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lunes, 19 de octubre de 2020

Señora Ministra de Hacienda ¡Váyase a la mierda!



¿No está harto de que se rían de usted? ¿Acaso no está hasta las narices de que le tomen por imbécil? ¿No cree de verdad que muchos políticos se pasan tres pueblos cuando se dirigen a los ciudadanos? ¿No cree que nos faltan al respeto? Sinceramente, yo sí. Ya sé que en España nos hemos acostumbrado a que los políticos nos engañen con sus compromisos y promesas electorales. Hablar de elecciones es el pistoletazo de salida de una subasta de promesas que no se cumplirán, pero lo damos por amortizado. Enrique Tierno Galván dixit “los programas electorales están para incumplirlos”.


También nos hemos acostumbrado a que nos mientan sobre sus curricula vitae. Lo que en la Europa democrática, culta y avanzada es causa de dimisión cuando a uno le pillan con el carrito de los helados, o hasta en el Brasil de Bolsonaro, en nuestra querida España es, a lo sumo, motivo de algún titular periodístico. 

Desde Roldán, pasando por Pedro Sánchez, Susana Díaz, Patxi López, Toni Cantó, Ada Colau, Bernat Soria, Elena Valenciano, José Blanco, José Manuel Franco, Óscar puente, Ximo Puig, José Montilla, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Miguel Urbán, Pilar Rahola, Carlos Puigdemont, Tomás Burgos, Juan Manuel Moreno Bonilla, Joana Ortega, César Zafra, Javier Maroto, Javier Moragas y así hasta aburrirse existe una larga lista de mentirosos curriculares. Pues nada, que aquí no pasa nada. Mienten, engañan en su curriculum y siguen en sus puestos cobrando tan ricamente. Nadie dimite por ello, a diferencia de nuestros estirados y puritanos vecinos y socios europeos.


Nos dijeron en febrero que en España no habría más de “uno o dos casos” de coronavirus y llevamos un millón de contagiados y más de 55.000 muertos, pero no pasa nada. Un error lo tiene cualquiera y aquí no dimite nadie. Nos dijo el Sr. Sánchez hace tres meses que “habíamos vencido al virus”, que todos a disfrutar y él se fue de vacaciones y desde entonces tenemos otros 10.000 muertos, que se dice pronto. ¡Vale! Se han equivocado. Han confundido sus deseos con la realidad y no tenían la intención de engañarnos y de tomarnos por bobos.

 

Pero la gota que colma el vaso, el summum de la desfachatez y la desvergüenza, el escupitajo en nuestra cara lo acaba de protagonizar la Ministra de Hacienda, la “Portavoza” del Gobierno, ese piquito de oro a veces ininteligible que se llama María Jesús Montero. Hace un par de días la Ministra de Hacienda ha declarado "Hay un reglamento europeo el que impide que se puedan bajar de la venta el IVA de las mascarillas, no es una decisión del Gobierno de España". Reglamento europeo que por lo visto permite que en Portugal el IVA de las mascarillas se haya bajado al 6%, en Francia al 5,5% y en Holanda o Italia al 0% mientras que, en España, socialistas y Podemos, lo mantienen en el 21%, considerando por tanto a las mascarillas de las que depende nuestra salud como artículos de lujo.




Aquí solo hay dos explicaciones y una sola opción: o la Ministra de Hacienda desconoce las normas fiscales europeas, en cuyo caso debe dimitir ipso facto, o es una mentirosa sin vergüenza alguna, en cuyo caso también debe dimitir. No hay otra opción. 

Unas declaraciones públicas como ésta en otros países europeos serían auténticos terremotos políticos, serían un escandalo de primera magnitud que se saldaría, sin ninguna duda, o con la dimisión inmediata (cuando el mentiroso cazado conserva una pizca de decencia) o con el cese fulminante (cuando la pizca de decencia la conserva quien la nombró).
Pero aquí no pasa nada. Esta “ignoranta” fiscal de cuota de género o esta mentirosa compulsiva, elija el lector, ni dimite, ni es cesada, ni se va a disculpar por tomarnos a todos los ciudadanos por imbéciles, por escupirnos a la cara sus estulticias, por reírse de los españoles. 

Para ella, para los que la sostienen y para los que guardan su silencio cómplice vale todo en política y cuando digo todo, es todo. Y así nos va. ¡Señora Ministra váyase usted a la mierda!

 

Santiago de Munck Loyola

 

  

domingo, 18 de octubre de 2020

La Justicia y la anchluss socialpodemita.

Los españoles nos encontramos en medio de una guerra política en torno a la renovación nada menos que del órgano de gobierno del tercer poder del estado, el poder judicial. Lo cierto es que nos hemos acostumbrado a situaciones que si las analizamos bien nos harían caer en la cuenta de lo anormal y poco democrático que resulta el hecho de que la clase política, encuadrada en los otros dos poderes del Estado, el legislativo y el ejecutivo, pugne por el control del tercer poder, el judicial, el poder que, entre otras cosas, debe controlar la legalidad de las actuaciones de los miembros del legislativo y el ejecutivo.

No le faltaba razón a Alfonso Guerra, allá por el año 1985, cuando afirmó que con la reforma socialista de la Ley Orgánica del Poder Judicial Montesquieu había muerto en España y con él la división de poderes, división esencial para caracterizar a un estado como democrático o no.

 


Lo cierto es que la poca calidad democrática de nuestro estado en este aspecto no es sólo responsabilidad de los socialistas, sino también, del Partido Popular que, una vez alcanzado el Gobierno con dos mayorías absolutas, se olvidó por completo de sus compromisos regeneradores para despolitizar a la justicia y prefirió seguir pasteleando con los socialistas el nombramiento de los miembros del Gobierno de la Judicatura, el Consejo General del Poder Judicial.

 

Para entender mejor la situación presente, conviene echar un vistazo a lo que la Constitución dice sobre la composición del Consejo General del Poder Judicial y cómo los políticos han ido interpretando la misma a través de su desarrollo mediante la Ley Orgánica correspondiente. El Artículo 122 de la Constitución dice: 

 

2. El Consejo General del Poder Judicial es el órgano de gobierno del mismo. La ley orgánica establecerá su estatuto y el régimen de incompatibilidades de sus miembros y sus funciones, … 

 

3. El Consejo General del Poder Judicial estará integrado por el Presidente del Tribunal Supremo, que lo presidirá, y por veinte miembros nombrados por el Rey por un período de cinco años. De éstos, doce entre Jueces y Magistrados de todas las categorías judiciales, en los términos que establezca la ley orgánica; cuatro a propuesta del Congreso de los Diputados, y cuatro a propuesta del Senado, elegidos en ambos casos por mayoría de tres quintos de sus miembros, entre abogados y otros juristas, todos ellos de reconocida competencia y con más de quince años de ejercicio en su profesión.

