¿Se imagina alguien, sin que le
de un ataque de risa, a Berlusconi anunciando propuestas para promover una
mayor moralidad en la vida de los políticos? Impensable. Pues algo parecido
ocurre cuando se escucha a Mariano Rajoy y a Mª Dolores de Cospedal anunciar,
como acaban de hacer, la puesta en marcha en septiembre una serie de medidas de
“regeneración democrática”. Rajoy
acaba de pedir el "esfuerzo de todos" para "intentar corregir los errores en el sistema" y ha citado
entre sus objetivos la elección directa de los alcaldes, la revisión del número
de aforados, cambios en el régimen económico de los partidos y en el estatuto
de los altos cargos. Según el Presidente Rajoy, la "regeneración democrática" es una de las prioridades del
país, junto con la "consolidación de
la recuperación económica". En febrero de 2013 ya hizo Mariano Rajoy
un anuncio similar sin que hasta el día de hoy se haya vuelto a tener noticias
de la pretendida regeneración democrática. Ya se sabe que el líder popular es
más bien lento tomando decisiones, pero dado el tiempo transcurrido y a la luz
de los últimos resultados electorales parece que la resurrección de estas
medidas regeneradoras obedece más a cierto susto por las recientes decisiones
de los electores que a un impulso de conciencia política.
El anuncio de Mariano Rajoy no es
creíble por varias razones. Está claro que Rajoy no entiende bien la idea y el
alcance de la regeneración democrática o, si la entiende, quiere colarnos en
realidad un simple maquillado del sistema. Rajoy anuncia una serie de medidas,
muy limitadas e interesadas por cierto, que responden a una iniciativa personal
o de su círculo inmediato de asesores. No se trata, ni muchos menos, de medidas
propuestas por el Partido Popular como consecuencia de un debate ideológico
abierto en su seno, entre los afiliados populares, no. Se trata de un “neuronazo” presidencial, de una
ocurrencia particular y que todos acatarán disciplinadamente en la casa, como
acatan siempre el “dedazo”
presidencial. Quiebra, por tanto, el espíritu regenerador de estas medidas por
su propio origen y es que sin democracia interna, sin debate y participación
interna en los partidos, no hay regeneración democrática posible. Los tiempos
del despotismo ilustrado hace tiempo que pasaron.
Otra razón que resta credibilidad
al “neuronazo” presidencial es que
una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo. Para proponer medidas de
regeneración democrática como respuesta a las preocupaciones de los ciudadanos
hay que empezar por ponerlas en práctica la propia casa de uno. El sistema
político necesita medidas de regeneración o se derrumbará. Y las medidas
regeneradoras las tienen que poner en práctica los partidos políticos, únicos
agentes legitimados en una democracia para hacerlo. Son los partidos políticos
los primeros que han de regenerarse y, antes de proponer medidas a los demás
partidos, Rajoy debería empezar por ponerlas en práctica en su propia casa.
Según el propio Partido Popular en la Comunidad Valenciana
“proponer medidas de regeneración
democrática es inadmisible” y constituye causa de expulsión de los
afiliados. Que se lo pregunte el Sr. Rajoy a sus subordinados Alberto Fabra,
José Ciscar, José Juan Zaplana o Felipe del Baño, por citar sólo a algunos de
los liquidadores de afiliados molestos. Un partido político que no practica la
democracia interna, que tiene doble contabilidad, que paga sobresueldos aunque
sean legales, que vulnera los derechos de sus militantes a los que oculta sus
cuentas, que ampara y protege a los corruptos como en la Provincia de Alicante,
por citar solo una, no tiene autoridad moral o política alguna para ir
proponiendo medidas regeneradoras. Debe empezar por limpiar su propia casa. Y no
hace falta pactar con la oposición, por ejemplo, para que el propio Rajoy o
Montoro renuncien al cobro de la dieta del congreso por vivienda, cuando tienen
varias en Madrid, o para renunciar a pensiones superiores a las máximas
permitidas al resto de los ciudadanos o para renunciar a los privilegios
fiscales de los diputados o para establecer incompatibilidades y prohibir
pluriempleos públicos de sus compañeros de partido.
Tampoco da credibilidad al “neuronazo” regenerador rajoyano el
hecho de que se haya apresurado a proponer la elección directa de los alcaldes,
designando al más votado, a menos de un año de las próximas elecciones
municipales. Es evidente que esta propuesta renace a la vista de los pésimos
resultados electorales de las elecciones europeas y responde no a una voluntad
regeneradora sino al miedo de perder muchísimas alcaldías en los próximos
comicios municipales, ante la posibilidad cierta de que los grupos municipales
minoritarios que se formen lleguen a acuerdos para desalojar al PP de ciertos
sillones consistoriales y poder limpiar los Ayuntamientos, como bien podría
pasar en la ciudad de Alicante. En todo caso, esta propuesta requerirá el
consenso, como mínimo, con el PSOE que posiblemente la asumirá, aunque sea con
matices, ante sus negras perspectivas electorales.
Es hora de la regeneración
democrática, a pesar de algunos, y el que no quiera entenderlo y asumirlo con
sinceridad y honestidad terminará cavando su propia tumba política. Pero
mientras los partidos no cambien internamente y dejen que las propuestas
regeneradoras nazcan desde sus propias bases estaremos hablando de simples “neuronazos” de los “capos”, de maquillajes del sistema que
terminarán embadurnando el rostro de nuestra democracia. Financiación de los
partidos políticos, eliminación de aforamientos, democracia interna, primarias,
eliminación de subvenciones a partidos, patronales y sindicatos, fin de los
privilegios fiscales y sociales de los políticos, incompatibilidades rígidas,
independencia judicial real, reforma de la ley electoral, de la ley de
contratos de las administraciones públicas, estatutos de los cargos políticos,
… son algunos de los temas que deben necesariamente figurar en una agenda
auténticamente regeneracionista. Lo demás son brindis al sol o simples fuegos
artificiales.
Santiago de Munck Loyola
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