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viernes, 26 de febrero de 2021

El racismo blanqueado.


No es nuevo. Desde hace mucho tiempo, tanto los medios de comunicación como buena parte de la clase política ha venido blanqueando el racismo subyacente tanto en el nacionalismo vasco, como en el catalán, mientras que rápidamente se etiqueta de racista o de xenófobo a cualquier partido político español de derechas sin ninguna base doctrinal o de identificación ideológica explícita. Y ello es así hasta el punto de promover, como hemos visto recientemente, “cordones sanitarios” hacia partidos políticos concretos como en el caso de Vox.

Sin embargo, si uno se toma la molestia de analizar, aunque sea someramente, textos y declaraciones de algunos dirigentes nacionalistas e independentistas se dará cuenta de que apestan a racismo. El ejemplo más claro lo tenemos en el PNV. Es cierto que si se lee sus Estatutos o documentos como la Declaración por su primer centenario ellos mismo han eliminado cualquier rastro del pensamiento (y soy generoso utilizando esta palabra) del fundador del PNV, Sabino Arana. Veamos algunos de sus textos:


“Gran numero de ellos (los españoles) parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna; su mirada solo revela idiotismo y brutalidad”.

“El roce de nuestro pueblo con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón”.

“La fisionomía del bizkaino es inteligente y noble; la del español inexpresiva y adusta. El bizkaino es nervudo y ágil; el español es flojo y torpe. El bizkaino es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos. Preguntadselo a cualquier contratista de obras, y sabréis que un bizkaino hace en igual tiempo tanto como tres maketos juntos”.

"Oídle hablar a un bizkaino, y escuchareis la más eufórica, moral y culta de las lenguas; oidle a un español, y si solo le oís rebuznar, podéis estar satisfechos, pues el asno no profiere voces indecentes ni blasfemias”.

“Etnográficamente hay diferencia entre ser español y ser euskeriano, la raza euskeriana es sustancialmente distinta a la raza española”.

“El bizkaino es de andar apuesto y varonil; el español o no sabe andar, o si es apuesto, es tipo femenino”.


¿Se puede ser más racista? ¿Se puede ser más gilipollas para escribir semejantes sandeces? A ello habría que añadir el profundo desprecio del fundador de los nacionalistas vascos hacia la democracia parlamentaria y sus apelaciones a la violencia para la consecución de sus fines racistas, es decir, un auténtico nazi. Pues bien, nadie habrá escuchado de los dirigentes nacionalistas vascos, actuales o pasados, ni una sola condena de las peregrinas ideas racistas de su fundador, el PNV tiene a gala de exhibir anualmente sus premios “Sabino Arana” y tanto en País Vasco como en Cataluña este nazi, paleto racista y supremacista cuenta con calles y avenidas con su nombre.

Y entre los partidos independentistas catalanes el racismo y el supremacismo está presente y empapa e impulsa sus objetivos desde la derecha a la izquierda. No hace mucho, la diputada de Junts per Cat, Anna Erra manifestó la necesidad de “concienciar a los catalanes autóctonos” para que abandonen la “costumbre” de “hablar en castellano a cualquier persona que por su aspecto físico o por su nombre no parece catalana”. Racismo puro. Y la propia Generalidad de Cataluña promovió una campaña con el lema No me cambies la lengua con el fin de “concienciar a los catalanohablantes para que no cambien de lengua cuando creen, ya sea por el acento o por los rasgos físicos, que su interlocutor no ha nacido en Cataluña”.



Ya Jorge Pujol, el del 3%, publicó en 1976 lo siguiente: “El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido, [...] es generalmente un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. Introduciría en ella su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir su falta de mentalidad”.


Y qué decir de Joaquín Torra (JxCat) quien hace menos de diez años escribió refiriéndose a los españoles “Carroñeros, víboras, hienas. Bestias con forma humana, sin embargo, que destilan odio. Un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con moho, contra todo lo que representa la lengua [catalana]. Están aquí, entre nosotros. Les repugna cualquier expresión de catalanidad. Es una fobia enfermiza. Hay algo freudiano en estas bestias. O un pequeño bache en su cadena de ADN. [...] Les rebota todo lo que no sea español y en castellano. Tienen nombre y apellidos las bestias. Todos conocemos alguna. Abundan las bestias. Viven, mueren y se multiplican” y “El coeficiente de inteligencia de un español y de un catalán según las estadísticas publicadas por el Ministerio de Educación y Ciencia español, da una clara ventaja a los catalanes”. No se queda ahí el nazi Torra. He aquí dos perlas más del ex honorable imbécil: “El carácter trabajador y europeo del catalán es un factor anímico bien contrario al gandul y proafricano del español”. “Por todo eso tenemos que considerar que la configuración racial catalana es más puramente blanca que la española y por tanto el catalán es superior al español en el aspecto racial”.


