12 años de edad. Ahora, a las pocas horas de la elección del Papa Francisco, los de siempre, se apresuraron a inundar las redes sociales con toda clase de supuestas informaciones sobre el recién elegido Papa vinculándole directamente con la criminal dictadura argentina o atribuyéndole frases falsas, tal como se ha demostrado, sobre la condición femenina. He llegado a ver en Factbook fotos de un prelado junto al dictador Videla diciendo que era el actual Papa y cuando alguien se atrevía a escribir que no se parecía a él y que por edad no podía tratarse de la misma persona, los difusores de tales patrañas se apresuraban a decir que daba lo mismo, que bien podía haber sido él. Resulta sorprendente la falta de rigor intelectual, la ausencia de principios éticos y el abuso de la crítica zafia y facilona con la que los enemigos de la Iglesia se prodigan en las redes. Una cosa es la crítica y otra muy distinta es la mentira pura y dura. Es evidente que este Papa tiene un pensamiento conservador en muchos aspectos, sobre todo los morales, que bien podrían servir de crítica para quienes postulan unos planteamientos distintos, más progresistas. Crítica que, por otra parte, estarían más legitimados para ejercer quienes por pertenecer a la propia Iglesia se podrían ver más afectados por la aplicación de dicho pensamiento que aquellos a quienes, declarándose ateos o anticlericales, lo que diga o piense un Papa ni les va, ni les viene. Pero no, no es así, esta izquierda totalitaria y totalizadora va por el mundo impartiendo carnets de ciudadanía, diciendo a los católicos lo que tienen o no que hacer, lo que deben o no pensar y lo que es bueno o malo. Lo hacen siempre en el terreno político, en el económico, en el social y hasta en el religioso.

Si algo enseña la vida es que cuanto más se excitan estos materialistas dogmáticos es que mejor lo está haciendo la Iglesia y, sinceramente, la primera impresión que uno se lleva tras esta semana es que los electores han acertado con el Papa Francisco. Ojala sea así. Tiene por delante un difícil camino, una dura tarea para la que contará, sin duda, con las oraciones de todos los creyentes.

Santiago de Munck Loyola