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miércoles, 5 de mayo de 2021

Se va el caimán pero sus crías se quedan.


Una semana después de haber comprometido su palabra ante Ferreras y ante los telespectadores del programa ”Al rojo vivo” de la Secta, afirmando que "pase lo que pase" en las elecciones autonómicas de Madrid seguiría liderando Podemos y que “yo estaré allí donde me coloquen los ciudadanos", Pablo Iglesias ha dimitido, no tomará posesión del escaño en el que los madrileños le han colocado y ha cogido las de Villadiego para esconderse, según algunos medios, bajo las faldas del independentista Roures con su pensión de 5.316 € al mes. 


Pablo Iglesias, alias Pablenin, el Rata, el Chepas o el Marqués de Galapagar no podía acabar su carrera política de otra forma que no fuera mintiendo porque todo en él ha sido, desde el principio hasta el final, una pura farsa.

 

Fue muy hábil para subirse a la ola del 15M de 2011 surgida a causa de la indignación que el bipartidismo y las políticas del Gobierno de Zapatero provocaban en amplias capas de la población. Y supo apropiarse en gran parte de ese discurso y capitalizar a su favor ese descontento impulsando así la entrada de Podemos en las instituciones.

 

Durante años, al amparo de una financiación más que sospechosa y con la colaboración de algunos medios de comunicación, se dedicó a pontificar, laicamente se entiende, urbi et orbi, a dar lecciones de ética y moral, a fustigar y a condenar a sus adversarios políticos encuadrándoles además en la llamada “casta”. Nadie se libró de su lengua viperina. Descalificó a diestro y siniestro. Sólo él y los suyos eran ángeles bondadosos, desinteresados, ejemplares y casi, casi virginales.

 

Sin embargo, poco a poco fue quedando al descubierto su discurso falsario. En cuanto la moqueta le fue proporcionando seguridad política su verdadero rostro fue quedando al descubierto y su verdadero discurso afloró. Los comunistas en la oposición siempre han hablado en nombre de la democracia, cuando lo cierto es que en su estrategia la democracia solo era un instrumento para implantar la dictadura del proletariado, que en realidad era la dictadura de la élite del partido que nunca había pisado una fábrica. Y Pablo Iglesias siempre ha sido un comunista, con todo lo peyorativo que ello implica. Un comunista amigo de los filoetarras, de los asesinos etarras, de los violentos antisistema, un compañero de viaje de los independentistas de izquierdas, de los enemigos de España, un aliado  y embajador de la narcodictadura venezolana, un enemigo de las libertades, en especial de la libertad de información, un experto en manipulación, un mediocre actor lacrimógeno, un chuleta político obsesionado con las referencias sexuales (el macho alfa, el protector de mujeres indefensas, el subyugado por la violencia viril,..) y, ya en campaña electoral, ha exhibido como nunca su discurso de odio y división, su reconocimiento hacia la violencia contra el adversario político, sus descaradas y hasta infantiles mentiras como la del taxi al debate o la ocultación de la detención de sus escoltas que agredieron en Vallecas a los Policías dirigidos por el Gobierno del que su propia compañera forma parte.

 

Pablo Iglesias se va, se marcha de la política, lo hace bien forrado y seguramente por una puerta giratoria. Se va un personaje siniestro, un provocador que ha puesto en riesgo la convivencia pacífica, que ha propagado el odio, el rencor y el enfrentamiento, que no cree en la democracia partidista, ni en la reconciliación entre los españoles construida en la transición. Sin embargo, la alegría que esta noticia debe provocar en cualquier demócrata no puede, en modo alguno, hacernos olvidar que ha dejado plantada su semilla. La ultraizquierda tiene ahora dos cabezas en Madrid, la de Podemos en franca descomposición  y la de Más Madrid que no es otra cosa que una versión camuflada, más estética pero tan peligrosa para las libertades y la pacífica convivencia como la de Podemos. Y si no, al tiempo. Lo veremos. El Caimán se va para Barranquilla, pero sus crías ya chapotean por el Manzanares.

 

Santiago de Munck Loyola

sábado, 20 de agosto de 2011

JMJ 2011: Un éxito.

No cabe la menor duda de que el desarrollo de las Jornadas Mundiales de la Juventud está siendo un verdadero éxito de sus organizadores y, como no, de los participantes en las mismas.  Más de un millón de jóvenes peregrinos, cientos de miles en todo caso, venidos de todos los rincones del mundo, inundan estos días las calles de Madrid soportando un calor asfixiante y algún que otro incidente promovidos por los intolerantes de siempre.
La noticia está ahí, en la participación y presencia de estos cientos de miles de peregrinos que en uso de su libertad de conciencia han acudido a la llamada de la Iglesia para desarrollar un encuentro de compromiso y de Fe. Los jóvenes católicos lo están haciendo en un clima de alegría desbordante, de simpatía, de valentía, de amistad y de camaradería que para si quisieran muchas otras organizaciones.
La noticia está también en el enorme poder de convocatoria de la Iglesia y en la indiscutible capacidad de movilización y en la incomparable capacidad de organización de la misma, sustentada sin ningún género de dudas en las aportaciones voluntarias materiales y humanas de los miembros de la Iglesia Católica. Decenas de actos desarrollados tras meses de preparación y ejecutados con una precisión asombrosa ponen de manifiesto una excelente planificación y una coordinación difícil de igualar.

Las JMJ han convertido a Madrid y a España, durante estos días, en el centro informativo de todo el Mundo, trasladando una imagen una imagen positiva de nuestra sociedad tan solo empañada por la actitud de los intolerantes que, a pesar de haber intentado convertirse en noticia, tan sólo han logrado ser anécdotas en un acontecimiento tan importante.