 

Hay que resaltar dos cuestiones importantes. Primera, que la Constitución no remite a una Ley Orgánica el procedimiento de selección de los miembros del Consejo. Segunda, que la Constitución sólo especifica que de los 20 miembros que lo componen, el Congreso designará a cuatro y el Senado a otros cuatro y que los doce restantes se designarán entre Jueces y Magistrados de todas las categorías judiciales, en los términos que establezca la ley orgánica. Es evidente que la distinción establecida entre los 12 elegidos entre Jueces y magistrados y los 8 elegidos por las Cortes implica que la elección parlamentaria no es de los 20 miembros. Y así se interpretó en el Artículo 7 de la Ley Orgánica 1/1980, de 10 de enero, del Consejo General del Poder Judicial: “El Consejo General del Poder Judicial estará integrado por el Presidente del Tribunal Supremo, que lo presidirá, y por veinte Vocales nombrados por el Rey por un período de cinco años. De éstos, doce entre Jueces y Magistrados de todas las categorías judiciales en los términos que establece la presente Ley; cuatro a propuesta del Congreso de los Diputados y cuatro a propuesta del Senado, elegido en ambos casos por mayoría de tres quintos de sus miembros, entre Abogados y otros juristas, todos ellos de reconocida competencia y con más de quince años de ejercicio en su profesión”. Por tanto, inicialmente, 12 de los 20 miembros eran elegidos por y entre los propios jueces. Sin embargo, este sistema cambió con la reforma socialista de la Ley Orgánica en 1985, modificada por la Ley Orgánica 4/2013, de 28 de junio, en la que se estableció en el Artículo 567 que “2. Cada una de las Cámaras elegirá, por mayoría de tres quintos de sus miembros, a diez Vocales, cuatro entre juristas de reconocida competencia con más de quince años de ejercicio en su profesión y seis correspondientes al turno judicial, conforme a lo previsto en el Capítulo II del presente Título”, pasando, por tanto, la constitución del tercer poder del estado a depender de la voluntad del legislativo y, por ende, del ejecutivo. El Tribunal Constitucional avaló esta interpretación retorcida de la Constitución con el pretexto de que así se favorecía una mayor democratización de la justicia al favorecer la representatividad de las mayorías sociales, como si el Consejo General del Poder Judicial tuviera que ser una representación en miniatura del parlamento y no el gobierno de la judicatura.

 


La exigencia de que la elección de los miembros del Consejo fuera hecha por tres quintos de las cámaras obligaba a que, al menos, se produjese un consenso entre los dos partidos mayoritarios. ¿En qué punto nos encontramos ahora? Pues que el Gobierno exige al PP que negocie la lista de vocales que han de votar las cámaras parlamentarias. El PP se niega a negociar con los dos partidos que conforman el Gobierno, PSOE y Unidas Podemos, porque el segundo es un partido imputado y el Gobierno, en respuesta, amenaza con reformar la Ley Orgánica del Poder Judicial para eliminar la mayoría cualificada de tres quintos y convertirla, a la polaca, en mayoría absoluta. Y tanto el Gobierno como todo su coro de loritos periodistas se dedican a repetir que el PP actúa de forma irresponsable y en contra de la Constitución porque la renovación del CGPJ es obligatoria y lleva dos años de retraso.

 

Ya está bien de mentiras. En este asunto, como en muchos otros, la responsabilidad es compartida entre unos y otros. Si hay alguien actuando en contra de la Constitución hay que concluir que no sólo es el PP, sino todos, empezando por el Presidente del Gobierno. Y ello es así porque el ni el Gobierno, ni su Presidente pintan nada en el proceso de elección de los vocales del CGPJ. El poder ejecutivo no puede ni debe intervenir, y menos aún plantear exigencias, en una votación y un procedimiento que depende exclusivamente del poder legislativo. Por muy chuleta que sea el Sr. Sánchez y por muy matón de billar que sea su vicepresidente no pueden exigir a la oposición que se siente a negociar en los términos que a ellos les parezca conveniente. Nadie puede obligar al PP a sentarse a negociar con Unidas Podemos, con Bildu o con ERC. Y la razón por la que el poder ejecutivo carece de legitimidad para intervenir en el proceso deriva no sólo del sentido común, sino de la propia Ley Orgánica del Poder Judicial vigente que en su Artículo 568.1 señala, como es lógico, que “Los Presidentes del Congreso de los Diputados y del Senado deberán adoptar las medidas necesarias para que la renovación del Consejo se produzca en plazo”. 

Si se trata de una decisión del poder legislativo es lógico que sean los presidentes de las cámaras quienes adopten las medidas necesarias para alcanzar la renovación del CGPL que en este caso pasan por la necesaria negociación entre grupos parlamentarios para alcanzar los consensos necesarios para llegar a los tres quintos de cada cámara. 

 

Es posible que sea mucho pedir a este Gobierno que trate de respetar la división de poderes, que trate de asumir que su poder y su competencia es limitado y delimitado por la Ley tanto en su espíritu como en sus formas, pero hay que seguir pidiéndoselo todos los días, así como al ejército de sumisos comentaristas y periodistas que lo jalean. Aquí no hay más incumplidor de la Constitución que un Gobierno con ansias de “espacio vital” que invade las competencias del poder legislativo para someter y conformar a su imagen y semejanza al poder judicial.

 

Santiago de Munck Loyola

viernes, 9 de octubre de 2020

La república dinamitada.


