Parece que los nacionalistas catalanes ya han institucionalizado los insultos y los abucheos al Rey y al Himno de España con ocasión de la Final de la Copa de S.M. el Rey. El boicot a los símbolos de España en las finales de fútbol a las que llega el F.C. Barcelona lleva camino de convertirse en un acto de obligado cumplimiento al que incitan y animan los nacionalistas e independentistas como el imbécil, y perdonen la expresión, de Santiago Espot, candidato de SI a la Alcaldía de Barcelona. Ser independentista catalán y llamarse Santiago tiene lo suyo para alguien cargado de tanto odio para todo lo que suene a español. En fin, cada cual con su cruz.
Hace unos años, los nacionalistas catalanes, tan sensibles e irritables ellos, pusieron el grito en el cielo porque el Alcalde de Madrid, en una plaza de su ciudad, la de Colón, instaló un gran mástil con una enorme bandera de España. Y no, no es que fuera tan grande como para que la bandera se viera desde el Tibidabo pero a los señores nacionalistas les molestaba, les parecían una “provocación”, nada menos. Hay que reconocer que estuvo provocador Álvarez del Manzano. Pero ¡hombre de Dios! Como se le ocurre colocar una bandera de España, en el centro de la capital de España. Todo el mundo sabe que eso es provocar, ofender sensibilidades tan finas como las de los nacionalistas catalanes.
Ahora toca al deporte y, en concreto, al fútbol. Esa actividad que debería servir para unir, para entretener y divertir lleva el camino de convertirse en una cita para la confrontación política, para la provocación, el insulto chabacano y para algunos nacionalistas exhiban lo peor de si mismos. Estos sujetos quieren sustituir una sana rivalidad deportiva por una rivalidad política y territorial absurda, es decir, quieren trasladar al deporte el permanente victimismo político nacionalista gracias al cual mantienen su modus vivendi y, sin el cual, serían incapaces de sobrevivir en la política y en el mercado laboral.
Tan sensibles ellos no les importa, para ello, provocar insultando y ofendiendo a los símbolos sagrados para millones de españoles. No les gusta España, pero juegan en su liga. No les gusta lo español, pero disputan la Copa del Rey. Y en ello no hay solo responsabilidad de los políticos nacionalistas, sino también de todos aquellos que al amparo de “algo más que un club” lo usan y manipulan con los mismos fines.
Dicen que el nacionalismo se cura viajando pero éstos deben estar poco “viajados” a pesar de los éxitos internacionales del Barça. Ya sabe que los encuentros en el extranjero queda poco tiempo para el turismo cultural. En todo caso, estos boicots a los símbolos españoles por parte de estos individuos sirve para conocer el verdadero rostro de los nacionalistas catalanes. Y Olé por el Real Madrid.
Santiago de Munck Loyola
Es por esa razón que el señor Piqué dijo a gritos: Espalolitos le hemos ganado su liga y ahora le vamos a ganar la copa de vuestro Rey. No se sienten españoles, pero como dice el reportaje, juegan en su liga, disputan la copa del re. Yo creo que son unos cuantos tarados que se dejan llevar por los políticos decadentes de Cataluña que confunde deportividad con politica. La época que el Barcerlona era más que un club, ya pasó, ya fue. Y este pais necesita unidad para resolver los verdaderos problemas que aqueja.
ResponderEliminarA mi la verdad, me encanta que la copa del rey la tenga el Real Madrid. Simbolo de pertenecer a España. No hubiese sido justo otra vez la copa para algunos que no se sienten españoles, y rechazan a los demás por si sentirse. Ole, Ole por el Real Madrid y Ole por los que si estamos orgullosos de ser españoles.
ResponderEliminarEl imbécil (con perdón de la expresión) es usted.
ResponderEliminarLo que llama victimismo murió ya hace tiempo, cuando se vió que quien nos acusaba de eso era nuestro verdugo, que además de ser un criminal era un perverso, narcisista y retorcido.
Y usted no se enteró.
Aún no se ha dado cuenta de que la búsqueda de comprensión y de reconocimiento que se practicó durante las épocas de Pujol, una vez entendido que el enemigo jamás atiende a razones, ya hace tiempo que se ha cambiado por odio y hostilidad en contra de un nacionalismo español agresivo, expansionista, intransigente, centralista y castellanizador.
En Cataluña los autonomistas ya han entendido que la descentralización durante la transición solo fue un engañabobos concedido por el nacionalismo español para ganar tiempo, del que ahora ya ni se acuerdan. Hay que leer el libro de Germà Bel, "España, capital París".
Los federalistas ya han entendido que para federarse con alguien, ese alguien ha de existir, y que a pesar de lo que digan los estatutos del PSOE, en España eso no se da.
