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viernes, 19 de febrero de 2021

Cataluña, la lección no aprendida.

 


Si hay algo que nos diferencia bastante de otras democracias es la forma en que nuestros políticos abordan los análisis poselectorales y la asunción de responsabilidades. Es cierto que las victorias suelen tener muchos padres y que las derrotas, salvo honrosas excepciones como la Albert Rivera, suelen ser huérfanas. Lo hemos podido comprobar una vez más esta semana, tras el terremoto electoral producido en el campo de los partidos nacionales de centro derecha en las elecciones autonómicas catalanas. El derrumbe de Ciudadanos que pasa de 36 a 6 escaños y la bajada del Partido Popular que pasa de los ya exiguos 4 escaños a 3 es posible que en el fondo obedezcan a las mismas causas. Es una obviedad señalar que ambas formaciones políticas no solo no han sabido ganarse la confianza y, por tanto, el voto de nuevos electores, sino que además la han perdido de una gran parte de los que en los últimos comicios se la otorgaron.

 

Por consiguiente, la primera obligación de los responsables políticos de ambas formaciones sería analizar con objetividad los resultados y averiguar por qué no son capaces de conectar con los votantes y ganarse su confianza. En el caso del Partido Popular se trata, además, de una exigencia ineludible si quiere seguir aspirando a liderar una alternativa al actual gobierno. Durante los últimos años, el PP se ha ido desconectando de su electorado tradicional y, por primera vez, una escisión del mismo está cuajando y está haciendo peligrar su posición dominante en el campo del centro derecha.

 


Es cierto que los casos de corrupción del pasado están pasando factura al PP, pero esa no puede ser la única causa de esta progresiva pérdida de confianza electoral. Ahí está el PSOE con una mochila de corrupción mucho más grande y pesada que la popular para demostrarlo.

 

Vivimos tiempos convulsos con una enorme crisis económica, sanitaria, social y política. Tiempos en los que los ciudadanos buscamos referentes claros, medidas concretas, mensajes con los que poder sentirse identificados. Y es evidente que los electores de centro derecha no han encontrado todo eso en la actuación del PP ni de Ciudadanos. Han cometido muchos errores antes y durante la campaña y todo parece indicar a la vista de la ausencia de autocrítica de que los van a seguir cometiendo. El PP ha cometido errores de bulto, impropios de una formación política experimentada. De una parte, ha apartado de la primera línea a personas como Cayetana Álvarez de Toledo con la que muchos votantes se sienten identificados por su claridad en las ideas y sus certeros análisis políticos. De otra, ha incorporado en las listas a personas cuya trayectoria política ha sido claramente nacionalista. Y, por último, su líder, el Sr. Casado, no ha tenido empacho alguno en poner distancias con la actuación policial durante el referéndum ilegal organizado por los golpistas independentistas. Una actuación policial que fue ampliamente aplaudida por la mayoría de votantes de centro derecha. ¿Y todo esto para qué? ¿Para agradar a los independentistas y a los socialistas? ¿Para parecer menos españolista? ¿Para aparentar una meliflua moderación frente a un golpe de estado?

 

Todo ello seguramente ha pesado más entre los votantes que el buen papel del candidato, Alejandro Fernández, que han buscado un referente más claro para resolver los principales problemas que aquejan a los catalanes. Subrayar las diferencias con los partidos afines ha sido una mala estrategia porque así se han difuminado las diferencias con los adversarios independentistas y con sus socios.

 

Los votantes del centro derecha de los tres partidos, Vox, PP y Ciudadanos, comparten muchas más preocupaciones, sentimientos, anhelos y soluciones que lo que aparentemente comparten los tres líderes de estas formaciones. Su estrategia de marcar territorio propio, de subrayar las diferencias entre ellos es suicida para quienes creemos en la libertad en todos sus ámbitos, en la igualdad de los españoles, en la unidad y la soberanía nacional, en nuestra identidad cultural y en la cohesión social. Y es, por supuesto, una bendición para la izquierda, para los separatistas y los violentos.

 

El PP no va a resolver sus problemas electorales ni se va a convertir en una alternativa creíble cambiando de sede o de nombre. Empezará a hacerlo cuando tras una autocrítica objetiva vuelva a recuperar de hecho y no sólo con palabras la conexión con las necesidades de sus posibles votantes, con los valores y principios de los mismos y sea capaz de hacerlo con claridad, con rotundidad, sin concesiones a lo políticamente correcto. El PP ha de entender que no tiene que agradar a los que sistemáticamente le combaten, sino a quienes le abandonan con mucho pesar.

 

Fdo. Santiago de Munck Loyola