Una parte del Gobierno de España, la parte comunista-podemita, ha decidido dedicar buena parte de sus esfuerzos no a combatir las gravísimas consecuencias de la pandemia, sino a cuestionar y a atacar a la Jefatura del Estado, al Rey, al que acusan, entre otras cosas, de mantener un comportamiento no neutral y de actuar contra el gobierno, es decir, que, según ellos, una institución carente de legitimidad porque nadie ha votado al Rey, la Corona, está socavando a otra, el gobierno, que cuenta con la legitimidad de las urnas. A esta afirmación habría que responder que el Rey sí cuenta con la legitimidad de origen en el Artículo 57 de la Constitución votada mayoritariamente por los españoles y con la legitimidad de ejercicio, la que se deriva del impecable ejercicio de sus funciones constitucionales por parte de Felipe VI, mientras que al gobierno actual no lo han elegido los ciudadanos, sino los parlamentarios incumpliendo los compromisos electorales del actual Presidente del Consejo de Ministros. Pero, en esta situación lo que primero llama la atención es la falta de liderazgo del Presidente del Gobierno porque mientras él hace llamamientos continuos a la unidad para salir de la crisis, parte de su gobierno se dedica a fomentar la división y el enfrentamiento, nada menos que contra la Jefatura del Estado. Y no se trata de un hecho aislado. Todos recordamos que mientras los ciudadanos nos reuníamos en los balcones todas las noches para aplaudir a los sanitarios y demás servidores públicos que luchaban contra la pandemia durante el confinamiento, la primera iniciativa de la parte comunista-podemita del gobierno fue organizar una cacerolada contra el Jefe del Estado.


Vaya por delante que en la situación en la que nos encontramos como Nación, con la economía destruida y en recesión, con millones de desempleados, con más de 55.000 muertos y cientos de miles de contagiados y con tantos y tantos problemas que aquejan a millones de familias como consecuencia de la gestión que se ha hecho de la pandemia, no parece que sea muy oportuno abrir una crisis entre las instituciones del Estado, ni promover ahora un cambio de régimen pasando de una Monarquía a una República, salvo que de lo que se trate sea precisamente de extender una cortina de humo para eludir las responsabilidades que a los gestores de esta situación pudieran corresponderles. Es evidente que, siendo completamente inoportuna para los intereses de los ciudadanos, para quienes por otra parte la Monarquía no supone un problema según las encuestas, abrir esta polémica no debe serlo para la parte comunista-podemita del Gobierno. No abren la polémica por casualidad. La elección del momento y del contexto ha sido perfectamente calculada: lo han hecho con el Gobierno más débil de la democracia, bajo el liderazgo más espurio conocido y en medio de la más grave crisis económica y social de los últimos 80 años. Es decir, en medio de un contexto, según los politólogos, típicamente prerrevolucionario. Su error, sin embargo, es que tratan de aplicar recetas de manuales caducos en medio de una sociedad mucho más madura de lo que ellos suponen.

 

Y resulta especialmente llamativo que los argumentos de los comunistas y podemitas para defender sus ataques al Rey pasen por descalificar a los que le defienden y que dichos argumentos no sólo sean sostenidos por periodistas y comentaristas apesebrados en las televisiones públicas, sino también sean “comprados” por otros supuestamente independientes. Dice el Sr. Iglesias que la reacción de los constitucionalistas defendiendo al Rey en realidad le perjudican, que dañan a la Monarquía y eso favorece al objetivo republicano. Así se lo manifestó al Secretario General de los populares, Sr. Egea, en el Congreso, en la primera sesión de control al Gobierno, tras el veto a la presencia del Rey en Barcelona. O sea que según el líder podemita sus descalificaciones y críticas al Rey contribuyen a la causa republicana y la defensa y los elogios al Rey por parte de los constitucionalistas, también. Curioso ¿no? Pues bien, pocos días después, una periodista de RTVE, Mónica López, entrevistando a Cayetana Álvarez de Toledo le preguntó, asumiendo o transmitiendo la peregrina tesis del Sr. Iglesias, si no creía que la defensa del Rey que estaban realizando los dirigentes populares estaba perjudicando a la Monarquía. La perversa pregunta, como la calificó la Sra. Álvarez de Toledo, no tenía desperdicio. Y es que en el fondo del argumento podemita y de esta pregunta lo que subyace es una descalificación personal y política de los constitucionalistas: ustedes son tan indignos que cuando se posicionan en favor del Monarca o de la Monarquía la manchan.

 

No queda más remedio que preguntarse por qué tantos sesudos periodistas y comentaristas políticos que en diferentes medios de comunicación asumen el razonamiento podemita (que la defensa del Rey por parte de los constitucionalistas de las insidias de parte del Gobierno supone perjudicarle y dañar a la causa de la Monarquía) no son coherentes y aplican la lógica podemita a la inversa, es decir, que la defensa de la causa republicana y los ataques a la Monarquía por parte de sujetos como Pablo Iglesias perjudica a dicha causa y refuerza a la Monarquía. Es la misma y perversa lógica que comunistas y podemitas están usando. Una causa pierde su bondad en función de quién la enarbola. Por tanto, bien podría afirmarse que flaco favor hace a la causa republicana que su abanderado sea un trepa, un sujeto que ha traicionado todos y cada unos de sus “ideales” proclamados, que se ha convertido en pura casta, que ha renegado de las limitaciones salariales autoimpuestas, que ha huido de su querida Vallecas porque es un barrio incompatible con el desarrollo de un proyecto familiar, que se compra el mismo tipo de vivienda que criticaba antes a sus adversarios, que ha laminado a los críticos en su partido, que solo acepta el “jarabe democrático” para los demás, que se esconde tras los aforamientos que no hace mucho criticaba, que dirige un partido acusado de financiación ilegal, que se rodea de gente de confianza condenada por contratar trabajadores en negro, por usar sociedades para eludir impuestos, que recibe alegremente dinero de los homófobos iraníes o los narcopolíticos bolivarianos, que le gustaría azotar hasta sangrar a ciertas mujeres, que experimenta orgasmos cuando la policía es vapuleada por manifestantes, que quiere controlar al poder judicial y amordazar a la prensa independiente o que se encuentra más a gusto de la mano de los herederos de los asesinos etarras y de los independentistas y golpistas catalanes, es decir, de los enemigos de la existencia de España. 

 

En definitiva, para cualquier persona sensata, coherente y demócrata, la mera hipótesis de tener a un Pablo Iglesias como Jefe del Estado español constituye el mejor revulsivo para cuestionarse la idoneidad de un sistema republicano hoy en España. Pablo Iglesias y sus seguidores están dinamitando cualquier oportunidad republicana porque encarnan los peores valores para promover una convivencia pacífica. La Jefatura del Estado requiere la capacidad de transmitir al menos la voluntad de representar a todos los españoles, incluso a quienes odian a España, de conciliar posiciones y eso es algo que queda a años luz de quienes hoy en día promueven como objetivo prioritario, no una nueva República, sino la resurrección de un experimento fracasado en el pasado.

