Que el Delegado del Gobierno de
España en la Comunidad Valenciana, Serafín Castellanos, sea detenido por la policía es, sin duda, un
hecho extraordinario y, sin embargo, parece que los ciudadanos nos lo hemos
tomado como una noticia más en este incesante goteo de escándalos derivados de
la corrupción en nuestra Comunidad. Es tan larga la cadena de casos de
corrupción y de escándalos propiciados por el PPCV que nos parece extraño el
día en que no salta uno nuevo y muchos nos preguntamos quién será el siguiente.
De la corrupción y de la forma en que la ha abordado el Partido Popular se
acuerda ahora el Presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy, al reconocer
casi una semana después del varapalo del 24 de mayo algunos de los errores que han podido influir
en el mismo. Algunos prebostes populares aún andan hablando de errores de comunicación,
de mala venta política, de la prensa enemiga,… pero siguen siendo incapaces de
encontrar el verdadero mal de fondo, el origen de la corrupción y de la desafección
ciudadana.
Hace ahora un año, con ocasión
del resultado de las elecciones europeas señalé en estas páginas lo siguiente: La fuga de estos 500.000 votantes es mérito
también y ganado a pulso por Alberto Fabra, un líder artificial y sin palabra,
por Serafín Castellano, por Javier Moliner, por Alfonso Rus, la personificación
de la sutileza política y el pluriempleo, por José Ciscar y su acólito, JJ
Zaplana, el dúo protector de imputados, y por la larga ristra, hasta 127, de
cargos públicos populares imputados en diferentes casos de corrupción. Esos son
los responsables del varapalo electoral levantino y, con seguridad, ninguno de
ellos tendrá la decencia de dimitir. Este castigo electoral no es casual. Su origen está en la política de
un PPCV escasamente democrático, controlado por rancias camarillas, en el que
el afiliado no cuenta para nada y en el que la democracia interna no existe, lo
que ha producido, como era de esperar, una delirante política que ha arruinado
a la Comunidad Valenciana y un cúmulo de casos de corrupción a los que nadie ha
sido capaz de poner freno.
Y este análisis es hoy plenamente
vigente. El Partido Popular está en una situación muy delicada. Los culpables
son en primer lugar toda esta larga lista de aprovechados, los Bárcenas,
Granados, Ruses, Ratos, Fabras, Alperis, Ripolles y demás, en segundo lugar los
consentidores e impotentes Rajoys, Cospedales, Císcares, Zaplanas y muchos
otros miembros de la estructura popular, en tercer esa propia estructura
estatutaria construida al servicio de esta casta y, por último, la propia militancia
popular sumisa, obediente y acrítica, cómplice con su silencio y su fervor
claquero. De ahí la enorme dificultad para que se produzca una auténtica regeneración
de un partido tan importante para la estabilidad de nuestras instituciones. No
hay que ir muy lejos para darse cuenta de que la regeneración del PP es una
misión casi imposible. Basta tener en cuenta que en Alicante, por ejemplo, se
ofrece para liderar esa regeneración Luis Barcala, un concejal estrecho
colaborador de Sonia Castedo, cómplice político de la nefasta gestión y
cómplice con su silencio de la persecución a los regeneradores del PP o basta
considerar que José Ciscar, máximo responsable del desastre electoral,
protector de imputados y un pésimo gestor que tanto ha perjudicado a nuestra
Provincia desde Valencia, se postule ahora para liderar la Diputación, sin
asumir responsabilidad alguna, o para liderar el PPCV.
El votante de centro derecha de
Alicante debería ir asumiendo ya que el Partido Popular hace tiempo que no le
representa, que su gestión no se corresponde con sus valores y principios y que
está controlado por una mafia endogámica al servicio de intereses particulares
y no de los generales. Debería asumir que en esas condiciones y con unos
estatutos que impiden a las bases dirigir y controlar a sus dirigentes no hay
regeneración posible del mismo. Los que están ya han demostrado su complicidad
con los que han tenido que salir por la puerta de la justicia. Con ellos no se
puede contar. Es una causa perdida.
Por eso, hoy más que nunca, se
hace imprescindible abrir un proceso de convergencia y de encuentro entre todos
aquellos que piensan que Alicante necesita una opción política capaz de
representar los valores y principios del centro derecha, una opción política
regeneradora, plenamente democrática, enraizada en los problemas y necesidades
de la gente, sin hipotecas con Madrid, Valencia o Barcelona para defender a
esta provincia, capaz de levantar una alternativa sólida frente a una izquierda
radicalizada y populista y dispuesta a sacrificar los localismos y los
personalismos por un proyecto superior, alicantino y español. No es una tarea
fácil, ni mucho menos. Es una tarea ambiciosa y compleja que requiere mucha
generosidad y altura de miras, que exige muchas cesiones y esfuerzos pero que
es imprescindible para ofrecer a los alicantinos una opción limpia, decente y
con futuro.
Santiago de Munck Loyola