Tampoco el delincuente Oriol Junqueras se queda manco a la hora de destilar racismo: “Los catalanes tienen más proximidad genética con los franceses que con los españoles; más con los italianos que con los portugueses; y un poco con los suizos. Mientras que los españoles presentan más proximidad con los portugueses que con los catalanes y muy poca con los franceses. Curioso…”.

Uno no termina de entender que los promotores de cordones sanitarios en España, políticos y aplaudidores de los medios de comunicación, no hayan propugnado nunca levantar uno contra los racistas y supremacistas independentistas, salvo por su necesidad de sacrificar la ética por un puñado de votos en el Congreso. Racistas como Puigdemont no tienen escrúpulo alguno en recibir la ayuda de gentuza como el belga Mark Demesmaeker, de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), partido que colaboró con los nazis en la Segunda Guerra Mundial y que es la formación política que más se ha comprometido con Puigdemont ayudándole a establecerse en Bélgica.

El racismo está presente, muy presente en la vida política española. Es la gasolina de la mayoría de los partidos independentistas y si de verdad se cree en los derechos humanos y en la supremacía de la ética en las relaciones políticas es necesario un drástico cambio en las relaciones interpartidistas y sociales. El racismo debe ser condenado con hechos y aislado social y políticamente. Todo lo que no sea así es pura hipocresía.

Santiago de Munck Loyola


viernes, 19 de febrero de 2021

Cataluña, la lección no aprendida.

 


Si hay algo que nos diferencia bastante de otras democracias es la forma en que nuestros políticos abordan los análisis poselectorales y la asunción de responsabilidades. Es cierto que las victorias suelen tener muchos padres y que las derrotas, salvo honrosas excepciones como la Albert Rivera, suelen ser huérfanas. Lo hemos podido comprobar una vez más esta semana, tras el terremoto electoral producido en el campo de los partidos nacionales de centro derecha en las elecciones autonómicas catalanas. El derrumbe de Ciudadanos que pasa de 36 a 6 escaños y la bajada del Partido Popular que pasa de los ya exiguos 4 escaños a 3 es posible que en el fondo obedezcan a las mismas causas. Es una obviedad señalar que ambas formaciones políticas no solo no han sabido ganarse la confianza y, por tanto, el voto de nuevos electores, sino que además la han perdido de una gran parte de los que en los últimos comicios se la otorgaron.

 

Por consiguiente, la primera obligación de los responsables políticos de ambas formaciones sería analizar con objetividad los resultados y averiguar por qué no son capaces de conectar con los votantes y ganarse su confianza. En el caso del Partido Popular se trata, además, de una exigencia ineludible si quiere seguir aspirando a liderar una alternativa al actual gobierno. Durante los últimos años, el PP se ha ido desconectando de su electorado tradicional y, por primera vez, una escisión del mismo está cuajando y está haciendo peligrar su posición dominante en el campo del centro derecha.

 


Es cierto que los casos de corrupción del pasado están pasando factura al PP, pero esa no puede ser la única causa de esta progresiva pérdida de confianza electoral. Ahí está el PSOE con una mochila de corrupción mucho más grande y pesada que la popular para demostrarlo.

 

Vivimos tiempos convulsos con una enorme crisis económica, sanitaria, social y política. Tiempos en los que los ciudadanos buscamos referentes claros, medidas concretas, mensajes con los que poder sentirse identificados. Y es evidente que los electores de centro derecha no han encontrado todo eso en la actuación del PP ni de Ciudadanos. Han cometido muchos errores antes y durante la campaña y todo parece indicar a la vista de la ausencia de autocrítica de que los van a seguir cometiendo. El PP ha cometido errores de bulto, impropios de una formación política experimentada. De una parte, ha apartado de la primera línea a personas como Cayetana Álvarez de Toledo con la que muchos votantes se sienten identificados por su claridad en las ideas y sus certeros análisis políticos. De otra, ha incorporado en las listas a personas cuya trayectoria política ha sido claramente nacionalista. Y, por último, su líder, el Sr. Casado, no ha tenido empacho alguno en poner distancias con la actuación policial durante el referéndum ilegal organizado por los golpistas independentistas. Una actuación policial que fue ampliamente aplaudida por la mayoría de votantes de centro derecha. ¿Y todo esto para qué? ¿Para agradar a los independentistas y a los socialistas? ¿Para parecer menos españolista? ¿Para aparentar una meliflua moderación frente a un golpe de estado?

 

Todo ello seguramente ha pesado más entre los votantes que el buen papel del candidato, Alejandro Fernández, que han buscado un referente más claro para resolver los principales problemas que aquejan a los catalanes. Subrayar las diferencias con los partidos afines ha sido una mala estrategia porque así se han difuminado las diferencias con los adversarios independentistas y con sus socios.