 

Santiago de Munck Loyola

miércoles, 30 de septiembre de 2020

La democracia es incompatible con el socialismo (Largo Caballero).

Francisco Largo Caballero ¿Un demócrata? ¿Un luchador por las libertades? ¿Un defensor del diálogo frente a la violencia? Pues no, nada de eso y quien afirme lo contrario sencillamente miente. Ya está bien de tener que aguantar tantas mentiras, de tragar con patrañas de semejante calibre. Y es que la intención del Ayuntamiento de Madrid, a propuesta de Vox, de retirar el nombre de Largo Caballero y de Indalecio Prieto, dirigentes socialistas en los años veinte y treinta, de sendas calles de Madrid en aplicación de la Ley de Memoria Histórica del ínclito Zapatero ha desatado las iras y las lenguas de los socialistas, empezando por el Presidente del Gobierno

Pedro Sánchez quien en un desvergonzado ejercicio de desfachatez o de ignorancia ha afirmado que ambos dirigentes socialistas "usaron el valor de la palabra y sus ideas en un sistema elegido por el pueblo" "no la fuerza, ni las armas" y que "Podrán quitar sus placas pero nunca podrán borrar su memoria en favor de la libertad”.

 

Pongamos las cosas en su sitio y a Francisco Largo Caballero en el suyo. En 1924, Largo Caballero, que era secretario general de UGT y miembro de la Ejecutiva del PSOE, decidió colaborar con la Dictadura del General Primo de Rivera y ser designado miembro del Consejo de Estado. Años más tarde, tal y como recoge el periódico El Socialista de 9 de noviembre de 1933, Largo Caballero afirmó: “Vamos a echar abajo el régimen de propiedad privada. No ocultamos que vamos a la revolución social. ¿Cómo?... Vamos, repito, hacía la revolución social… mucho dudo que se pueda conseguir el triunfo dentro de la legalidad. Y en tal caso, camaradas habrá que obtenerlo por la violencia… nosotros respondemos: vamos legalmente hacia la revolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente” …Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista”.

 

Tras la victoria electoral de la derecha el 19 de noviembre de 1933 y la entrada de tres ministros de la conservadora CEDA en el Gobierno de Alejandro Lerroux un año después Largo Caballero, tal y como había anunciado, encabezó un violento golpe de estado y la revolución de 1934. Era tal la postura violenta y guerracivilista de Largo Caballero que fue apodado el Lenin español. El 20 de enero de 1936 dijo: “La clase obrera debe adueñarse del Poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la revolución”.

 

Diga lo que diga el Sr. Sánchez los hechos están ahí y las palabras de Largo Caballero también. Ni la vigente Lay sobre Memoria Histórica ni la que vayan a aprobar puede borrar la realidad: Largo Caballero fue un dirigente socialista que propugnó la violencia y la atizó, fue un nefasto político cargado de odio y de sectarismo, un antidemócrata integral, un totalitario y a la vista de su afirmación de que la “democracia es incompatible con el socialismo”, cualquier socialista demócrata y honesto del siglo XXI renegaría de él y de sus obras que tanto dolor y sangre causaron en España.

 

Por otra parte, conviene recordar que Indalecio Prieto se abstuvo de votar el artículo del sufragio femenino en los debates de redacción de la Constitución española de 1931 y se ausentó expresamente de la votación del artículo 36 que permitía el voto a las mujeres; que su escolta personal, llamada “la motorizada” secuestró y asesinó al líder derechista José Calvo Sotelo y que, al igual que Largo Caballero, participó activamente en la preparación y ejecución del golpe de Estado contra el legítimo gobierno de la República en 1934, aunque también es cierto que se arrepintió de ello. 

Años después, en el exilio, escribió lo siguiente “Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación de aquel movimiento revolucionario. Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo”.

 

Es evidente que ninguno de los dos dirigentes socialistas fueron unos héroes de la lucha por las libertades y de la pacífica convivencia entre los españoles. La realidad es tozuda por mucho que se empreñen los socialistas en alabar y glorificar a sus predecesores políticos directos. Los socialistas harían hoy un gran servicio a España y a la convivencia si de una vez hiciesen autocrítica y reconociesen, repudiasen y renegasen de todos los compañeros de partido que buscaron destruir la república parlamentaria para instaurar de la mano de los comunistas un régimen totalitario como en Rusia. Porque lo contrario, ahondar en el error y la mentira histórica, como ha hecho el presidente Sánchez o el concejal socialista Ramón Silva afirmando que la propuesta de retirar estos nombres  "incita al odio" y que Largo Caballero y Prieto fueron "demócratas y antifascistas" no sólo no se sostiene políticamente sino que implica asumir y hacer como propios unos comportamientos de los más deleznables de aquel período histórico. ¡Sr. Sánchez ensalcen a socialistas como Julián Besteiro y bajen de su santoral laico a estos impresentables personajes!

 

Fdo. Santiago de Munck Loyola

miércoles, 23 de septiembre de 2020

La equiparación europea del comunismo y el nazismo.


Desde hace meses viene circulando por Whatsapp un mensaje que dice lo siguiente: “NOTICIA BOMBA

 

-Resolución del Parlamento Europeo sobre la importancia de la Memoria Histórica Europea para el futuro de Europa. 

(2019/2819(RSP))

 

- El Parlamento Europeo condena el Comunismo y el Estalinismo y obliga al Estado Español a: …” Y a continuación se enumeran una serie de medidas que supuestamente deberían ser obligatoriamente adoptadas por todos los gobiernos europeos, entre ellos el español.

 

Nada más lejos de la realidad. Es cierto que el pasado dieciocho de septiembre de 2019, el Parlamento europeo aprobó una resolución sobre la importancia de la memoria histórica europea para el futuro del continente y que en ella se condena expresamente los horribles crímenes cometidos por los comunistas en toda Europa sin excepción y se equipara al comunismo al nazismo en cuanto a la crueldad y crímenes cometidos contra los ciudadanos europeos. 



