Cerradas las urnas y finalizado
el recuento de los votos, empieza la resaca electoral o la comedia titulada
“todos hemos ganado”, aunque en muchos casos la procesión vaya por dentro. Lo
cierto es que el análisis de los resultados electorales será muy diferente,
incluso contradictorio, según se haga desde las portavocías de los partidos
políticos o por los analistas políticos en los medios de comunicación.
Tras una aburrida campaña en la
que los problemas reales de Europa y de los propios ciudadanos españoles han
estado bastante ausentes se abre un nuevo panorama político según los
resultados electorales. Hay que señalar, en primer lugar, que aunque algunos
interesadamente pretendan lo contrario no es posible extrapolar estos
resultados al ámbito de la política interna. Los resultados de las elecciones
europeas son orientativos de ciertas tendencias políticas, de ciertos
movimientos en el ámbito doméstico, pero no pueden ser tomados como un reflejo
exacto, de un pronóstico certero de lo que hubiera ocurrido o de lo que va a
ocurrir en el caso de que se tratase de unas elecciones nacionales, autonómicas
o municipales. Conviene, en segundo lugar, hacer un repaso pausado de la serie
histórica de los datos electorales en comicios europeos anteriores para poder
evaluar en su justo término el significado y la trascendencia de esta votación.
Tradicionalmente, los electores
no tenemos conciencia de la verdadera trascendencia e importancia de los
comicios europeos. Tenemos la sensación de que Europa nos queda lejos y que,
por tanto, no nos jugamos gran cosa en el partido. Y de ahí que la
participación sea escasa. Si a ello sumamos que la campaña electoral que los
contendientes desarrollan no invita precisamente a la participación y que
supone un elemento más de desmovilización electoral, es perfectamente
comprensible que el auténtico ganado de estas elecciones europeas sea la
abstención. Y el triunfo sin paliativos de la abstención es un auténtico
fracaso de todos los partidos que han concurrido, desde Podemos de Pablo
Iglesias hasta el PP de Arias Cañete. Juntos no han sido capaces de convencer a
los votantes de que hagan uso de su derecho al voto, de que sean actores en el
sistema político.
El segundo gran dato que a
primera vista observamos es el fuerte castigo que han sufrido los dos gran
partidos, el PP y el PSOE, que juntos no llegan a sumar el 50 % de los
sufragios cuando antes superaban el 80%. Es un varapalo sin paliativos para el
partido del Gobierno y para el partido que se pretendía ser su alternativa,
para dos partidos cuyas candidaturas habían sido impuestas a dedo. El PSOE sigue en caída libre sin ser capaz de
rentabilizar su posición de oposición. Tras su desastrosa etapa de gobierno no
ha sido capaz de realizar la más mínima autocrítica, no ha procedido a
regenerarse y no es capaz de construir un discurso nacional y alternativo. Para
colmo se ha empeñado en la campaña en centrarse en un error dialéctico de su
adversario, como si el machismo fuese el principal de nuestra sociedad,
ratificando con ello lo que era evidente, que la Sra. Valenciano carecía de
suficiente talla política para tan alta misión. El voto de la izquierda se ha
fragmentado como nunca. El desmoronamiento socialista ha alumbrado y propiciado
parte del crecimiento de UPyD, el de IU y el de la extrema izquierda de
Podemos, un conglomerado antisistema por la izquierda tan peligroso para la
democracia como por la derecha el de Nuevo Amanecer en Grecia.
Y si el varapalo al PSOE ha sido
sonado, no lo ha sido menos el que ha recibido el Partido Popular. Hoy mismo,
el director de la campaña popular, Carlos Floriano, en declaraciones a un medio
de comunicación achacaba este varapalo a que el votante popular o bien no había
aceptado o bien no había comprendido la actuación del Gobierno de Mariano
Rajoy. Ni una sola frase de autocrítica. Y se equivoca: el votante popular ha
comprendido perfectamente el alcance de las medidas de Rajoy y no las acepta
porque suponen lisa y llanamente una traición a los principios políticos y al
propio programa electoral del Partido Popular. Por ello, la inmensa mayoría de
la abstención proviene de las filas del centro derecha español. Mientras la
izquierda y la ultraizquierda se han movilizado y ahí están los resultados, el
votante de centro derecha en gran medida ha preferido no votar. El PP ha
perdido, respecto al año 2009, más de un 16 % de sus votantes y sólo una parte
de los mismos ha sido recogida por partidos como UPyD, Ciudadanos o VOX. En
concreto y suponiendo que todo el incremento de UPyD provenga del PP, que no es
así, estos partidos han recogido el 9,1 % de los votos. Es muy probable que
parte del crecimiento de UPyD provenga de antiguos votantes del PP, algo
curioso tratándose de un partido de izquierdas, y otra parte de ex votantes
socialistas. Y ciudadanos y VOX por su parte han crecido a costa del Partido
Popular, eso es indudable, pero no han sabido o no han podido capitalizar
eficientemente el desencanto del votante popular, pese al triunfalismo de
Ciudadanos que en Cataluña, su feudo, no ha obtenido unos resultados
precisamente brillantes.
Debería abrirse ahora un serio
período de reflexión y, consecuentemente, de reacción en los partidos
políticos, sobre todo, entre los que hasta ahora han venido siendo la base de la
estabilidad del sistema político. Si no son capaces de renovarse, de conectar
con los problemas reales de los ciudadanos, de ofrecer soluciones, de ser
ejemplares, de acabar con la corrupción, de regenerarse y de regenerar el
propio sistema democrático serán dinamitados políticamente y con ellos el
propio sistema del que se han venido sirviendo impunemente en detrimento del
interés general.
Santiago de Munck Loyola
El partido Ciutadans, UPyD y VOX deberían unirse en una sola formación política, y esa sería la futura derecha un poco más modernizada que el actual PP. El otro bando izquierdista no está nada claro puesto que las izquierdas se han dividido hasta el infinito, y eso ha favorecido a la derecha clásica.
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