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lunes, 21 de febrero de 2022

Qui cum infantibus pernoctat, excrementatus alboreat.

No resulta fácil comprender los motivos o las claves que puedan explicar algo tan absurdo, tan escandaloso, tan ridículo como es la guerra entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, entre Génova y Sol, una guerra que, larvada durante meses, y pública ahora está dilapidando la herencia, buena o mala, recibida, el crédito y solvencia política de los protagonistas y la confianza de millones de votantes. La impúdica exhibición pública de las armas de los contendientes refleja sin ninguna duda una falta de empatía con sus propios votantes, con los gravísimos problemas de España y con la construcción de una propuesta del centro derecha alternativa al sanchismo y a la ultraizquierda con sus aliados filo etarras y separatistas.

 

Pablo Casado se hizo con la Presidencia del Partido Popular enarbolando la bandera de la regeneración y de la recuperación de los valores tradicionales del PP, asfixiados y sacrificados en la etapa de Rajoy en el altar de la gestión como si fueran incompatibles. Parecía que podía e iba a conectar con la “España de los balcones”, con los votantes populares de siempre que arrinconados y desencantados se estaban marchando hacia Ciudadanos y hacia Vox. Pero en muy poco tiempo se empezó a desmarcar de sus promesas. Olvidó muy pronto que debía prestar atención a la gran masa de votantes no socialistas que una vez lo fueron del PP. 


Se rodeó de un equipo sin gran experiencia profesional, de “chiquilicuatres” que siempre han abundado en el PP y en su factoría de aduladores y veletas que es las NNGG y se embarcó en un camino que a cada paso le alejaba de sus votantes y le acercaba al Ministerio de la Oposición. Mejor agradar a las terminales mediáticas de la izquierda que su potencial electorado.

 

Las mayorías se alcanzan construyendo una gran coalición, una gran alianza con los electores afines. El proceso consiste en detectar las verdaderas necesidades de los potenciales votantes y ofrecerles soluciones creíbles y establecer con ellos lazos afectivos y, para ello, es imprescindible conocerlos y sintonizar con ellos. Sin embargo, Casado y su equipo parece que desde un principio han olvidado quiénes son sus potenciales votantes y no se han preocupado de atender sus aspiraciones. Da la impresión de que han pensado que los potenciales votantes vendrían a ellos porque sí o que lograrían la mayoría electoral suficiente para gobernar por el simple desgaste del adversario político. Y da la casualidad de que la inmensa mayoría de los votantes de Vox o de Ciudadanos antes lo eran del Partido Popular. No se puede insultar constantemente a los votantes de estas formaciones como se ha venido haciendo, porque la ofensa es un obstáculo para recuperar a los antiguos votantes. Decir que el partido de Ortega Lara se mancha con la sangre de las víctimas de ETA es una grave y gratuita ofensa. Negarse a formar gobiernos autonómicos con Vox cuando sabes que tú solo no puedes gobernar es suicida por mucho que agrade a la izquierda mediática. Es decir, el PP de Casado se ha esforzado mucho más en señalar e incluso inventarse diferencias con Vox en lugar de buscar los puntos de unión que están, sobre todo, en la identidad sociológica de los votantes de ambos partidos. Pero es que, además, la práctica histórica avala la permanencia de una tendencia, cuando se gobierna en coalición el grande termina absorbiendo al chico porque es cuando el elector trata de recurrir al voto útil en la siguiente convocatoria.

 

Esta nefasta estrategia se ha visto rematada con una gestión suicida y absolutamente miserable en torno a la Presidente de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. No hay una explicación lógica para lo ocurrido. Sería muy simple pensar de que se trata de un asunto de celos políticos por parte del entorno de Casado porque de ser así también lo sería de falta de inteligencia. El tirón electoral de Ayuso y su popularidad solo serían una baza a favor para un líder inteligente, sin complejos y seguro de si mismo. En Génova, el Secretario General, con el consentimiento de Casado, organizó una verdadera caza de brujas, mejor dicho, de la “bruja”, usando medios ilegales. Pero lo que es ya el colmo de la ignominia fue enviar mensajes en noviembre a Mas Madrid y al propio Errejón alertando de la existencia de un posible contrato sospechoso, intentar contratar a agencias de detectives o esgrimir públicamente en la COPE datos confidenciales obtenidos ilegalmente en el Ministerio de Hacienda.  

 

Casado y sobre todo su Secretario General son los responsables directos de una estrategia electoral equivocada y además han demostrado su incapacidad política para gestionar debidamente una crisis gravísima que está fracturando al Partido Popular y ayudando a encubrir los continuos errores del Gobierno de España que pagamos todos los ciudadanos cada vez que encendemos la luz, llenamos el depósito del coche o hacemos la compra. Deben pedir perdón a todos los votantes del PP y deben irse a su casa. El PP necesita una gestora solvente que conduzca al Partido hasta el próximo Congreso de julio, porque su actual directiva está moralmente inhabilitada para llegar a un Congreso con un mínimo de garantías de limpieza y de participación de los afiliados.

 

Santiago de Munck Loyola