Se trata de una resolución impulsada por los diputados de los países que tras la Segunda Guerra Mundial estuvieron sometidos a la tiranía comunista que coincide con un nuevo aniversario del Tratado internacional entre Ribbentrop y Molotov, esto es, entre Hitler y Stalin, para repartirse Polonia en 1939 y cuya aplicación supuso el estallido de la segunda contienda mundial. 



Nazis y comunistas fueron de la mano para aniquilar Polonia. Lo que no es cierto es que este acuerdo del Parlamento Europeo aprobado con 535 votos a favor, 66 en contra y 52 abstenciones, obligue a los Estados de la Unión a aplicar las propuestas que dicho acuerdo contiene. Este acuerdo carece de fuerza legal y no es vinculante jurídicamente, aunque para cualquier demócrata o para cualquier defensor de los derechos humanos tiene fuerza moral y es vinculante moralmente.

 


Y ello es así porque se trata de una Resolución y no de una Ley propiamente dicha. Las leyes, las normas que produce la Unión Europea son de tres tipos: Los Reglamentos legislativos europeos, las Directivas legislativas europeas y las Decisiones legislativas europeas. La Resolución aprobada no entra dentro de ninguna de estas categorías. Por tanto, la resolución sería algo parecido a las Proposiciones no de Ley que suelen aprobarse tanto en el Congreso como en el Senado españoles, es decir, iniciativas parlamentarias a través de las cuales la Cámara expresa su posición sobre una determinada cuestión o insta al gobierno a seguir una política determinada o a realizar alguna actuación concreta.

 


Esta circunstancia no resta ningún valor al documento aprobado. En primer lugar porque se trata de un acuerdo respaldado por la inmensa mayoría de los únicos parlamentarios que representan al conjunto de los ciudadanos de la Unión Europea, es decir, que se trata de la única institución legitimada para expresar la voluntad y el sentir de la ciudadanía europea por lo que su autoridad política y moral es indudable. Y en segundo lugar porque sus pronunciamientos y recomendaciones, carentes de fuerza legal para vincular a los estados miembros, sí vinculan ética, moral y políticamente a cualquier dirigente político y social comprometido con la verdad y con la defensa de los derechos humanos por lo que dicha vinculación sirve para poner en evidencia quiénes están dispuestos y quiénes no a limpiar de una vez la trágica memoria europea que costó la vida a millones y millones de europeos apuntando con objetividad a todos los responsables y no sólo a una parte de ellos.

 

Nazismo y comunismo son dos ideologías cuya praxis fue genocida y poco importa en nombre de qué ideales fueron impulsadas. Seguir blanqueando al comunismo, como durante décadas se ha venido haciendo en occidente gracias al inmenso poder de la URSS desplegado en universidades, sindicatos y medios de comunicación, es impensable e inadmisible en una Europa que debe seguir construyéndose desde valores humanistas incompatibles con cualquier ideología totalitaria. Ahora, nuestros dirigentes políticos, algunos de ellos empeñados en desenterrar el pasado, tienen una ocasión de oro para pasar la prueba del algodón y para demostrar de una vez al lado de qué valores se sitúan.

 

Santiago de Munck Loyola

 

 

 

sábado, 5 de septiembre de 2020

Amores que matan.


El pasado lunes, el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ante los representantes de las principales empresas del Ibex 35, soltó, una vez más, un discurso lleno de buenas y grandilocuentes palabras que no tenían más objetivo que presionar al principal Partido de la Oposición, el Partido Popular. Interpeló al PP a "arrimar el hombro" para impulsar la recuperación (0 sea, los presupuestos) y le pidió facilitar la renovación del CGPJ y del Tribunal Constitucional. Proclamó frases como "España quiere y si España quiere, España puede, pero hemos de querer muchos" o “España necesita a muchos para arrimar el hombro" y apeló a "desterrar la pelea partidista" y a la "unidad". Es evidente que ningún responsable político podría poner objeción alguna a estas palabras si no se tuviera en cuenta quien y en nombre de quien las pronuncia. Cualquier incauto, ignorando la realidad de los hechos, podría suscribirlas sin pero alguno como han hecho algunos de los responsables de las empresas del Ibex 35.



Tan solo 24 horas después de pronunciar estas palabras y de decir además que el gobierno no quiere “confrontación” sino diálogo y colaboración, ya estaba la inefable portavoz del Gobierno, la Ministra Montero, poniendo a caldo al Presidente del PP tras su reunión con el Presidente del Gobierno con la que se iniciaba la ronda de reuniones con los portavoces de los Grupos políticos de la que este Presidente que apela a la unidad y al diálogo con todos ha excluido al tercer partido más votado de España, Vox, que representa a más de 4 millones de ciudadanos. ¿Puede caber alguna duda de la hipocresía y de la falsedad del Presidente del Gobierno?

 

Es muy posible que este discurso buenista, dialogante y patriótico del Sr. Sánchez pueda calar en muchas personas, pero basta un poquito de inteligencia y de sentido crítico para darse cuenta de que es tan falso como su tesis doctoral, de que se trata de pura propaganda política, de basura retórica. El Gobierno y su Presidente no quieren diálogo, quieren un monólogo, el suyo; no quieren negociación, sino imposición; no quieren aunar a las fuerzas políticas en torno a un proyecto compartido de reconstrucción nacional, sino silenciar a la oposición e impedir propuestas alternativas escudándose en un falso patriotismo. Un Gobierno en el que una parte del mismo veta posibles acuerdos presupuestarios con Ciudadanos carece de legitimidad alguna para reclamar acuerdos con las fuerzas de la oposición. Un Gobierno así no puede ir pidiendo a la oposición que apoye sin más unos presupuestos cuyas magnitudes aún se desconocen usando a los muertos y a la catástrofe económica como argumento.

 


El Presidente pide a todos “arrimar el hombro”. ¡Faltaría más! Cualquier español de bien está dispuesto a “arrimar el hombre” en una situación tan catastrófica como la actual, pero está dispuesto a hacerlo para reconstruir España, no para ahondar en la crisis; está dispuesto a hacerlo para fortalecer a España que es tanto como decir no beneficiar a los que pretenden destruirla y que brindan su apoyo al Gobierno, y éste lo acepta, a cambio de reanudar esa famosa Mesa para la independencia de las provincias catalanas. Y no va a quedar más remedio que felicitar a la Ministra Portavoz por decir por una vez la verdad, refiriéndose a las negociaciones con los independentistas, que al PSOE le une con ellos el “amor por España”, lo único a matizar es que ese tipo de amor que comparten socialistas e independentistas es letal, es uno de esos “amores” que matan.

