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miércoles, 5 de agosto de 2020

Objetivo: liquidar el régimen del 78 y a su impulsor.

La marcha de España, sea temporal o no, de D. Juan Carlos I parece que ha dejado insatisfechos a muchos de los actores políticos que venían pidiendo desde hace tiempo un gesto o una decisión al respecto por parte de la Casa Real. Que se sientan satisfechos o no los políticos o los locuaces comentaristas televisivos debería traernos al pairo a los sufridos ciudadanos. Y en medio de esta cascada informativa y de tanto carroñero tendremos que hacer un paréntesis para procesar, analizar y desmenuzar todas las informaciones con las que a diario nos bombardean.

 

Durante décadas los medios de comunicación españoles mantuvieron un pacto de silencio no escrito en torno a las actividades privadas de Don Juan Carlos. Parece evidente que la conducta privada del Monarca no era precisamente ejemplar y los rumores sobre esa conducta, que en otras Monarquías europeas se habrían traducido en verdaderos escándalos, aquí no pasaron de la categoría de comentarios y de chismes vistos por mucha gente hasta con cierta simpatía o complicidad. Es hace dos años cuando el ambiente cambia, cuando un medio de comunicación (OK Diario) publica parte de las grabaciones de unas conversaciones de llamémosla la Corina al ex comisario y presunto delincuente, Villarejo. Y no conviene olvidar que esta “señora” hizo esas escandalosas declaraciones sabiendo que estaba siendo grabada. Abierta la espita, se acabó la inmunidad informativa para Don Juan Carlos y el goteo de noticias no ha cesado aunque parece que lo único probado hasta ahora es que Don Juan Carlos recibió regalos y donaciones que no declaró en España y que usó cuentas en paraísos fiscales. Algo que es inadmisible para un Jefe de Estado y éso es algo que todos los ciudadanos que cumplimos con Hacienda y que además no poseemos cuentas en paraísos fiscales podemos y debemos reprobar y condenar. Pero no es ése el caso de quienes se financian con el dinero de Irán o de la narcodictadura venezolana, de quienes camuflan sus ingresos a través de sociedades para eludir impuestos, de quienes contratan a asistentes personales y no les dan de alta en la seguridad social, de quienes han metido la mano en las cajas públicas malversando los fondos destinados a los parados o a la formación, de quienes se han forrado con el 3%, de quienes los han encubierto extendiendo banderas independentistas o de quienes, bajo cualquier fórmula, nos han convertido en rehenes de la corrupción. Todos ésos son ahora los menos indicados para hablar, para criticar o para exigir nada. Todos ésos, y todos sabemos quienes son, carecen de legitimidad para pedir ejemplaridad o para exigir responsabilidades.

 

Sin embargo, no lo hacen y seguramente porque les importa muy poco el fondo del asunto. Ellos están a otra cosa desde hace tiempo. Ellos están en liquidar el régimen de la transición. Un régimen fundado en la reconciliación de los españoles que no aceptan de ningún modo. Llevan años reinventando el pasado, reabriendo heridas, fomentando odios y tratando de sustituir la reconciliación nacional por la memoria supuestamente histórica. Separatistas, chorizos del 3%, herederos de la mafia etarra, comunistas y populistas van de la mano para liquidar todo rastro de la transición y el asunto de Don Juan Carlos les viene de perlas. Cada cual tiene su objetivo: romper la unidad de España, liquidar el régimen del 78, instaurar un régimen populista o acabar con las libertades “burguesas” y, siendo aliados coyunturales, han descubierto la clave de bóveda cuya destrucción les permitiría alcanzar sus objetivos, la Monarquía parlamentaria que ha proporcionado a los españoles la etapa más larga de progreso y libertad nunca antes alcanzada en España.

 

En este régimen nacido en 1978 es perfectamente legítimo ser republicano y promover a través de sus mecanismos constitucionales la sustitución de la forma de la jefatura del Estado pasando de Monarquía a República. Pero seguramente los planes de estos aliados no pasan por seguir los mecanismos constitucionales, como no los siguieron cuando los separatistas intentaron su “golpe de estado” a través de un simulacro de referéndum y contaron con la complacencia de comunistas y populistas.

 

Por todo ello, hay que estar muy atentos, hay que analizar cada noticia, hay que identificar bien quién, qué y por qué denuncia, hay que buscar la finalidad real de cada movimiento político. No nos dejemos engañar porque los que hablan ahora de la promoción de la ejemplaridad como motivo de sus críticas a la conducta D. Juan Carlos, en el fondo, les importa un bledo el concepto de ejemplaridad y no hay más que examinar sus propias conductas.

 

Pero sobre todo hay que recordar, hay que hacer un balance histórico de los últimos 40 años que no pueden ser borrados por estos escándalos. ¿Don Juan Carlos abrió las puertas a la democracia? ¿La impulsó? ¿Cumplió con sus funciones constitucionales? ¿Hizo cumplir en última instancia la Constitución? ¿Nos representó con dignidad en el extranjero? ¿Amplió el prestigio de nuestra Nación? ¿Bajo su reinado España alcanzó las más altas cotas de prosperidad, de paz y de libertad? Pues eso. 