Muchos antiguos unionistas de buena fe, a partir de la publicación de las balanzas fiscales interterritoriales pudieron constatar el expolio sistemático, continuado y sin contemplaciones al que son sometidos por el resto del Estado, paralelo, por cierto, a la eterna acusación de tacañería en un ejercicio de perversidad llevado al paroxismo, y a partir de la sentencia del Constitucional se encontraron con el desprecio declarado, institucional, hacia la voluntad del pueblo catalán, de sus instituciones y de su derecho.
Hoy en día en Cataluña ya nadie habla del "qué", sino del "como". Como lo haremos para lograr la independencia lo más rápidamente posible y en las mejores condiciones. Hay distintas ideas al respecto, pero exceptuando a las minorías del PP i Ciutadans, en Cataluña consideradas como marginales y antisistema, el resto de la Nación tiene claro hacia donde nos dirigimos.
Mientras eso llega, intentaremos pasar el rato ganado al Madrid, o como mínimo haciéndole gastar millones, burlándonos de los símbolos más queridos por los enemigos de nuestra Patria catalana con el simple propósito de pasárnoslo bien, e increpando al Borbón tontaina y rijoso de turno.
¿Le ha sonado todo eso a victimismo?
Una vez más y con perdón de la expresión, imbécil.
Más que sonarme, huele a rancio, cavernario, obsoleto y a manual simplista. Sus expresiones solo ratifican mi opinión. Claro que desde Andorra pueden verse las cosas de otra manera pero, lo dicho, el rostro nacionalista catalán queda muy bien reflejado en la foto de abajo.
ResponderEliminarMis "expresiones" han sido las suyas, sumadas a unas cuantas opiniones mías, y mentiría si le dijera que siento que no le hayan gustado.
ResponderEliminarA mi me suena a rancio, cavernario, obsoleto y de manual barato lo suyo. Y lo suyo es lo de "la España Eterna", lo de "la Unidad de Destino en lo Universal", lo del derecho (?) de conquista, lo del centralismo interesado y rapaz perpetrado desde el barrio de Salamanca de Madrid desde hace siglos, lo del militarismo que solo gana guerras civiles, lo del Falangismo, que también se tomaba a sí mismo como europeo, regenerador y moderno.
Pero todo esto es normal, Munck.
Es normal que nos odiemos porque somos pueblos enemigos desde hace siglos.
Tenemos escalas de valores distintas, tradiciones distintas, idiomas distintos y sobre todo intereses económicos distintos, y cualquier intento por parte catalana de repensar una España diversa, pluricultural y multilingüe (hoy diríamos friendly), ha venido siendo violentamente destruida desde siempre por los defensores del monolitismo autoritario, centralista, soberbio y represor, de corte castellano. Y no solo por ideología, que también, sino sobre todo por interés.
Las élites de Madrid exigen acaparar TODO el poder y TODOS los recursos, las de Cataluña oponen resistencia, y el resultado es que desde 1714 jamás habíamos pasado mas de 50 años sin que el poder militar español no se hubiera explayado a gusto reprimiendo, matando y destruyendo en territorio catalán.
Dictaduras, "dictablandas", estados de excepción, de sitio, o de guerra, se han ido sucediendo hasta 1975, año en que murió aquel asesino gallego.
Pero ahora todo es distinto: El ejército español es poco más que una ONG, y sobre todo, Europa jamás consentirá el uso de la fuerza de una parte de su territorio hacia otro.
En estos momentos Cataluña está esperanzada y muy pendiente de lo que pase en Flandes y Escocia, y tenemos asumido que en España continuarán habiendo, como mínimo, expresiones de desprecio y hostilidad como las suyas, Munck, tal y como corresponde a una nación enemiga en conflicto con la propia.
¿O es que acaso entre flamencos y valones, cuya enemistad jamás ha sido tan dramática, ni la sumisión de unos a otros tan humillante, se echan piropos?
Me temo que iremos mucho más allá en la escalada de violencia verbal, pero para desesperación de Vds., por suerte para nosotros y por primera vez en la Historia, ya no existe la posibilidad ni la impunidad para España de usar la violencia física contra Cataluña.
Continuaremos en contacto, Munck. Ninguna agresión sin respuesta.
El señorito Plàtano no se da cuenta de que cataluña es solamente una región de ESPAÑA y que su "lengua diferente" es solamente un dialecto, una mezcla del francés y del castellano. Los catalanes no tienen ningún derecho a rebelarse contra la patria. España es España, y se compone de todas y cada una de sus regiones y provincias, por mucho que a algunos retrasados niñatos rebeldes quieran su "libertad". ¿Qué carajos harías con vuestra libertad? Dependéis de la unidad Española, si es que hasta la mayoría del agua que bebéis viene de Aragón. Dejaos ya de estas idioteces y aceptad vuestra nacionalidad, la Española. Si no os gusta, suicidaos, pues no podéis nacer de nuevo en otro país. Que os den donde os gusta.
