Rivas-Vaciamadrid. 20 de junio de 2002. 5 de la madrugada. Suena insistentemente el timbre de la casa. Mi mujer y yo nos despertamos. ¡Qué raro! ¿Quién podrá ser a estas horas? Me levanto seguido por mi mujer y me asomo por una de las ventanas que da a la plaza. Abajo, junto a la puerta, un coche de la Policía Municipal con las luces de emergencia encendidas. Dos policías, en la puerta del jardín tocando el timbre. Nos asustamos, mi mujer presa de los nervios, dice: “los chicos, seguro que le ha pasado algo a alguno de los chicos”. Bajamos deprisa las escaleras, en pijama, temiendo lo peor, salgo al jardín mientras Toñi permanece tras los cristales de la ventana de la cocina, nerviosa, expectante. Llego a la puerta, la abro, saludo y pregunto qué pasa. Tras saludarme los policías municipales me dicen que “han aparecido” pintadas desagradables contra mi en la fachada del Ayuntamiento y que vienen a aconsejarme que por mi seguridad no vaya a trabajar dentro de unas horas, día de la huelga general. Respiro aliviado y les digo que gracias por el aviso pero que iré a trabajar, que no entra en mis planes hacer huelga. Se marchan y entro en casa para tranquilizar a mi mujer. Nuestros hijos están bien. Y le cuento el motivo de la intempestiva visita.



Santiago de Munck Loyola