Cuando
se analizan algunos discursos de ciertos dirigentes del Partido Popular de
Alicante llama enseguida la atención la existencia de una interpretación de la
realidad política muy diferente a la que percibe el ciudadano corriente y los
propios afiliados de la organización política. Es muy probable que se trate de
mensajes para el consumo externo, pero para quien sigue con cierto detenimiento
la vida política y las vicisitudes del centro derecha en los diferentes municipios
de la provincia estos discursos poco tienen que ver con la realidad. Estos
discursos, estos mensajes deslizados en actos políticos de autocomplacencia se
están lanzando en medio de una situación nada favorable, tal y como señalan las
encuestas, para las expectativas electorales del Partido Popular. Nada habría
que objetar si simultáneamente se estuviesen adoptando las medidas para
recomponer la situación y tratar así de evitar lo que algunos anuncian ya, la
voladura del proyecto popular en la Provincia. Pero todo parece indicar que no
es así. No se vislumbra ninguna señal que anuncie un cambio de estrategia, ni
de rumbo.
Algunos
medios de comunicación están poniendo de relieve estos días la aparición
de escisiones en el Partido Popular. En
varios municipios de la Vega Baja se han creado partidos locales y se han
federado en una organización de ámbito regional. En Elche ya son dos, al menos,
las escisiones del Partido Popular. En Benidorm parece que pronto se va a
consolidar una segunda escisión y en Alcoy un buen número de afiliados del
Partido Popular se ha dado de baja en el mismo. Y en Alicante las cosas tampoco
van bien. La Junta Local, muerta hace tiempo, ha sido enterrada y va a ser
sustituida por Juntas de Distrito no pedidas por los militantes e impuestas
desde arriba mientras se amenaza con expulsar a quienes reclamamos más
democracia, honradez, transparencia y participación. Así, mientras hay quien
saca pecho obviando los problemas surgidos en el proceso de renovación de las
Juntas locales tras el último Congreso provincial, lo cierto es que los
problemas se multiplican y buena parte de los mismos tienen mucho que ver
precisamente en las formas empleadas desde arriba al poner en marcha dichos
procesos.
Cuando
se habla de democracia interna es un error exhibir como un logro la ausencia de
elecciones en muchos municipios. Se habla de alto grado de consenso cuando lo
cierto es que, en no pocos casos, desde la provincial se ha presionado para
evitar la concurrencia de varias candidaturas como en el caso, por citar sólo
uno, de Torrevieja. La democracia interna exige, y así lo establecen los
propios estatutos del PP, que exista una absoluta y escrupulosa neutralidad de
los órganos superiores en los procesos electorales y ésta no ha sido la norma
en todos los casos. Cuando se habla de candidatos “de la Provincial” para
determinadas presidencias locales ya se quiebra esa neutralidad. Es curioso,
por ejemplo, que esta forma de proceder esté perfectamente asumida hasta por
los medios de comunicación que, a la hora de analizar el futuro de localidades
como Alicante, barajan posibles candidatos como el preferido por la provincial,
el bien visto en Madrid o el señalado por Valencia, pero lamentablemente nadie
se pregunta ¿y quién es el preferido por los afiliados? Y es que nadie podrá
negar, al menos de cara a la galería, que son los afiliados los que únicamente
deberían contar en estos procesos, que su voluntad democráticamente expresada
debería ser la única atener en cuenta. Pero no es así.
A
nadie se escapa que muchas de las fugas de militantes o escisiones tienen su
origen precisamente en la intervenciones superiores en los procesos electorales
internos y en el ninguneo a la voluntad de la militancia. Los liderazgos
locales tutelados nacen débiles y las consecuencias no se hacen esperar. Cuando
se interfiere en la confección de las listas electorales para imponer amiguetes
o para excluir a personas poco dóciles, cuando se confecciones las listas de
espaldas a los afiliados, cuando se interfiere en las elecciones internas y se
huye de la concurrencia plural para la aparición de liderazgos auténticos se
termina cosechando lo que hoy puede verse. Es cierto que no ha sido esa la
tónica general, pero basta que se haya producido en unos cuantos municipios para
que se transmita la actual imagen de fractura. Igual que muchos corren para
apuntarse los méritos de los éxitos políticos, alguien debería asumir la
responsabilidad de algunos sonados fracasos.
Puede
que se sienta la tentación de minimizar las futuras consecuencias de la actual
situación, pero sería un grave error. Con las tendencias electorales en la
mano, la más mínima fractura podrá en el futuro hacer que el Partido Popular
pierda la Diputación Provincial o importantes Ayuntamientos como el de Alicante.
No es correcto imputar la tendencia electoral a la bajo únicamente al desgaste
del Gobierno de la Nación, a ello hay que sumar la valoración de la gestión
autonómica y la grave preocupación por la corrupción entre los ciudadanos. Más
de la mitad de los votos que ya han abandonado al Partido Popular anuncian su
intención de voto futuro para UPyD.
En
medio de este panorama debería ser un imperativo político para nuestros
dirigentes un cambio de rumbo, un nuevo talante para tratar de restañar
heridas, para rectificar errores pasados y tender puentes de diálogo con
aquellos que se han visto obligados a marcharse. Los esforzados y sacrificados
afiliados populares no se merecen todo lo que está ocurriendo. El centro
derecha debe recomponerse lo antes posible porque las fracturas son más
profundas de lo que algunos piensan y porque pueden seguir agrandándose. Una
vez más, la necesidad de una profunda regeneración se hace evidente y si el
Partido Popular no empieza a abrirse a su militancia y a la sociedad recuperando
los valores de la democracia interna, la participación, la honradez y la
transparencia no podrá remontar las tendencias electorales actuales. Lo veremos
con el tiempo.
Santiago
de Munck Loyola