 

Santiago de Munck Loyola

 

 

martes, 25 de agosto de 2020

El PAR de Monforte del Cid denuncia la desprotección de los vecinos ante la escasez de policías locales y la carencia de medios materiales.

 COMUNICADO

25.8.2020

El PAR denuncia la desprotección de los vecinos ante la escasez de policías locales y la carencia de medios materiales.

El Gobierno Municipal de IU reduce más de un 30% la plantilla de la Policía Local.

El Partido Alicantino Regionalista de Monforte del Cid denuncia públicamente la situación de desprotección constante de los vecinos del municipio a los que la incompetencia y desidia de la Alcaldesa viene sometiendo desde hace meses.

Con el equipo de gobierno comunista la plantilla municipal ha sido reducida un 31% pasando de 19 miembros a 13 que se convertirán en 12 en enero próximo si no se produce la incorporación de algún nuevo agente. Los dos oficiales existentes son interinos desde hace muchos años y el Gobierno Municipal no ha previsto la cobertura definitiva de ambas plazas. Además, la plantilla de la Policía no cuenta con personal administrativo de apoyo. Con esta precariedad de personal las patrullas se han reducido a una patrulla por turno a pesar de que ya en el Pleno de marzo, a preguntas de la Portavoz del PP, la Alcaldesa no tuvo inconveniente alguno en mentir a los vecinos afirmando que eran dos patrullas para todo el término municipal. Por ello, al día de hoy no hay ninguna patrulla exclusiva para la vigilancia de la uva, ya que al no haber una segunda patrulla debe atender los avisos generales en el municipio.

A ello hay que añadir una escasez de medios tercermundista y una desastrosa política de personal vejatoria con los derechos sociales de los agentes. De una parte, de los dos vehículos de la Policía Local, el nuevo está en el taller por un accidente, y el antiguo (un Duster con más de siete años) está en estado ruinoso hasta el punto de que le entra agua cuando llueve. Según fuentes sindicales, cuando hace un mes se le planteó a la Alcaldesa la necesidad de renovar este vehículo se negó a ello afirmando que cuando se averíe se puede usar el coche de protección civil, algo que es ilegal. Se da la circunstancia, de que la Policía cuenta desde hace más de un año con una pistola Táser que no puede ser usada porque el Ayuntamiento no hace el curso preceptivo para su uso.

En cuanto a los derechos sociales y profesionales de los agentes, existe por parte de la Alcaldía un continuo desprecio hacia sus derechos retributivos y a su formación profesional. A los agentes que deben asistir a juicios no se les abona nada, las horas extraordinarias de este verano se abonarán con, al menos, dos meses de retraso y tampoco se les abona el kilometraje de los cursos de formación, desincentivando así la formación de los agentes.

El Partido Alicantino Regionalista considera que la seguridad de los monfortinos y la de los propios miembros de la Policía Local exige un cambio inmediato de rumbo que conlleve un incremento urgente de la Plantilla para poder restablecer dos patrullas por turno, la adscripción de un administrativo, la estabilidad y la promoción profesional convocando las plazas de oficiales, la renovación de los vehículos policiales y el impulso a la formación profesional.


sábado, 22 de agosto de 2020

¿Hay alguien gobernando?


Da la sensación de que vivimos en dos mundos diferentes: el mundo de la gente normal y el mundo del Gobierno. Dentro de pocos días debería empezar el curso escolar en toda España y a estas fechas poco o nada se sabe de cómo van a incorporarse los más de 8.000.000 de estudiantes, los más de 700.000 docentes en enseñanzas de régimen general no universitarias, los más de 1.700.000 estudiantes universitarios y los cerca de 140.000 docentes universitarios. Es decir, más de 10.500.000 personas pendientes de la evolución de la pandemia y de las decisiones que tomen los responsables políticos de la educación. Encarar un curso escolar no es tarea fácil. Las familias tienen que ajustar sus presupuestos y organizar su vida en función de cómo vaya a ser la vuelta al colegio.

Y, mientras tanto, el mundo del Gobierno de España se fue de vacaciones. Eso sí, para tranquilidad de todos la Ministra de Educación ya ha anunciado que posiblemente se reunirá con los consejeros de Educación la semana que viene para abordar el tema, lo que evidentemente no sirve para tranquilizar a las familias, más bien al contrario. Y el inefable Ministro de Universidades ni está, ni se le espera. Habría que plantearse para qué se creó este Ministerio.

 

En medio de la tragedia que ha supuesto y supone la pandemia la sensación de desgobierno se extiende. La incomprensible negativa de este Gobierno para dotarnos de herramientas jurídicas, de leyes que permitieran a las distintas administraciones públicas adoptar medidas preventivas para frenar la pandemia sin tener que acudir nuevamente a la aprobación de un estado de alarma está teniendo ya consecuencias en los tribunales. Cada Comunidad autónoma está aprobando distintas medidas convirtiendo a nuestro país en un referente mundial de incertidumbre y de falta de seguridad jurídica. Ya no somos solo el primer país del mundo con más muertos por cada millón de habitantes, ni el que más se ha hundido económicamente en la Unión Europea, ni el que peores datos presenta en la evolución actual de la pandemia, sino que además somos el país que más normas diferentes aplica para combatirla la según la región de que se trate. Todo ello, se mire por donde se mire es desgobierno.

Sin embargo, es posible que todo tenga su lógica. ¿Por qué no va a estar de vacaciones el gobierno? ¿Por qué no pueden tomarse las cosas con tanta calma? Pues porque son coherentes. ¿Acaso el pasado 4 de julio en La Coruña no dijo el Presidente del Gobierno, el Sr. Sánchez, que la pandemia estaba vencida y que los ciudadanos debían "no tener miedo y salir a la calle para reactivar la economía"? ¿Acaso no dijo el 5 de julio en el País Vasco que "hemos derrotado al virus, controlado la pandemia y doblegado la curva”? Si los embustes y faroles de este mentiroso compulsivo son aceptados sin discusión, lo normal es que ocurra lo que está ocurriendo.

