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jueves, 15 de mayo de 2014

¿Un Gobierno PP-PSOE?


Las coincidencias y las casualidades no suelen existir en política. Y no debe ser una simple casualidad que importantes políticos de nuestro país, unos en activo y otros en presunto retiro, unos de izquierdas y otros presuntamente de derechas, coincidan en sus declaraciones públicas sobre un asunto de la máxima trascendencia. Con pocos días de diferencia hemos escuchado a diferentes dirigentes políticos hablar sobre la posibilidad de constituir un gobierno de coalición entre el PP y el PSOE condicionado, eso sí, a que el interés de España así lo requiera. El primero en abrir el melón fue el candidato popular al Parlamento europeo, Miguel Arias Cañete. Después lo hizo el ex presidente del Gobierno, Felipe González, en una entrevista en la Secta, perdón La Sexta. Más tarde le tocó el turno al propio Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que además matizó que sería contando con el propio Alfredo Pérez Rubalcaba. Y, después, otros políticos como Rita Barberá, Alcaldesa de Valencia, ha hecho el coro trasladando a los ciudadanos exactamente el mismo mensaje.

Una gran coalición de este tipo es bastante normal en una nación como Alemania cuya cultura política está a años luz de la nuestra y cuya clase política posee un patriotismo y un concepto muy diferente al de nuestros políticos de lo que es el interés nacional. Pero no es el caso español. A lo largo de los últimos treinta años, el interés general de España, el interés nacional ha estado en grave riesgo y un mínimo de sentido de Estado entre nuestra clase política habría conducido necesariamente al acuerdo entre los dos grandes partidos e incluso a la constitución de un gobierno sustentado en una gran coalición. Tras el golpe de estado del 81, tras la matanza del 11-M o al inicio de la profunda recesión económica que padecemos, por citar tres ejemplos evidentes, nuestra clase política habría dado un gran ejemplo y habría mostrado una gran altura de miras y de patriotismo si hubiese sido capaz de aparcar sus mezquinos intereses partidistas y de formar una gobierno sustentado por los dos grandes partidos en beneficio del interés general de España. Pero nunca ha sido así. Ni la sangre de los centenares de víctimas del terrorismo, ni el ataque a nuestras libertades, ni las penurias de millones de españoles ocasionadas por la incapacidad de la propia clase política han sido suficientes para que aflorase un mínimo de generosidad entre nuestros dirigentes políticos. Por ello, estos mensajes, estos “globos sonda” son especialmente extraños y encubren posiblemente una grave situación que nos ocultan.

¿Es necesario un Gobierno PP-PSOE cuando el actual Gobierno se sustenta en una sólida mayoría absoluta? O ¿acaso no es tan sólida? ¿Es casual que Felipe González formule también su propuesta tras haberse reunido con el Rey?

¿A qué obedece, por tanto, esta repentina coincidencia entre PP y PSOE sobre la posibilidad de constituir un Gobierno de coalición entre ellos? Puede haber muchas explicaciones para este repentino cambio de actitud. Dos problemas podrían estar detrás de esta súbita conversión. El primero de ellos es el desafío independentista catalán. Todo parece indicar que los independentistas están dispuestos a llevar su amenaza rupturista hasta el final, confiados, posiblemente, en una actitud meliflua y débil del actual gobierno que se arrugaría ante hechos consumados. En ese hipotético contexto, el PP podría estar buscando el respaldo y la corresponsabilidad de los socialistas para no quedar solo ante el peligro, es decir, para no asumir en solitario las obligaciones y responsabilidades que los españoles le hemos otorgado con una mayoría absoluta. Con los precedentes socialistas en materia territorial (“aprobaré lo que el parlamento catalán decida”) no sería de extrañar que el PP estuviese intentando ponerse la venda ante de recibir otra pedrada del PSOE. Claro que esta explicación quiebra cuando a la idea del gobierno de coalición se suma Felipe González, salvo que vaya ya por libre, ya que la experiencia histórica demuestra que no hay asunto por grave que sea que los socialistas no estén dispuestos a usar con tal de derribar al PP.

El segundo problema que podría estar aglutinando voluntades de socialistas y populares es el proceso de descomposición del sistema político que ha empezado a erosionar a ambos partidos y que está reduciendo notablemente la base electoral de ambos que ha pasado de un 80 % a poco más del 50 % en conjunto. El distanciamiento de su tradicional electorado, junto con el clima de rechazo y la desafección hacia una clase política anclada en sus privilegios y reacia a promover la regeneración democrática del sistema podrían ser la explicación de este repentino ataque de amor entre PP y PSOE. Juntos podrían parapetarse en el corazón de las instituciones y esperar a que amaine una tormenta política que podría acabar como en Italia, arrasando al sistema tradicional de partidos.

En todo caso sea cual fuere la causa, casi con seguridad puede establecerse que no se trata del interés general de España, sino más bien los intereses partidistas que, debidamente envueltos en la bandera, podrían ser presentados como una justificación de altos y nobles ideales. Los votantes de centro derecha han podido constatar como su voto ha sido traicionado estos últimos tres años y como ha sido utilizado para el desarrollo de políticas impropias de una formación política de centro derecha. Y todo parece indicar que so pretexto del interés general, manipulando los sentimientos más sensibles del españolismo, algunos quieren volver a hacerlo, quieren usar esos votos para formar un gobierno con los socialistas sin explicar por qué. Con ello intentarán arrinconar a las nuevas formaciones políticas emergentes que se han levantado para intentar regenerar nuestro sistema político y para poner por delante los programas y principios que nunca debieron ser traicionados. Estas curiosas declaraciones, estas apelaciones a la posibilidad de un gobierno de coalición si es que ponen una cosa en claro para el votante de centro derecha es que la alternativa para que no sigan manipulando y traicionando su voto es dárselo a VOX en las próximas elecciones europeas. No hacerlo podría servir para aplaudir la formación de ese posible gobierno de coalición.

Santiago de Munck Loyola