Hace pocos días, D. Antonio Zardoya, periodista y
colaborador del Diario El Mundo ha escrito un artículo titulado “la derecha
cainita” en el que lejos de realizar un análisis sobre las discrepancias
políticas que existen en el centro derecha alicantino, tal y como podría
sugerir dicho título, desarrolla más bien un ajuste de cuentas, en buena medida
de carácter personal, destinado a descalificar el nacimiento de una nueva
opción política en la provincia como es Ciudadanos. El Sr. Zardoya expone su
simplista tesis, a saber, que las escisiones en el seno del Partido Popular de
Alicante, a diferencia de los que según él ocurre en la izquierda, se debe a
que cuando alguien es apeado de las listas electorales, se “cabrea” y monta su
propio partido. Y para justificar esta simpleza fabrica un enorme saco en el
que mete a todo aquel político que haya decidido emanciparse de la pesada bota
popular y explorar otras iniciativas políticas, tan legítimas como cualquier
otra. Sin “cortarse un pelo”, el Sr. Zardoya mete en su saco a Domingo Soler de
Torrevieja, a Sonia Castedo a la que acusa de amenazar al PP con promover su
propio partido, a Carlos Fabra que anda por Castellón, a Gema Amor y a David
Devesa de Benidorm o a Emigdio Tormo en el caso de Elche, recientemente elegido
representante provincial de Ciudadanos y al que guarda, al parecer, extrañas y
oscuras animadversiones. A todos, de una forma u otra, los califica como
cadáveres políticos, los sitúa interesadamente en el difuso contexto de la
corrupción y los termina por embalsamar como políticos de cuerpo presente en
el, según él, tanatorio de Ciudadanos.
Como respuesta escueta a tal cúmulo de desatinos, a
esa ensalada seudoperiodística aliñada con buenas dosis de inquinas personales
bastaría un “ladran, luego cabalgamos”. Sin embargo, parece mucho más adecuado,
sobre todo para argumentar racionalmente el debate público, destacar algunos
aspectos del citado artículo.
Según el Diccionario de la RAE, cainita significa “perteneciente o relativo a Caín. Se dice
especialmente del odio o enemistad contra allegados o afines”. Y anda muy
desorientado el Sr. Zardoya si piensa que las discrepancias o el
fraccionamiento de la derecha alicantina se deben a odios o enemistades contra
allegados o afines. Más sólidas son las divisiones en el campo de la izquierda
y a nadie se le ocurre la simpleza de atribuirlas a odios o enemistades
personales. La existencia de corrientes o de grupos ideológicos dispares en el
campo del centro derecha no debería ser contemplado como algo negativo o
condenable por un demócrata observador de la realidad y generador de opinión
pública. Todo lo contrario, por lo que parece fuera de lugar, desde una
perspectiva democrática y pluralista, encuadrar las discrepancias ideológicas
en el ámbito de las guerras cainitas o simplemente personalistas.
Lo que llama la atención en el discurso del
comentarista es la ausencia de un análisis, por superficial que fuera, de las
causas que favorecen la fractura del centro derecha cuya unidad, por cierto,
tanto esfuerzo costó. A modo de apunte, baste indicar que una de las
principales causas se encuentra en la ausencia de canales de participación de
la militancia en los órganos de gobierno del Partido Popular provincial, la
falta de talante dialogante y democrático de muchos de sus dirigentes y en un
elevado déficit de democracia interna que impide que sea la propia militancia
la que decida quiénes deben o no representarles en las instituciones
democráticas.
Pero parece que al Sr. Zardoya no le interesa
hablar de eso, no. Ha construido un escrito y una tesis utilizando el método de
la coctelera. Un “totum revolutum” que, en definitiva, busca descalificar a
determinadas personas, quizás para saldar viejas cuentas, y, de paso, a una
nueva opción política que le guste o no cada día tiene más seguidores. Y. lo
que es peor, monta su tesis faltando a la verdad. Habrá a quien le guste más o
menos la trayectoria del nuevo dirigente provincial de ciudadanos Emigdio Tormo
o quien cuestione su reciente elección, pero no se debe mentir para expresar
ese disgusto. Es falso que Tormo “se haya
colocado como coordinador provincial”, ha sido elegido, importante matiz
que a un demócrata no se le debería escapar, como también es falso que en 2011 “se quedara en el paro político”, a no
ser que el periodista tenga constancia fehaciente de un parón en la actividad
política del Sr. Tormo. No parece muy ético, intentar mezclar el cese en el
desempeño de una responsabilidad política con el “paro” en estos tiempo que
corren para intentar transmitir una idea equivocada o unos móviles poco
ejemplares sobre su nueva actividad política. Por cierto que Emigdio Tormo
tiene la suerte de estar en activo laboralmente.
Por último, es posible que quien sólo quiere
construir una tesis sobre la base de prejuicios personales no pueda ver el nexo
de unión entre muchas personas con sensibilidades políticas diferentes y que
les conduce hacia Ciudadanos. Pues bien, es algo tan sencillo como la
regeneración política, la necesidad imperiosa de que los partidos e
instituciones sean regenerados democráticamente. Cada uno, de derechas o
izquierdas, podrá tener un rumbo, un destino pero si el autobús que ha de
conducir a los pasajeros no pasa la ITV, si falla su mecánica, dará igual el
destino que la mayoría elija, el viaje se frustrará. Pues bien, de eso se
trata, de regenerar el autobús, los partidos y las instituciones, porque tal y
como están no se puede viajar con garantías. Y eso tan simple, tan elemental,
es lo que puede y de hecho une a mucha gente, a muchas personas, que no
cadáveres políticos, con inquietudes sociales y políticas que, aunque con
destinos diferentes, coinciden en que lo primero que hay que hacer es
garantizar el viaje. Y esa garantía, desgraciadamente, no se puede encontrar en
los actuales dirigentes del Partido Popular de la Provincia de Alicante. No se
pongan nerviosos, no descalifiquen, aparquen prejuicios y fobias personales
porque queda un largo recorrido por delante. Ciudadanos está dando sus primeros
pasos en Alicante y hay mucho por definir y construir, pero es evidente que hay
quien prefiere poner sobre el tapete del debate nombres y no ideas ni
proyectos. Esa apuesta puede que sea la de los partidos tradicionales y sus
servidores mediáticos, pero no es la de la ciudadanía.
Santiago de Munck Loyola
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