 

Mes y medio después se han producido 131.000 nuevos contagios y han fallecido al menos otras 500 personas. La curva de contagios sigue subiendo, pero el Gobierno ha podido irse de vacaciones. Más de 3.000 rebrotes en toda España y el Sr. Simón dice que “esto puede ser o no una segunda oleada”. Las Residencias de mayores vuelven a estar en el punto de mira del virus y de los 300 millones de euros prometidos en medio de la primera oleada del virus por el Vicepresidente segundo, el Sr. Iglesias, no se sabe nada.

 

Si damos por buenos los argumentos progubernamentales de que el virus les pilló por sorpresa, de que lo hicieron lo mejor que supieron, de que nadie podía imaginarse la magnitud de la pandemia y de que por ello no estábamos preparados con la consiguiente insuficiencia de medios materiales y la tardía adopción de medidas, ahora no podemos hacerlo. Ahora no hay excusas posibles que justifiquen volver a estar a la cabeza de Europa en el número de contagios. No, ahora ya no cuela en modo alguno.

 

Nos esperan unos meses muy duros por delante: meses de enfermedad, de muerte, de dolor, de sufrimiento y de pobreza creciente. Esto no se arregla con discursos semanales televisados, ni con aplausos desde los balcones a las 20 horas. Esto no se arregla con anteponer la agenda ideológica al sentido común. Esto no se arregla ni con más memoria histórica, ni más políticas de “género”, ni más manipulación televisiva. Esto no se arregla resucitando fantasmas del pasado, ni acentuando la división y el enfrentamiento entre los españoles. Hace falta despertar la conciencia colectiva sobre la extrema gravedad de la situación y hace falta un liderazgo político honesto, sincero y sacrificado. Justo el tipo de liderazgo que no rige en nuestra España.

 

Santiago de Munck Loyola

miércoles, 12 de agosto de 2020

Fuera caretas: El auténtico rostro podemita.

Aparecieron como un movimiento político fresco, renovador, alejado del estereotipo partidista imperante. Su discurso parecía conectar con gran parte de la gente, cansada de las consecuencias de la crisis económica, decían lo que mucha gente deseaba escuchar, hablaban de limpiar las instituciones, de priorizar la solución de los problemas de las personas, de acabar con los privilegios de la clase política a la que identificaban como una “casta” alejada de las penurias de los ciudadanos, anteponían cubrir las necesidades sociales al pago de la deuda externa, hablaban de vivienda, de renta universal, de igualdad, de los desahucios, de la dación en pago, de la limitación de salarios de los políticos, del medio ambiente y de todo aquello que supusiera una ruptura, un cambio de modelo centrado en la solución de los problemas reales de la gente.

 

Llegaron repartiendo estopa. Nadie se libraba ni en su vida pública ni privada del látigo fustigador y presuntamente regenerador de los podemitas. Invadieron las tertulias políticas y siguieron repartiendo a diestro y siniestro: que los sueldos públicos de los políticos eran escandalosos, que ellos los habían limitado en sus estatutos, que era impresentable que Ana Botella fuera Alcaldesa por “ser esposa de”, que era un escándalo que un ministro se comprara un ático en un barrio exclusivo por 1 millón de euros, que un imputado debería dimitir inmediatamente y que ellos así lo disponían en los estatutos podemitas, que la Caja B del PP era repugnante, que con los de la cal viva ni a la esquina, que los escraches eran magníficos, un jarabe democrático,… En definitiva, Podemos se presentaba como una fuerza profundamente democrática, moralista, virtuosa, ejemplificadora de la vida política y que, en consecuencia, se permitían el lujo de dar lecciones urbi et orbi.

 

Sonaba bien, quizás demasiado bien para ser verdad. En 2014 se constituyeron en partido político y empezaron a cosechar éxitos electorales. Podemos se fue situando en las diferentes instituciones representativas y simultáneamente se fue organizando como partido político estableciendo distintas alianzas con muchos movimientos sociales absorbiéndolos en la mayoría de los casos. En este proceso se creó una alianza desigual con Izquierda Unida de modo que los dirigentes comunistas de Podemos cuya carrera política en el ámbito de la izquierda tradicional no había prosperado consiguieron colocar a IU en una posición de absoluta subordinación. Los comunistas con pedigrí pasaron a ser los monaguillos de los neocomunistas, de los chavistas podemitas, de la nueva ultraizquierda.

 

¿Y qué queda de todo aquello? Pues si algo puede expresar a la perfección lo que hoy significa Unidas Podemos es el refrán “consejos vendo que para mí no tengo”. Porque después de tanta lección de ética a los demás, después de tanto exhibir hasta sus propios estatutos como ejemplo de democracia y regeneración, después de tanto discurso bien intencionado lo que los hechos ponen encima de la mesa es una gigantesca estafa política y una podredumbre moral y ética difícilmente defendible. Y ello es así porque quienes se han permitido el lujo de censurar a los demás, de presumir de una supuesta superioridad ética, moral y política han demostrado con sus acciones no sólo estar hechos de la misma pasta, sino incluso peor.

 

Su discurso presuntamente bienintencionado, buenista, solidario, interclasista, regenerador e igualitario ha dado paso a una agenda política revanchista, antidemocrática, excluyente y guerracivilista. Unidas Podemos ha pasado sin soltarse la coleta de censurar a la mujer de Aznar por ser Alcaldesa de Madrid, atribuyéndolo no a sus propios méritos sino a su condición de “ser esposa de”, a modificar la estructura nada menos que del Gobierno de España para crear un Ministerio de Igualdad en el que colocar como Ministra a la pareja sentimental del macho alfa, el hipermercado líder Pablo Iglesias, Ministra cuya experiencia laboral se limitaba a haber trabajado unos meses como cajera. El Sr. Iglesias y su “consorte” ministerial han pasado de censurar la compra de un ático al ex Ministro De Guindos y de afirmar que si llegaban al poder no se moverían de su barrio a adquirir un “casoplón” en una privilegiada zona cercana a Madrid en condiciones hipotecarias inalcanzables para el común de los mortales. De prometer la limitación de sueldos públicos a modificar los Estatutos de su partido para aumentar notablemente sus ingresos. 


