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viernes, 4 de junio de 2010

(3ª parte) ¿Por qué los ciudadanos debemos apretarnos el cinturón y los políticos no?

Puestos ya a recortar y enarboladas las tijeras, es preciso adentrarse en más campos que afectan fundamentalmente a la clase política y sindical, es decir, a aquellos que para liderar la sociedad han de ser los primeros en dar ejemplo. A los recortes en altos cargos, en puestos de confianza, en sus salarios y demás gastos de la clase política que ascienden a millones de euros, todavía se podrían añadir otros recortes muy importantes. Se trata de gastos que pagamos todos los ciudadanos con nuestros impuestos y que lo hacemos porque se supone que los aprobamos cuando damos nuestro voto a cualquiera de los paridos políticos.

Si cualquier persona desea ser socio de un club de fútbol, por ejemplo, deberá pagar una cuota y contribuir así al sostenimiento de su equipo. Si su equipo funciona bien, tendrá buenos ingresos obtenidos por la taquilla, la publicidad, las cuotas, etc. Pero, el resto de los ciudadanos que no son de ese equipo no estarán obligados a mantenerlo con sus impuestos. ¿Por qué entonces tenemos que mantener a los Partidos Políticos y a los sindicatos con nuestros impuestos? ¿No será más lógico que esas organizaciones se mantengan con las cuotas y donaciones de sus afiliados y simpatizantes? Si partidos y sindicatos tuviesen que mantenerse exclusivamente de sus propios ingresos, tal y como hacen las empresas y demás entidades privadas, ¿no serían más austeros y racionales en sus gastos? ¿no despilfarrarían menos? Basta ver el lujo, los medios materiales y personales de los partidos y sindicatos para saber cómo emplean el dinero que nos sacan a los ciudadanos con las subvenciones que reciben provenientes de nuestros impuestos. Y el colmo de la desfachatez es que hasta las organizaciones empresariales se nutren de subvenciones que pagamos entre todos.

Sólo en el año 2009, los sindicatos y organizaciones empresariales se repartieron más de 110 millones de euros, sacados de los bolsillos de los contribuyentes. ¿No ganan lo suficiente los señores empresarios como para mantener sus organizaciones profesionales?

Pero no sólo queda ahí la cosa, nuestros sindicatos, nuestros queridos sindicatos que hicieron huelga cuando Aznar congeló el sueldo a los funcionarios (¿qué harán ahora que ZP no congela sino, que les baja el sueldo?), que montaron una huelga general por la reforma laboral que intentó Aznar, estos sindicatos que gozan de tanta confianza de los trabajadores que no llega ni al 5 % de los mismos los que se afilian, nos cuestan una auténtica barbaridad. Al margen de las subvenciones que reciben del estado y de las autonomías para poder funcionar ya que los trabajadores no se afilian y, por tanto, no los sostienen económicamente, los sindicatos cuestan al Estado y a las empresas la nada despreciable cifra de 1.664 millones de euros al año, a través de esa curiosa figura de los liberados sindicales. Resulta que los trabajadores españoles pasan olímpicamente de los sindicatos y no se afilian, ni los sostienen económicamente. Pero los sindicatos se creen en la necesidad de salvar a los pasotas de los trabajadores, aunque éstos no quieran. Y, así, dejan de trabajar total o parcialmente en sus respectivos trabajos miles de sindicalistas a los que hay que pagar sus sueldos para que nos salven. En España hay más de 57.000 sindicalistas dedicados a “salvar y defender” a los trabajadores. Si consideramos que el coste laboral medio en España (salario + Seguridad Social) por trabajador y mes alcanzaba los 2.428,69 euros en el tercer trimestre de 2009, esto es, 29.144 euros por trabajador al año, el coste total derivado por los liberados sindicales y soportado forzosamente por ciudadanos y empresas españoles asciende a 1.664 millones de euros al año. ¿Hay o no hay de donde recortar sin tocar los sueldos y las pensiones? ¿Hay o no de donde recortar sin subir los impuestos? Si en época de crisis y recesión es necesario realizar sacrificios, ¿no deberían empezar por dar ejemplo los sindicalistas y los políticos? ¿no deberían estos señores dedicarse a producir en lugar de hacer como que nos salvan a los demás?

Claro, que es difícil pedir peras al olmo. Tenemos una clase política corporativa, unida en la defensa de sus privilegios y unos sindicatos en plena sintonía con esa clase política, unos sindicatos más atentos a la defensa de intereses partidistas y de sus propios privilegios que de la defensa del bienestar de los ciudadanos.

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