Aparecieron como un movimiento político fresco, renovador, alejado del estereotipo partidista imperante. Su discurso parecía conectar con gran parte de la gente, cansada de las consecuencias de la crisis económica, decían lo que mucha gente deseaba escuchar, hablaban de limpiar las instituciones, de priorizar la solución de los problemas de las personas, de acabar con los privilegios de la clase política a la que identificaban como una “casta” alejada de las penurias de los ciudadanos, anteponían cubrir las necesidades sociales al pago de la deuda externa, hablaban de vivienda, de renta universal, de igualdad, de los desahucios, de la dación en pago, de la limitación de salarios de los políticos, del medio ambiente y de todo aquello que supusiera una ruptura, un cambio de modelo centrado en la solución de los problemas reales de la gente.
Llegaron repartiendo estopa. Nadie se libraba ni en su vida pública ni privada del látigo fustigador y presuntamente regenerador de los podemitas. Invadieron las tertulias políticas y siguieron repartiendo a diestro y siniestro: que los sueldos públicos de los políticos eran escandalosos, que ellos los habían limitado en sus estatutos, que era impresentable que Ana Botella fuera Alcaldesa por “ser esposa de”, que era un escándalo que un ministro se comprara un ático en un barrio exclusivo por 1 millón de euros, que un imputado debería dimitir inmediatamente y que ellos así lo disponían en los estatutos podemitas, que la Caja B del PP era repugnante, que con los de la cal viva ni a la esquina, que los escraches eran magníficos, un jarabe democrático,… En definitiva, Podemos se presentaba como una fuerza profundamente democrática, moralista, virtuosa, ejemplificadora de la vida política y que, en consecuencia, se permitían el lujo de dar lecciones urbi et orbi.
Sonaba bien, quizás demasiado bien para ser verdad. En 2014 se constituyeron en partido político y empezaron a cosechar éxitos electorales. Podemos se fue situando en las diferentes instituciones representativas y simultáneamente se fue organizando como partido político estableciendo distintas alianzas con muchos movimientos sociales absorbiéndolos en la mayoría de los casos. En este proceso se creó una alianza desigual con Izquierda Unida de modo que los dirigentes comunistas de Podemos cuya carrera política en el ámbito de la izquierda tradicional no había prosperado consiguieron colocar a IU en una posición de absoluta subordinación. Los comunistas con pedigrí pasaron a ser los monaguillos de los neocomunistas, de los chavistas podemitas, de la nueva ultraizquierda.
¿Y qué queda de todo aquello? Pues si algo puede expresar a la perfección lo que hoy significa Unidas Podemos es el refrán “consejos vendo que para mí no tengo”. Porque después de tanta lección de ética a los demás, después de tanto exhibir hasta sus propios estatutos como ejemplo de democracia y regeneración, después de tanto discurso bien intencionado lo que los hechos ponen encima de la mesa es una gigantesca estafa política y una podredumbre moral y ética difícilmente defendible. Y ello es así porque quienes se han permitido el lujo de censurar a los demás, de presumir de una supuesta superioridad ética, moral y política han demostrado con sus acciones no sólo estar hechos de la misma pasta, sino incluso peor.
Su discurso presuntamente bienintencionado, buenista, solidario, interclasista, regenerador e igualitario ha dado paso a una agenda política revanchista, antidemocrática, excluyente y guerracivilista. Unidas Podemos ha pasado sin soltarse la coleta de censurar a la mujer de Aznar por ser Alcaldesa de Madrid, atribuyéndolo no a sus propios méritos sino a su condición de “ser esposa de”, a modificar la estructura nada menos que del Gobierno de España para crear un Ministerio de Igualdad en el que colocar como Ministra a la pareja sentimental del macho alfa, el hipermercado líder Pablo Iglesias, Ministra cuya experiencia laboral se limitaba a haber trabajado unos meses como cajera. El Sr. Iglesias y su “consorte” ministerial han pasado de censurar la compra de un ático al ex Ministro De Guindos y de afirmar que si llegaban al poder no se moverían de su barrio a adquirir un “casoplón” en una privilegiada zona cercana a Madrid en condiciones hipotecarias inalcanzables para el común de los mortales. De prometer la limitación de sueldos públicos a modificar los Estatutos de su partido para aumentar notablemente sus ingresos.
Echenique tan solo quince días después de que el TSJA ratificara su condena por tener sin contrato y pagar en negro a su asistente personal criticaba con tanta dureza como desparpajo la precariedad laboral que sufren los repartidores. Han pasado de reprobar en el Congreso en varias ocasiones a la ex Ministra socialista Mª Dolores Delgado por su vinculación con las cloacas del Estado (léase el comisario Villarejo) a aplaudir su nombramiento como Fiscal General del Estado, de presumir de feminismo a querer “azotar hasta que sangre a Mariló Montero”, de promover el impago de la deuda de España a aceptar las políticas del Banco Europeo, de promover los escraches a denunciar a los que los practican contra ellos,
de sumarse a una moción de censura justificada por una sentencia sobre la financiación ilegal del PP a estar imputados como partido por corrupción, de presentarse como campeones de la transparencia a lanzar ataques contra los periodistas que informan sobre sus asuntos turbios, de presentarse como un partido plural y participativo a depurar sin contemplaciones a los disidentes.
En fin, la lista de la praxis podemita absolutamente contraria a sus discursos es interminable. La verdadera cara de la ultraizquierda española es la cara de sus actos, no la de su propaganda. Y, desgraciadamente, es la cara de la mitad del Gobierno de España.
Santiago de Munck Loyola
¿de la mitad solo? a mi me parece que toda la izquierda es igual. La ley del embudo.
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