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martes, 27 de julio de 2010

RIVAS. LA IZQUIERDA “TOLERANTE”.

Rivas-Vaciamadrid es un municipio sociológicamente escorado a la izquierda, bastante más que la media nacional. Quizás se deba a sus orígenes vinculados a las cooperativas de UGT y CCOO pero lo cierto es que el voto de la izquierda en el municipio no ha bajado nunca del 61 % en elecciones generales, ni del 66 % en convocatorias municipales. Por el contrario, el mejor resultado electoral del Partido Popular se produjo en las generales el año 2000 rebasando a penas el 36 % y en 1995 en las municipales logrando poco más del 30%. Este hecho refleja claramente la composición sociológica del municipio y se pone de manifiesto en multitud de facetas de la vida cotidiana. Los medios de comunicación local, las asociaciones empresariales, deportivas, la mayoría de las AMPAS, culturales, etc. están en manos de activistas de izquierdas, con la particularidad de que si se analiza la composición de los directivos del tejido asociativo se descubre toda una red de duplicidades y de vinculaciones partidistas.

Por ello, si en la actualidad la militancia en el Partido Popular es difícil en un contexto como éste, no hay que hacer mucho esfuerzo para imaginar como era hace diez o 20 años. Mucho peor. Baste señalar que el voto de la izquierda representaba hace 20 años el 80 % del total.

La tolerancia, el respeto a la diversidad y a la pluralidad no han sido nunca los puntos fuertes de la izquierda ripense en general. Hacer pública la militancia en el PP era muy comprometido para muchas personas. Recuerdo que pocos meses antes de ser proclamado candidato a la alcaldía por el PP en 1991 se me acercó un vecino y me preguntó si me iba a presentar de candidato. Le dije que no lo sabía aún y me respondió con mucha acritud “que sepas que si lo haces no pienso votarte”. Su actitud me sorprendió, vivía en mi calle dos puertas más adelante y nunca habíamos hablado de política. Pocas semanas después realizamos el primer buzoneo de propaganda del PP. A los pocos días apareció en mi buzón uno de los folletos en los que habían escrito “no recibo propaganda de fachas, hijos de puta y sinvergüenzas”. Sospechando que podía tratarse de mi vecino le dejé en su buzón un folleto del PP que ni se había repartido, ni se iba a repartir en Rivas. Al día siguiente estaba en mi buzón con otra colección de insultos. Estaba claro que no me había equivocado. El afiliado o el simpatizante del PP no quería, por regla general, que se supiese. Y si se trataba de un comerciante, menos aún. El miedo a ser señalado era tal que para completar la candidatura municipal de 1991 hubo que acudir a amigos y familiares pues la mayoría de los propios afiliados no querían aparecer en las papeletas.

En las campañas electorales había que aguantar toda clase de insultos, desprecios, lanzamientos de globos con agua e, incluso, algún que otro “calvo” que alguna “señora” de izquierdas nos obsequió en Covibar. En la precampaña y campaña de 1995 las ruedas de mi coche fueron pinchadas en 6 ocasiones y en dos más rajaron las cuatro ruedas. En las municipales de 1999 los demócratas de izquierdas me rociaron el coche con un líquido corrosivo dejándolo listo para ser pintado de nuevo. Y desde el año 2000 ya no pude recibir correspondencia en mi domicilio porque alguien me habría las cartas y las volvía a meter en el buzón, por lo que a partir de entonces tenía que ir a recoger mi correspondencia en las oficinas de correos. Los carteles y pancartas del PP duraban menos que un razonamiento de Zapatero. Una noche, en 1999, nos encontramos al secretario de organización del PSOE, Fernando Carro, a las 12 de la noche arrancando los carteles del PP en una parada de autobús. Y le hicimos unas preciosas fotos inmortalizando su entrega a la democracia y a la tolerancia. Siendo esta la actitud de los adultos, no hay que hacer mucho esfuerzo para imaginar la de los niños y jóvenes, aunque cuesta asimilarlo. Todavía recuerdo con asombro cómo unos diez niños de entre 5 y 8 años, asomados a la valla del Colegio Público La Escuela gritaban “hijos de puta, hijos de puta” al paso de un vehiculo publicitario del PP en 2003, bajo la mirada complaciente de sus cuidadores o profesores.

A ello hay que añadir las agresiones a la sede del PP. Empezaron el mismo día de su inauguración cuando varias decenas de personas en Covibar trataron de reventar el acto de inauguración aunque, hay que decirlo, terminaron tomándose un vino y comiéndose el jamón que les ofrecimos. Más adelante la sede fue obsequiada con pedradas en 1996, el día de las generales, silicona en la cerradura en varias ocasiones, intento de quemar la puerta de acceso, excrementos en el buzón, etc. Un claro ejemplo del ambiente en el municipio fueron las pintadas aparecidas en algunas paradas de autobuses en Covibar cuando ETA asesinó a Gregorio Ordoñez, ponía “ETA, sigue matando cerdos”.

Del trato dispensado a la gente del PP durante la época de la guerra de Irak y de las traiciones de algún compañero, hoy concejal del PP, hablaré otro día por no extenderme más.

Aunque todo lo anterior son hechos ciertos, compartidos y sufridos por muchos compañeros, también es verdad que he hecho y aún mantengo buena amistad con muchas personas de izquierdas del municipio cuyas actitudes de respeto y tolerancia han sido siempre ejemplares.

Pero llama la atención el hecho de que las actitudes intolerantes, el sectarismo más rancio y el linchamiento político y moral del adversario siempre provenía de quienes se pasaban el día dando lecciones de democracia y siempre con la pasividad complaciente de los miembros del gobierno municipal que jamás condenaron ninguna agresión a las libertades públicas.

Fdo. Santiago de Munck Loyola.