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sábado, 6 de febrero de 2021

La niñera que todos pagamos.

 

Para cualquier persona con un mínimo de sentido común y de la decencia, cualquiera que sea su ideología, conocer que la Ministra de Igualdad, Irene Montero, ha nombrado a la niñera de la familia como alto cargo de su Ministerio, costando a los contribuyentes la cifra de casi 52.000 euros anuales para que presuntamente siga cuidando de su niña Aitana, no puede sino mover a la indignación y a la rabia. Pero no queda ahí la cosa porque, pese al silencio de la mayoría de los medios de comunicación, la Sra. Ministra ha adaptado, con cargo a los contribuyentes, dependencias del Ministerio para hacer de guardería particular y también carga a la tesorería de dicho Ministerio los gastos de transporte de la presunta niñera y de su niña cuando realiza viajes oficiales.



Parece ser que, a los Señores del casoplón de Galapagar, ésos que criticaban a los Ministros del PP que vivían en chalés desconectados de la realidad social, los mismos que nunca abandonarían sus barrios para poder seguir saludando al quiosquero o al panadero, no pueden costearse una niñera con los 9.000 euros mensuales que ingresan en la caja familiar o, mejor dicho, en la caja del proyecto vital que les obligó a adquirir el palacete de Galapagar. No, parece que no les llega y por eso no tienen más remedio que hacer que todos los españoles les paguemos un alto cargo ministerial para que presuntamente haga de niñera por 51.946 euros anuales, los billetes de tren, los hoteles, los juguetes y la decoración infantil del Ministerio y, si me apuran, hasta los dodotis. 

 

Si todo ésto se confirma, no se puede tener más jeta ni ser más sinvergüenzas. Nadie discute que con su sueldo puedan comprarse un casoplón o un chaletazo, pueden hacer con su sueldo lo que les venga en gana, eso sí, con la misma libertad que tienen para decidir en qué se gastan su dinero los demás podemos subrayar su incoherencia con lo que antes de lograr los votos necesarios para llegar a donde han llegado proclamaban urbi et orbe, con la misma libertad podemos denunciar su hipocresía y su ausencia de principios éticos y hasta estéticos.

 


Pero dejando al margen que una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo, hay algo que a cualquier observador imparcial llama la atención. Es que se trata del uso del dinero del contribuyente en un Ministerio que se llama de Igualdad. ¿Igualdad en qué? ¿Igualdad para quién? No se puede desprestigiar ni manchar alegremente como se hace el concepto de igualdad. Igualdad real sería que todos los empleados públicos, empezando por los del Ministerio de Igualdad pudieran disponer de los mismos medios públicos que dispone la Sra. Montero para usos particulares. Igualdad sería que pudieran decorar y acondicionar, con cargo al presupuesto público, sus lugares de trabajo y poder llevar a sus bebés a esos lugares para tenerlos cerca y que fueran cuidados por personal nombrado a dedo y pagado por los contribuyentes para que se los cuidaran. Igualdad sería que cuando tuvieran que realizar un viaje de trabajo el estado abonase, como hace con la Sra. Montero, los gastos de viaje y estancia de sus bebés y sus niñeras públicas.

 

Se mire por donde se mire es todo un despropósito y un insulto a tantos y tantos trabajadores mileuristas que no pueden conciliar su vida laboral con la familiar. ¿Cuántas cajeras (y de ello algo sabrá la Sra. Ministra) pueden llevar a sus bebés a sus centros de trabajo con cargo a los contribuyentes? 

 

La ejemplaridad tiene que ser una línea roja en el ejercicio del servicio público. Parece que una casta ha sido sustituida por otra casta diferente, una casta hipócrita, miserable, mezquina, acomplejada y casposa que, por autoproclamarse de izquierdas, se cree ungida del derecho de barra libre en el uso de los bienes públicos en su propio provecho. Es realmente de juzgado de guardia.

 

Santiago de Munck Loyola.