ResponderEliminar¿Ves, Munck? Esos pensamientos profundos que una mente simple como la de Caleb es capaz de crear nos reafirman en la constatación del odio que nos profesamos. La incapacidad de reconocer al otro como sujeto de ningún derecho ajeno al propio es clásico de cualquier proceso de acoso moral. La violencia y el desprecio ejercidos hacia el maltratado hacen que el clan de acoso no se sienta culpable cuando pase a la acción. Son clásicos y muy estudiados síntomas de odio irreconciliable. No negaré que, cada vez más, encontramos ese tipo de reacciones en Cataluña con respecto a España. Insisto: Los lazos se han roto para siempre, y ya solo falta que la separación, cuando se empiece a producir, sea lo menos traumática posible para las partes.
ResponderEliminarPlà, lo que veo es una respuesta quizás desproporcionada a la provocación que usted hace. Es difícil que podamos debatir porque aunque escribimos en el mismo idioma, usamos lenguajes diferentes. Usted odia y atrubuye su propio odio a los demás. Yo no odio a Cataluña, ni mucho menos. Criticar a los nacionalistas tampoco es criticar a Cataluña porque aunque los nacionalistas pretendan monopolizarla, afortunadamente no son Cataluña. No me gustan las barreras, ni las fronteras levantadas desde el odio o el racismo. Que usted odia todo lo español, pues allá usted, pero atribuir sus sentimientos a los demás, como autojustificación, denota serios problemas. Y, en todo caso, tan legítimo es ser nacionalista catalán, como nacionalista español. Un saludo.
ResponderEliminarNos vamos entendiendo, Munck: Empezamos a intuir que en Cataluña hay más secesionistas y menos victimistas de lo que conviene creer y hacer creer en la estepa castellana, y nos soltamos el pelo reconociendo, aunque sea bajo presión, que en España existen nacionalistas españoles, con todo el derecho de serlo, faltaría más.
ResponderEliminarPero haciendo honor al titular de su artículo, también esos legítimos nacionalistas españoles decubrieron y siguen descubriendo su verdadero rostro.
A Vd. no le gustan las barreras, pero bien que las levantaría si esas rayas imaginarias que son las fronteras fueran traspasadas sin control por los del otro lado, si vinieran a imponer sus costumbres, su lengua y su idiosincrasia. Si yo le digo que lo que sentimos en Cataluña desde hace siglos es precisamente eso, Vd. lo negará diciéndome que somos lo mismo, y eso es perversión. Y luego me dirá, como ya ha hecho, que no todos los catalanes pensamos igual, y eso pretende ser manipulación, pero ni a eso llega. Fíjese bien:
1)En Cataluña no nos espanta acoger a gentes de distintos orígenes. Somos un pueblo mediterráneo, mestizo e integrador desde hace siglos, y tenemos claro que somos cualquier cosa menos una raza.
2)La antigua inmigración española de los años '60 está tan integrada, como que ya forma parte de la actual genética catalana. La palabra "charnego", por ejemplo, ya solo se utiliza en Madrid con la estúpida intención de crear división entre dos comunidades imaginarias que en realidad están fundidas desde hace tiempo. Solo cuatro "freakies" marginales, que dicen lo que España quiere oír a cambio de dinero e influencia, sostienen lo contrario
3)Algo que no dicta la genética es la tradición, las costumbres, la idiosincrasia y la lengua. Y hoy en día el reto realmente apasionante para Cataluña es el actual y exitoso proceso de integración de subsaharianos, rumanos, magrebíes, chinos y latinoamericanos. Para ello contamos con dos causas genuinamente catalanas y absolutamente infalibles como elementos de integración, a las que todos los nuevos catalanes se adhieren con sorprendente entusiasmo: El Barça y el soberanismo.
4)Aún en plena crisis contemplamos el futuro con ilusión y optimismo, con una Cataluña socialmente sólida, y con sobrada determinación para derribar los obstáculos que se le interpongan en su camino hacia su plenitud nacional.
Para acabar, y en cuanto a los catalanes de toda la vida, "bien pensantes", conservadores y prácticos, tradicionales valedores de una Cataluña española como motor económico del conjunto del Estado, su adscripción a la solución soberanista es imparable. Le paso una citación al respecto que he leído en estos últimos tiempos, aunque las hay nuevas cada día que pasa:
"Estoy dispuesto a ser español siempre que no se me obligue a ser menos catalán de lo que soy y mientras el Estado me defienda a mí, mi nación, mi lengua, el futuro de mis nietos y todo aquello con lo que me identifico. Ahora no veo que sea así".
Joan Majó, exministro de Industria.
Qizás ni lo suyo ni lo nuestro sea nacionalismo. Quizá Vds. se limitan a ser españoles y nosotros, catalanes.
es usted franquista?
ResponderEliminarPues no, no lo soy ¿y usted?
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