Definitivamente, empiezo a pensar
que mi visión de lo que debe ser la dedicación política tiene muy poco que ver
con las prácticas diarias de muchos de nuestros representantes políticos. Y no
me estoy refiriendo a la larga lista de escándalos con la que diariamente se
llenan los titulares de los medios de comunicación que pone de manifiesto el
permanente asalto a las cajas públicas por políticos sin escrúpulos, escándalos
que en los últimos días han vuelto a poner a la Comunidad Valenciana y al PPCV
en la picota. No, me estoy refiriendo a la forma de entender la política como
expresión de dedicación al servicio de los ciudadanos que son quienes pagan a
los políticos.
Desde mi particular visión, uno
se imagina que un diputado en el Congreso o un senador deberían residir en la
circunscripción, en la Provincia, que los ha elegido y a la que representan.
Uno se imagina que un parlamentario responsable y decente debería patearse su
provincia, pueblo por pueblo, durante su mandato para conocer de primera mano
los problemas que afectan a sus representados, para escucharlos y para poder transmitir
mejor sus necesidades al Parlamento. Uno se imagina que un parlamentario
debería reunirse periódicamente con los militantes de su partido para
escucharles y para rendir cuentas ante ellos de su gestión en Madrid. Uno se
imagina muchas formas de entender ese servicio al ciudadano, pero lamentablemente
parece que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Y una vez más el Partido Popular
de Alicante vuelve a aparecer en los medios como un auténtico referente de
falta de ética política y de prácticas aborrecibles. Hoy, sin ir más lejos,
hemos sabido cómo el cabeza de lista del PP alicantino al Congreso de los
Diputados, el murciano Federico Trillo, recibió 354.560 euros de una empresa
constructora en casi tres años, entre 2005 y 2008, es decir, mientras se
suponía que estaba trabajando intensamente por defender los derechos de los
ciudadanos alicantinos, a través de su despacho de asesoría. Dejando al margen
la legalidad de esta segunda actividad del diputado alicantino Trillo (ya se
ocupa la solidaria clase política de apañarse compatibilidades a pesar del
principio general contrario) y dejando al margen también las consideraciones
éticas sobre la conveniencia de asesorar siendo diputado a una empresa
constructora beneficiaria de contratos millonarios con las administraciones
públicas, lo cierto es que esta bien remunerada actividad de Trillo y la
actitud del PP alicantino, mudo como siempre, es indefendible y políticamente
reprobable.
¡Manda huevos, Fede! Ahora
podemos entender los ciudadanos de Alicante por qué no has “pegado un palo al agua”
durante tantos años por esta Provincia en la que aterrizabas puntualmente como
buen paraca solo en las citas electorales. Ahora comprendemos por qué no se te
ha visto el pelo durante años por la inmensa mayoría de los pueblos a los que
se supone estabas representando en Madrid y por lo que estabas cobrando tus
retribuciones (privilegios incluidos) de parlamentario. Claro, estabas muy
ocupado asesorando a la constructora que, por cierto, parece que pagaba más que
el Congreso, y no tenías tiempo para los alicantinos quienes, al fin y al cabo,
votan una lista cerrada y bloqueada por lo que tú o, si fuera el caso, la mona
Chita tendríais asegurado el escaño. Y, no contento, con no hacer ni puñetero
caso a los alicantinos, abandonaste tu escaño a principios de esta legislatura
para irte a Londres, escaño que pasó a ocupar tu amiga Julieta de Micheo, a la
que colocaste a dedo en la lista, y que, como tú, cobrar cobra por el escaño de
Alicante, pero trabajar por la provincia nada de nada, porque te la llevaste
también a la embajada de Londres. Y todo ello con el asentimiento y silencio
cómplice del PP alicantino que, al igual que tú y tu amiga, pasa olímpicamente
de los problemas y necesidades de los ciudadanos de esta provincia.
Decididamente, la política tiene
que cambiar. Las instituciones no pueden estar al servicio de los partidos y de
los amigotes, sino de los ciudadanos. Y los diputados, como los partidos,
deberían rendir cuenta ante los electores. Otra forma de hacer política es
posible y, además, es necesaria.
Santiago de Munck Loyola