Estos cientos de miles de jóvenes de peregrinos que han pagado por inscribirse en las Jornadas entre 30 y 210 € son, con su mochila pagada que no regalada, un ejemplo de civismo y de comportamiento envidiables. Han sufrido insultos, vejaciones, agresiones y descalificaciones por el simple hecho de reunirse a compartir unos días y de ejercer uno de los derechos más elementales y básicos del ser humano, la libertad religiosa. Y han venido a hacerlo a una nación cuyo Estado garantiza constitucionalmente ese derecho y  cuya población está compuesta según señala el CIS en su última encuesta por un 72 % de ciudadanos que se declaran católicos. Es decir que han venido a una Nación cuyo Estado se sostiene principalmente con los tributos que los que se declaran Católicos pagan.

Quedan pocas horas para que las Jornadas Mundiales de la Juventud del año 2011 terminen y estas horas finales constituirán seguramente un broche de oro para este gran acontecimiento. Y para todos los organizadores y los participantes en las mismas mis mejores deseos y mi modesta gratitud por su ejemplaridad.

Santiago de Munck Loyola.

lunes, 18 de abril de 2011

GALLARDÓN CALIENTA A DIESTRA Y A SINIESTRA.

Si hay algo que caracteriza al Alcalde de Madrid es que la mayor parte de sus intervenciones públicas no suelen pasar desapercibidas. En esta ocasión, Alberto Ruiz Gallardón ha abierto una polémica al anunciar su intención de proponer al Partido Popular que incluya en el programa electoral la creación de una Ley que faculte a los Ayuntamientos para poder retirar de la vía pública a los “mendigos”, es decir, facultar a los ayuntamientos para que puedan llevar a albergues, siempre y cuando cuenten con los medios económicos para ello, a las miles de personas que en nuestro país duermen en los parques, debajo de los puentes, en los callejones o en los cajeros automáticos, en condiciones de absoluta miseria y en medio de la general indiferencia.

Enseguida se han alzado voces críticas. De una parte, algunos compañeros de Partido que le tienen “ganas” al Alcalde de Madrid. De otra, los adversarios ideológicos del Partido Popular que se ha apresurado a lanzar sus diatribas contra el Alcalde de Madrid, contra el Partido Popular y contra todo aquello que sea sospechoso de desviacionismo de lo políticamente correcto.

«La libertad individual de los ciudadanos es lo primero para el PP», ha dicho Dª Ana Mato, vicesecretaria general de Organización, rechazando la propuesta del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón. Supongo que en los últimos años algo habrá aprendido Dª Ana, pues aún recuerdo con vergüenza ajena la ignorancia de la que hizo gala en cierta ocasión en la que debía explicar a un grupo de militantes la reforma del IRPF del gobierno de Aznar y no sabía distinguir los conceptos elementales de dicho tributo. Sus chascarrillos de rueda de prensa no valen como argumentos sólidos. Por su parte, como no, la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, discrepó: «No me gustan las prohibiciones». Supongo que la libertad individual de la mayoría de los ciudadanos también cuenta para el PP. No creo que se trate de prohibir por prohibir, pero en toda sociedad democrática hay reglas que deben obligar a todos. Uno no puede, aunque le apetezca, ir desnudo por la calle, ni acampar en un parque público, ni bañarse en la fuente de Los Luceros o en la Cibeles, ni montarse una barbacoa en la Explanada o en el Paseo de Recoletos y del mismo modo uno no puede dormir donde quiera o donde pueda. Es evidente que se trata de un tema espinoso. No todo aquel que duerme en la calle, que hace sus necesidades en cualquier sitio lo hace por las mismas razones que los demás. Hay gente que se ve en la calle porque ha perdido el piso o porque se encuentra con problemas psicológicos o porque el alcohol o las drogas han minado su personalidad o por mil razones diferentes. Pero una sociedad que se precie no puede mirar para otro lado, no puede seguir en la indiferencia. Tiene que tomar medidas porque la libertad individual no es ilimitada.

Para la ministra de Sanidad, Leire Pajín, el movimiento de Ruiz Gallardón es «populista y estético», y critica al consistorio madrileño por no incrementar las «medidas inclusivas» para los mendigos. Los datos cantan, aunque la insigne ministra no los conozca: desde que su partido gobierna el número de españoles bajo el umbral de la pobreza ha crecido sin parar, al igual que el número de los sin techo hasta el punto de que los albergues municipales no dan abasto, como tampoco lo dan los comedores de Caritas. No es una cuestión de estética, ni de populismo (sabrá ella lo que es populismo) es una cuestión de solidaridad. Claro que, puestos a terciar en la polémica, no han podido faltar los osados ignorantes de izquierdas que se han apresurado a comparar la propuesta con la “franquista” la ley de vagos y maleantes, cuando lo cierto, como ya ha recordado por el propio Gallardón, es que dicha ley fue aprobada en agosto de 1933 por un gobierno con participación socialista. Y para qué mencionar las declaraciones del procastrista Llamazares que acusa al regidor madrileño de no ir contra las causas que provocan la mendicidad.

Podrá ser o no oportuna la medida propuesta por Gallardón, pero nadie puede negar de que se trata de una propuesta valiente que intenta abordar un problema real, de muy complejas causas y en el que no cabe una solución simple. El debate está abierto y algo hay que hacer. Lo que es indudable es que los Ayuntamientos tienen la obligación moral y política de atender a los más necesitados y que para ello necesitan muchos más recursos que el Estado les niega, como también es indudable, al menos para mi, que no todo se puede hacer, que no todo puede estar permitido o tolerado en una sociedad en la que la convivencia debe ser preservada.

Santiago de Munck Loyola