 

Los votantes del centro derecha de los tres partidos, Vox, PP y Ciudadanos, comparten muchas más preocupaciones, sentimientos, anhelos y soluciones que lo que aparentemente comparten los tres líderes de estas formaciones. Su estrategia de marcar territorio propio, de subrayar las diferencias entre ellos es suicida para quienes creemos en la libertad en todos sus ámbitos, en la igualdad de los españoles, en la unidad y la soberanía nacional, en nuestra identidad cultural y en la cohesión social. Y es, por supuesto, una bendición para la izquierda, para los separatistas y los violentos.

 

El PP no va a resolver sus problemas electorales ni se va a convertir en una alternativa creíble cambiando de sede o de nombre. Empezará a hacerlo cuando tras una autocrítica objetiva vuelva a recuperar de hecho y no sólo con palabras la conexión con las necesidades de sus posibles votantes, con los valores y principios de los mismos y sea capaz de hacerlo con claridad, con rotundidad, sin concesiones a lo políticamente correcto. El PP ha de entender que no tiene que agradar a los que sistemáticamente le combaten, sino a quienes le abandonan con mucho pesar.

 

Fdo. Santiago de Munck Loyola

 

 

sábado, 6 de febrero de 2021

La niñera que todos pagamos.

 

Para cualquier persona con un mínimo de sentido común y de la decencia, cualquiera que sea su ideología, conocer que la Ministra de Igualdad, Irene Montero, ha nombrado a la niñera de la familia como alto cargo de su Ministerio, costando a los contribuyentes la cifra de casi 52.000 euros anuales para que presuntamente siga cuidando de su niña Aitana, no puede sino mover a la indignación y a la rabia. Pero no queda ahí la cosa porque, pese al silencio de la mayoría de los medios de comunicación, la Sra. Ministra ha adaptado, con cargo a los contribuyentes, dependencias del Ministerio para hacer de guardería particular y también carga a la tesorería de dicho Ministerio los gastos de transporte de la presunta niñera y de su niña cuando realiza viajes oficiales.



Parece ser que, a los Señores del casoplón de Galapagar, ésos que criticaban a los Ministros del PP que vivían en chalés desconectados de la realidad social, los mismos que nunca abandonarían sus barrios para poder seguir saludando al quiosquero o al panadero, no pueden costearse una niñera con los 9.000 euros mensuales que ingresan en la caja familiar o, mejor dicho, en la caja del proyecto vital que les obligó a adquirir el palacete de Galapagar. No, parece que no les llega y por eso no tienen más remedio que hacer que todos los españoles les paguemos un alto cargo ministerial para que presuntamente haga de niñera por 51.946 euros anuales, los billetes de tren, los hoteles, los juguetes y la decoración infantil del Ministerio y, si me apuran, hasta los dodotis. 

 

Si todo ésto se confirma, no se puede tener más jeta ni ser más sinvergüenzas. Nadie discute que con su sueldo puedan comprarse un casoplón o un chaletazo, pueden hacer con su sueldo lo que les venga en gana, eso sí, con la misma libertad que tienen para decidir en qué se gastan su dinero los demás podemos subrayar su incoherencia con lo que antes de lograr los votos necesarios para llegar a donde han llegado proclamaban urbi et orbe, con la misma libertad podemos denunciar su hipocresía y su ausencia de principios éticos y hasta estéticos.

 


Pero dejando al margen que una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo, hay algo que a cualquier observador imparcial llama la atención. Es que se trata del uso del dinero del contribuyente en un Ministerio que se llama de Igualdad. ¿Igualdad en qué? ¿Igualdad para quién? No se puede desprestigiar ni manchar alegremente como se hace el concepto de igualdad. Igualdad real sería que todos los empleados públicos, empezando por los del Ministerio de Igualdad pudieran disponer de los mismos medios públicos que dispone la Sra. Montero para usos particulares. Igualdad sería que pudieran decorar y acondicionar, con cargo al presupuesto público, sus lugares de trabajo y poder llevar a sus bebés a esos lugares para tenerlos cerca y que fueran cuidados por personal nombrado a dedo y pagado por los contribuyentes para que se los cuidaran. Igualdad sería que cuando tuvieran que realizar un viaje de trabajo el estado abonase, como hace con la Sra. Montero, los gastos de viaje y estancia de sus bebés y sus niñeras públicas.

 

Se mire por donde se mire es todo un despropósito y un insulto a tantos y tantos trabajadores mileuristas que no pueden conciliar su vida laboral con la familiar. ¿Cuántas cajeras (y de ello algo sabrá la Sra. Ministra) pueden llevar a sus bebés a sus centros de trabajo con cargo a los contribuyentes? 

 

La ejemplaridad tiene que ser una línea roja en el ejercicio del servicio público. Parece que una casta ha sido sustituida por otra casta diferente, una casta hipócrita, miserable, mezquina, acomplejada y casposa que, por autoproclamarse de izquierdas, se cree ungida del derecho de barra libre en el uso de los bienes públicos en su propio provecho. Es realmente de juzgado de guardia.

 

Santiago de Munck Loyola.