La irrupción mediática y
electoral del fenómeno político de “Podemos” parece que trae de cabeza a más de
uno. Periodistas, comentaristas, tertulianos, políticos y ciudadanos de a pie
llevan semanas hablando de este movimiento y, en especial, de su líder, el Sr.
Iglesias. Unos andan asustados, otros desorientados y los más sorprendidos por
su irrupción en la escena política y sobre todo por sus posibilidades futuras.
¿Será flor de primavera? ¿Representará un cambio de ciclo y de estructura en la
configuración de la izquierda? ¿Llegará a ser un peligro para la estabilidad
del sistema democrático? Hay opiniones
para todos los gustos y en todos los niveles.
Es muy probable que los
resultados electorales de las pasadas elecciones de mayo representen un
anticipo de profundos cambios en la distribución de las fuerzas políticas que
hasta hora han venido dominando el terreno político. En el campo de la
izquierda parece que es indudable que ese anticipo de cambios se va a
consolidar porque, de una parte, Izquierda Unida ya está moviéndose para tratar
de acomodarse a la presencia política de “Podemos” y, de otra, el PSOE,
instalado en un proceso de renovación de liderazgos, parece que no se sustrae a
su influencia y tampoco termina de enderezar una tendencia electoral a la baja.
Distinto es el panorama en el
campo del centro y de la derecha española en el que sigue la preponderancia
electoral del Partido Popular aunque significativamente mermada como consecuencia
del desencanto, traducido en abstención, de una buena parte de sus
tradicionales votantes. Pero el hecho de que varios millones de votantes
populares se hayan quedado en su casa puede significar también que en este
territorio se produzcan importantes cambios en los próximos meses. Es evidente
que alternativas regeneracionistas como Ciudadanos o VOX aún no han conseguido
captar a los abstencionistas a la vista de los resultados electorales de mayo,
pero ello no significa que no puedan conseguirlo en los próximos meses y más
aún cuando se acercan unos procesos electorales como los del año que viene. Es
evidente que el PP va a levantar la bandera del miedo, del voto útil, del
supuesto bastión frente a la llegada al poder, que no nos engañemos va a llegar
en muchos sitios, de una izquierda fragmentada pero radicalizada por la
influencia de “Podemos”.
En medio de este panorama y ante estas
poco halagüeñas perspectivas, generadas por la política y los incumplimientos
del propio Partido Popular, no es infrecuente escuchar entre quienes se han
sentido defraudados voces con cierta resignación ante la ausencia de un líder o
líderes, fuera del campo popular, que puedan levantar la resistencia y generar
una alternativa de centro derecha decente, capaz de frenar el previsible avance
de esta izquierda radicalizada y de movilizar a un electorado desencantado.
Esas voces, en no pocas ocasiones, se resignan a volver a votar al PP aunque
sea con la nariz tapada, como un mal menor siempre preferible a la caja de Pandora
de la izquierda ante la ausencia de un líder carismático.
Sin embargo, hay que destacar dos
consideraciones: un líder carismático suele atraer sobre si la atención del
votante y no sobre los principios, los programas y los equipos y la segunda
consideración a tener en cuenta es que los líderes carismáticos construyen
imágenes y mensajes sugestivos que terminan por asfixiar la racionalidad, la
adhesión a las ideas y la crítica alrededor de ellos mismos. El votante de
centro derecha no ha necesitado de esos liderazgos para construir una mayoría
electoral, sino que lo ha hecho habitualmente en torno a un proyecto político
concreto. Nadie en su sano juicio puede calificar a Mariano Rajoy de líder
carismático y, sin embargo, el PP goza, hoy por hoy, de las mayores cotas de
poder territorial de su historia.
Pues bien, vista la traición del
PP a su electorado, el centro derecha lo último que necesita son salvadores de
la Patria, soflamas grandilocuentes o divisiones partidarias tras jefecillos
tan huecos como “sobrados”. La alternativa a un partido hegemónico en pleno
proceso de descomposición cuya práctica diaria se opone sistemáticamente a sus
principios debería pasar seguramente por un proyecto regenerador, fiel a sus
raíces ideológicas, moderno, democrático y que se ocupe fundamentalmente de los
problemas de la gente y no del “coco” de la izquierda ofreciendo ante todo
soluciones concretas y medidas racionales para la vida diaria del ciudadano. La
alternativa pasa seguramente por un proyecto político liderado por personas
coherentes con lo que propugnan, tanto en su esfera profesional como familiar,
por equipos cualificados con experiencia contrastada en la vida “civil” y no
por mini caudillos “rebotados” y ávidos del culto a la personalidad. La
alternativa pasa por un proyecto que se ocupe de los problemas y de sus
soluciones para los barrios o los municipios, para los jóvenes, los
desempleados o los jubilados, en definitiva para todos los que han perdido la
confianza, no sólo en un determinado partido, sino en un sistema que los ha
dejado tirados sin misericordia.
No parece que sea la hora ni de
los grandilocuentes discursos, ni de los alardes patrióticos, ni de las
banderías personales, sino más bien de arremangarse y de ponerse a trabajar en
la solución de los problemas más básicos de los ciudadanos. Y, además, hay que
hacerlo con grandeza de miras y con generosidad, abriendo puertas, sumando
voluntades y no restando, construyendo una gran coalición de ciudadanos,
colectivos y grupos dispuestos a regenerar el sistema para volverlo a poner donde
debe estar, en su sitio que no puede ser otro que el de servir al conjunto de
la ciudadanía y no a los poderosos. Principios, proyecto, equipos y cercanía
son, con toda seguridad, los únicos ingredientes necesarios para que una
alternativa de centro derecha sea viable. El votante de centro derecha nunca ha
necesitado un “coletas” de turno, un líder prefabricado ni mediático para generar
un proyecto político sólido porque ha sabido apostar por los contenidos y no
por el continente, por las ideas y no por las soflamas, por los equipos y no
por los ídolos.
Santiago de Munck Loyola
http://santiagodemunck.blogspot.com.es