Hoy termina la aburrida, zafia e
inútil, gracias a la impresentable actitud de la mayoría de los partidos y
candidatos que concurren, campaña electoral de las elecciones europeas y mañana
se celebrará a llamada jornada de reflexión en la que una gran parte de los
electores podrán elucubrar, sobre todo, si ganará el Real o el Atético de
Madrid la final lisboeta.
Normalmente, las campañas
electorales en nuestro país se vienen caracterizando por un bajo nivel de ideas
y de propuestas y se suelen limitar a una competición de descalificaciones y
exabruptos entre los distintos candidatos. En muchas ocasiones, y esta no ha
sido una excepción, da la sensación de que los diferentes partidos nos
consideran a los votantes incapaces de entender cualquier tipo de razonamiento
o idea que supere el escalón del chascarrillo o el tópico simplista. Es patente
que existe entre buena parte de la clase política un claro desprecio hacia la
capacidad de comprensión y razonamiento de los votantes.
¿Y qué ha ocurrido en esta
campaña electoral europea? Pues, además de lo anterior y del incidente de Arias
Cañete, poco más. De una parte, que la inmensa mayoría de los medios de
comunicación se ha conjurado en un pacto de silencio para ocultar a cualquier
fuerza política cuya irrupción en el escenario político pudiese suponer un
desequilibrio o un riesgo para el sistema bipartidista. Y a ello han
contribuido no sólo los medios de comunicación públicos, la voz de su amo, sino
también la gran mayoría de los medios de comunicación privados y supuestamente
independientes, salvo alguna que otra honrosa excepción. Por otra parte, la
mayoría de los partidos políticos han hecho o han intentado hacer una campaña electoral
en clave nacional pero adulterada. Unos nos han contado que los socialistas no
deben volver como si del resultado de las europeas dependiese la formación de
un nuevo gobierno en España y otros que ellos nos van a sacar de la crisis que
en su día no supieron o no quisieron ver y que los populares han agravado.
Pero, en el fondo y situando el debate en clave nacional, pocos han querido
entrar en los problemas que en realidad preocupan a los ciudadanos. Muy poco se
ha hablado del paro y de las soluciones que se podrían proponer ante las negras
perspectivas de creación de empleo, poco o muy poco se ha hablado de los
problemas derivados del desafío independentistas y mucho menos aún de los
graves problemas que la corrupción y la falta de regeneración democrática del
sistema ocasionan. Es como si los dos grandes partidos, sobre todo, se hubiesen
puesto de acuerdo en no tocar la corrupción que tanto les salpica, a pesar de
ser una de las grandes preocupaciones de los ciudadanos españoles según todas
las encuestas. Por tanto, campaña en clave nacional pero descafeinada.
Con ello y con el hastío y la
desafección ciudadana hacia la clase política, la mayoría de los partidos han
conseguido que, si para muchos ciudadanos estas elecciones eran
intrascendentes, lo sean ahora aún más. Planteando la campaña en una supuesta
clave nacional que no ha sido tal, no han hablado de los problemas reales de la
gente y aún menos de los problemas que se derivan de nuestra integración en
Europa que también nos atañen. Poco o nada nos han hablado sobre la política
europea en torno a la inmigración a pesar de los dramas que a diario se viven
en nuestras costas y fronteras que también lo son de la Unión Europea , poco o nada nos
han hablado sobre el creciente problema de la caída de la natalidad en una
Europa cada año más vieja, poco o nada nos han hablado sobre la unión bancaria,
sobre la necesaria estabilidad del euro o sobre la integración fiscal como
tampoco lo han hecho sobre la política común exterior o de defensa comunitaria
cuando al borde mismo de nuestras fronteras se están desarrollando serios
conflictos que pueden desembocar en trágicos enfrentamientos civiles como en
Ucrania y en los que la influencia de la Unión ha sido parte del detonante de los mismo.
La ausencia de debate público
sobre los problemas reales que como miembros de la Unión afectan a la vida
diaria de los ciudadanos y la propia incapacidad de las Instituciones europeas
a la hora de abordarlos están en el origen del creciente euroescepticismo que
se detecta en amplios sectores de la población. Muchos ciudadanos se cuestionan
la necesidad de esta Unión si, de una parte no se abordan con eficacia graves
problemas diarios, y si, de otra, no se atisba en el discurso político de los
candidatos intención alguna de ponerse manos a la obra.
Los europeos tenemos señas de
identidad comunes, por cierto eliminadas en las referencias constitutivas de la
propia Unión, y problemas comunes algunos muy acuciantes pero la actitud de
quienes nos han de representar, salvo algunas excepciones, no permite
vislumbrar el nacimiento de proyectos comunes que refuercen esta Unión y que
despierten la ilusión ciudadana. Es la clase política, una vez más, la que no
sabe estar a la altura de las circunstancias y la que abona día a día la pérdida de la ilusión por Europa entre los
ciudadanos. ¡De pena!
Lo dicho, a reflexionar toca el
sábado y a votar el domingo a pesar de todo. Un servidor sabe ya, sin necesidad
de jornada de reflexión, a quien no votar: a los que incumplen su programa, a
los incompetentes y demagogos ante la crisis, a los enemigos de la
regeneración, a los que se complacen revolcándose en la cochiquera de la
corrupción, a los separatistas y sus socios, a los colectivistas y enemigos de
las libertades o a los populistas televisivos. ¡A votar toca para no otorgar
con el silencio!
Santiago de Munck Loyola
Supongo que VOX será un grupo de conservadores desencantados del PP, sospecho que reivindican un Rajoy más radical con los independentistas catalanes y con los recortes sociales a los que llaman "ajustes".
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