Echenique tan solo quince días después de que el TSJA ratificara su condena por tener sin contrato y pagar en negro a su asistente personal criticaba con tanta dureza como desparpajo la precariedad laboral que sufren los repartidores. Han pasado de reprobar en el Congreso en varias ocasiones a la ex Ministra socialista Mª Dolores Delgado por su vinculación con las cloacas del Estado (léase el comisario Villarejo) a aplaudir su nombramiento como Fiscal General del Estado, de presumir de feminismo a querer “azotar hasta que sangre a Mariló Montero”, de promover el impago de la deuda de España a aceptar las políticas del Banco Europeo, de promover los escraches a denunciar a los que los practican contra ellos,
de sumarse a una moción de censura justificada por una sentencia sobre la financiación ilegal del PP a estar imputados como partido por corrupción, de presentarse como campeones de la transparencia a lanzar ataques contra los periodistas que informan sobre sus asuntos turbios, de presentarse como un partido plural y participativo a depurar sin contemplaciones a los disidentes. 


En fin, la lista de la praxis podemita absolutamente contraria a sus discursos es interminable. La verdadera cara de la ultraizquierda española es la cara de sus actos, no la de su propaganda. Y, desgraciadamente, es la cara de la mitad del Gobierno de España.

 

Santiago de Munck Loyola

martes, 11 de agosto de 2020

El cuarto poder.


 

Hoy en día los ciudadanos tenemos a nuestro alcance medios de sobra para estar bien informados, para contrastar adecuadamente cualquier noticia y podernos formar una opinión sobre cualquier asunto de una manera más o menos objetiva. Cualquier hecho, cualquier noticia la podemos analizar y contrastar, comparar las fuentes, estudiar sus antecedentes y todo ello contribuye a acercarnos a la verdad. Sin embargo, ello exige que mantengamos una actitud activa y crítica ante cualquier información. Hoy tenemos a nuestro alcance multitud de medio de comunicación que nos informan, desinforman o nos “comunican” posiciones ideológicas disfrazándolas de “informaciones”. Entre ellos resulta difícil encontrar informaciones objetivas. Somos receptores pasivos de sus comunicaciones y es frecuente la tendencia a aceptar como verdades hechos debidamente maquillados por los comunicadores.

 

Los medios de comunicación en su gran mayoría tienden a informar resaltando determinados hechos, relegando o incluso ignorando otros y, por si fuera poco, a envolverlos en el papel de los comentaristas “políticos” para que el hecho o la noticia la asimilemos convenientemente. La falta de conciencia del ciudadano medio sobre este papel que juegan los medios de comunicación le impide informarse mejor, contrastar la información y formar su propio criterio. Las grandes empresas de comunicación no desarrollan tareas realmente informativas sino que, además de vender ocio y entretenimiento, conforman la conciencia social y, en gran medida, la anestesian. Y la izquierda es muy consciente de ello, como lo ha sido siempre sobre la importancia de su presencia en el campo de la educación.

 

Por ello resulta hasta paradójico que disponiendo más que nunca de medios en Internet para contrastar y comparar las informaciones prevalezca la actitud pasiva del ciudadano medio y se extienda una conciencia colectiva de conformidad y sumisión social ante determinados hechos que en otras épocas no muy lejanas habrían supuesto verdaderas convulsiones sociales.

 

La izquierda que siempre se ha erigido en defensora de la idea de la libertad hace tiempo que la ha abandonado o, mejor dicho, la ha manipulado a su conveniencia. La libertad del individuo ha sido sustituida por una supuesta libertad colectiva cuando lo cierto es que sin la primera la segunda no pasa de ser una ficción. Hoy las libertades individuales más básicas están en peligro, desde la libertad de expresión pasando por la libertad educativa hasta la religiosa. Se está imponiendo un modelo social a través de los medios de comunicación en el que todo lo que no se adecúe a los cánones de lo política y colectivamente correcto queda proscrito. El lenguaje, la vestimenta, el pensamiento, la familia, la educación, la sexualidad, el medio ambiente, la economía o el patriotismo están siendo sometidos a un proceso de estandarización, de colectivismo excluyente de cualquier interpretación discrepante.

 

Pretender que alguien lleva a sus hijos a la escuela para que básicamente adquieran conocimientos es retrógrado. Se les lleva principalmente para socializarlos y para formarlos en los valores que los políticos decidan y la adquisición de conocimientos es secundaria. Pretender usar el español de acuerdo a las reglas gramaticales es machista y heteropatriarcal. Discrepar de la ideología de género es poco menos que una herejía laica. El llamado pin parental es una fascistada mientras que el lavado cerebral estatal mola mogollón. Reivindicar la prisión permanente revisable para determinados delitos otro tanto de lo mismo. La lista puede ser interminable.

 

No puede haber otra causa que el papel que juegan muchos medios de comunicación para explicar que una sociedad tan sensible como para movilizarse y pedir la dimisión de todo un Gobierno por el sacrificio del perro Excalibur en la crisis del Ébola no responda ahora, con casi 50.000 personas muertas, en la misma proporción al menos, que una sociedad tan exigente con la titulación post universitaria de Casado sea tan indolente con una tesis doctoral fraudulenta, que una sociedad tan escandalizada por la Gürtel no lo esté por el caso de los ERES, los cursos de formación o la fortuna de los Pujol, una sociedad que acepte la desigualdad ante la ley en función del sexo de la víctima o que esa misma sociedad permita que se discrimine a los niños huérfanos otorgando pensiones mayores a aquellos cuya orfandad se deba a la violencia de “género”.

 

Los ciudadanos debemos ser conscientes de que el llamado “cuarto poder”, los medios de comunicación, ha ido cambiando de papel durante las últimas décadas. El cuarto poder ha ido progresivamente transformando sus funciones en la misma medida que su influencia se ha agrandado con las nuevas tecnologías. Ha pasado de ser un agente fiscalizador de la gestión pública,  de ser una correa de transmisión entre los ciudadanos y las clases dirigentes y de ser un instrumento de información a convertirse en un verdadero instrumento de modelaje de la conciencia colectiva, dictando incluso la agenda informativa y formativa social. La información, objetiva y plural, ha desaparecido prácticamente siendo sustituida por la formación de las conciencias. El cuarto poder se ha convertido en el principal poder de nuestra sociedad y solo en la medida en que los ciudadanos seamos plenamente conscientes de ello conservaremos la oportunidad de preservar nuestra libertad de conciencia y de pensamiento, es decir, de ser libres y de actuar, mientras nos dejen, con libertad. Y esta tarea no es nada sencilla.

 

Santiago de Munck Loyola