En diciembre de 2012, los
diputados del Partido Popular en la Asamblea de Madrid Bartolomé González y
María Isabel Redondo alcanzaron una notable relevancia informativa y se
convirtieron de golpe en protagonistas en los temas de conversación de las
redes sociales. La razón de su éxito mediático no estaba en su ingente trabajo
en favor de los madrileños ni en la calidad de sus iniciativas parlamentarias,
sino en que fueron pillados con las manos en la masa, mejor dicho, en la Tablet
jugando a “apalabrados”, sentaditos en sus escaños mientras en el Pleno de la
Asamblea madrileña se discutía algo tan intrascendente, al parecer, como era la
privatización de seis hospitales y de una parte de los centros de salud. Estos
dos sinvergüenzas pasaban así el rato en lugar de trabajar que es para lo que
se les estaba pagando. ¿Y qué pasó? Pues nada, que estos dos caraduras se
limitaron a balbucear unas excusas y han seguido en sus puestos cobrando del
erario público.
Ayer, en el transcurso del debate
sobre el estado de la Nación, la que fue “pillada” fue otra veterana diputada
del Partido Popular, Dª Celia Villalobos, otra profesional de la política,
quien presidiendo la sesión del Congreso, en ausencia del Sr. Posadas, se
entretenía en jugar con su Tablet al “Candy Crusch” mientras el Sr. Rajoy
intervenía en la tribuna de oradores. ¿Y qué va a pasar? Pues seguramente lo
mismo que pasó con las “dos perlas” madrileñas, que, con suerte, emitirá algún
tipo de excusa y a seguir cobrando de los sufridos contribuyentes. La
indecencia y la falta de ejemplaridad de una buena parte de la clase política
parece no tener límites. Los ciudadanos no pagamos los sueldos a sus Señorías
para que se entretengan jugando, leyendo o durmiendo en las sesiones
parlamentarias. Les pagamos para que trabajen y punto. Si tienen la suficiente
cara dura como para entretenerse así delante de los medios de comunicación, a
la vista de todo el mundo, bien podemos imaginarnos lo que harán, lo que
trabajarán fuera de la vista pública. Mejor no pensarlo.
Claro que estas impresentables
actitudes, estas manifestaciones de desprecio hacia los ciudadanos que algunos
identificarían como propias de la “casta” son muy contagiosas. Hoy mismo, se ha
celebrado en Estrasburgo un Pleno del parlamento europeo en el que, a
instancias del Grupo Popular, se debatía la grave situación de los derechos
humanos en Venezuela, la patria adoptiva de los ultraizquierdistas de Podemos.
Y resulta que el Sr. Pablo Iglesias, en vez de cumplir con sus obligaciones
para las que se le paga generosamente con cargo a los contribuyentes europeos,
hace “novillos” y se planta en un mitin en Madrid en el que, por cierto,
pasándose las urnas por el “arco del triunfo” se autoproclama jefe de la
oposición. Dejando al margen esta “querencia” bolivariana y totalitaria del Sr.
Pablo Iglesias y su, por supuesto, proverbial complacencia con la violación de
los derechos humanos en Venezuela, lo cierto es que su actitud es exactamente
la misma que la de los miembros de la “casta” que él tanto critica. El Sr.
Iglesias cobra por un trabajo que no hace. ¿Cómo Monedero? Puede ser. ¿Cómo Villalobos,
González y Redondo? Desde luego que sí. Un sinvergüenza más. Y disfrazado de
profeta.
Santiago de Munck Loyola
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