Deberá responder ante la Justicia si ha lugar a ello, pero no por eso se puede borrar ni su legado histórico ni mucho menos deslegitimar la actual Jefatura del Estado. Felipe VI está cumpliendo meticulosamente las funciones que la Constitución le encomiendan y los errores de su padre ni se heredan, ni la genética le descalifica para hacerle abdicar como pretenden algunos podemitas y el catanazi Torra. Y si no que le pregunten por la herencia genética al propio Pablo Iglesias.

 

Santiago de Munck Loyola

https://santiagodemunck.blogspot.com

 

 

 

 

jueves, 21 de febrero de 2019

Por fin a las urnas.


Por fin: el 28 de abril los españoles podremos votar. Pedro Sánchez, cumpliendo involuntariamente la promesa que hizo para llegar al gobierno, se ha visto obligado a convocar elecciones generales. Pocas veces se habrá visto a un político como éste. Un tramposo que llegó a intentar un fraude electoral dentro de su propio partido y que tuvo que dimitir cuando le pillaron con el carrito de los helados. Un embustero contumaz capaz de decir una cosa hoy y mañana la contraria. Un farsante sin paliativos capaz de plagiar su tesis doctoral o de suscribir un libro escrito por una subalterna. Un amoral capaz, con tal de llegar a la Moncloa, de aceptar sin ningún tipo de escrúpulos los votos de los representantes políticos de la banda terrorista que asesinó a muchos de sus compañeros socialistas. Un sujeto sin estilo, sin clase, sin elegancia que se jacta de que su primera decisión como Presidente del Gobierno, nada menos, fuera la de cambiar el colchón de la cama matrimonial del Palacio de la Moncloa. Vamos, un dechado de defectos y vicios políticos incompatibles con la visión de la política como una vocación generosa al servicio de los demás. Pedro Sánchez sólo ha sabido estar al servicio de sí mismo sin reparar en los medios por muy deleznables que fueran.

Por fin, el 28 de abril, los españoles podremos poner punto y final a este negro período democrático consumado por Pedro Sánchez y sus socios podemitas, independentistas y batasunos o, por el contrario, prorrogarlo. Se trata, sin ninguna duda, de la cita electoral más importante y con más trascendencia de las últimas décadas. El 28 de abril el eje del debate principal no será económico, de será un debate entre políticas de derechas y de izquierdas. El eje fundamental del debate será territorial. Algo más, será nacional. La confrontación será entre quienes optan por la defensa de la Nación española y quienes postulan su desaparición. Y, por primera vez, el PSOE del doctor Sánchez anuncia que no tiene inconveniente alguno en pactar con los enemigos de la existencia de España como Nación, es decir, los independentistas. Es evidente que la mayoría de los socialistas no comparten esta posición y que inconscientemente tratarán de soslayarla con otras prioridades políticas, pero en el fondo lo que se va a dilucidar es la constitución de un gobierno sólidamente asentado en los valores de la Constitución del 78 o por el contrario un gobierno rehén parlamentario de los enemigos de España.

Y en este contexto tan trascendental quienes defendemos a la Nación española y quienes propugnamos la igualdad real entre todos los españoles con independencia del territorio en el que habiten, nos encontramos con que las tres principales opciones políticas que asumen lo anterior no están siendo capaces de estar a la altura del momento histórico, de traducir su patriotismo en generosidad para llegar a acuerdos que permitan rentabilizar al máximo, provincia por provincia, las peculiaridades de nuestro sistema electoral. Ninguno de los tres partidos ha realizado ni tan siquiera un llamamiento para llegar a acuerdos con partidos minoritarios cuando cada voto va a ser trascendente para que la mayoría se incline hacia uno u otro lado. 

Parece que ni siquiera se han planteado en llegar a acuerdos entre ellos para que el Artículo 155 tenga posibilidades de prosperar en el próximo senado que se constituya. Cada Provincia cuenta con cuatro escaños: tres para la lista más votada uno para la segunda. Si los tres partidos que defienden la Nación española no concentran su voto en una sola candidatura, en la mayor parte de las provincias los tres senadores irán a parar al PSOE según las encuestas. Y así será inviable la aplicación del Artículo 155 aunque haya en España un gobierno de las mal llamadas tres derechas o de la derecha “trifálica” que diría la culta Ministra de Justicia.

Ojalá se produzca ese acuerdo y no nos obliguen a los ciudadanos a tirar el voto en determinadas provincias o en el senado. El patriotismo no requiere banderas para su demostración. El patriotismo exige generosidad, el sacrificio de lo particular en beneficio de lo general, de España.

Santiago de Munck Loyola
https://santiagodemunck.blogspot.com