No resulta fácil opinar sobre la
trágica situación que vive nuestro país sin apasionamiento, sin que afloren
sentimientos en ocasiones contradictorios o sin dejarse llevar por prejuicios,
más que ideológicos, simplemente partidistas. Y ello es así porque nos
encontramos en medio de una auténtica tragedia humana, ante una terrible
enfermedad que se está llevando por delante a decenas de miles de compatriotas
que pensaban, como muchos lo pensábamos, que España contaba con todos los
recursos necesarios para hacer frente a esta enfermedad, que creíamos, porque
así nos lo habían dicho quienes contaban con toda la información al respecto,
que se trataba de una simple gripe, eso sí, algo más fuerte que las habituales
y que no se producirían más que unos pocos casos en el país. Así que cuando la
cruda realidad nos ha puesto sobre la mesa 200.000 infectados y 20.000 muertos,
según las cifras oficiales debidamente maquilladas, o unos 2.000.000 de
infectados y unos 40.000 muertos, según otras fuentes más realistas, resulta
imposible no preguntarse por qué y quién es el responsable de este drama.
Hay quien dice, como la ministra
Montero, que ahora la responsabilidad de todos no consiste en realizar
críticas, sino en apoyar al gobierno. No es la única. Es frecuente escuchar que
la oposición debe apoyar al gobierno, que la situación requiere el esfuerzo
conjunto y olvidarse de las críticas o que las críticas solo tienen por
finalidad derribar al gobierno. Nada más falso. Si la responsabilidad consiste
en no criticar al gobierno y apoyarlos, como dice la ministra Montero, estaríamos
machacando de un plumazo uno de los pilares de la democracia que se distingue
precisamente de los regímenes autoritarios por la existencia de una oposición
libre cuya principal obligación es la de controlar al gobierno. Controlar
significa analizar cada paso que da el gobierno y denunciar, en su caso, los
errores de cualquier tipo que cometa. Y un gobierno democrático tiene la
obligación de escuchar a la oposición y valorar sus críticas y sus propuestas
para mejorar su propia gestión. Si la oposición no critica la acción de
gobierno estaría traicionando a su electorado y haciendo una dejación de
funciones inexcusable. Se convertiría en cómplice de los errores del gobierno.
Ni la crítica por la crítica sin aportar alternativas, ni la demanda de apoyo
sin consensuar antes las medidas pueden ser admisibles en una situación tan
excepcional como ésta. No es de recibo que el gobierno reclame constantemente
apoyo a la oposición para las medidas que adopta sin antes intentar al menos
consensuarlas.
La lógica partidista está
llevando a los defensores del gobierno a justificar todo lo que se ha hecho
hasta ahora eludiendo cualquier responsabilidad y construyendo un relato que
termine culpando a la oposición de la triste realidad plagada de muertos y de
familias destrozadas. Los mismos que hace seis años clamaban exigiendo la
dimisión de Rajoy por la muerte del perro Excalibur como consecuencia de la
crisis del Ébola hoy no demandan dimisión alguna. Llamativo, pero cierto. Eso sí,
coinciden en afirmar que la gravedad de la pandemia en nuestro país se debe a
los presuntos recortes sanitarios que hizo el PP durante la recesión económica
pasada. Pero, claro, en cuanto uno se toma la molestia de leer las cifras del
Ministerio de Sanidad y comprueba que, por ejemplo, entre 2009 y 2018 el
presupuesto sanitario de la Comunidad de Madrid (PP) aumentó un 17,46% y el de
Andalucía (PSOE) solo un 6,82% se les viene abajo ese argumento.
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Hay una gran diferencia entre el
Presidente francés Macron que comparece ante su pueblo y reconoce que han
actuado tarde y que han cometido muchos errores en la gestión y el Presidente
Sánchez que semanalmente comparece ante los españoles para decir que todo se ha
hecho bien y que, incluso, su gobierno fue el primero en reaccionar en Europa
ante la pandemia. Pues algo no cuadra, porque si eso fuera cierto y contando
con unos excelentes profesionales sanitarios y con todos los medios necesarios
para hacer frente a la pandemia, tal y como anunció el Ministro Marlaska a
principios de febrero, ¿a qué se debe a que seamos el país con el mayor número
de muertos por cada millón de habitantes? Quizás la explicación se encuentre ni
en el dinero que se destina a sanidad, ni en la calidad del sistema necesario
ya que el nuestro está clasificado como el tercero del mundo más eficiente,
sino en otras circunstancias.
Comparémonos con Grecia, un país
también mediterráneo, turístico por excelencia y que está en bancarrota con
tres rescates a cuesta de la Unión Europea. Grecia tiene una población de
10.720.000 habitantes, España de 47.000.000. Grecia tiene un gasto público
anual per cápita de 1.678 €, España de 2.371 €, es decir, España gasta en
sanidad por habitante más de un 40% que Grecia. En Grecia hay 525 camas en las
UCIS, en España 4.404 camas, es decir, España cuenta con el doble de camas que
Grecia por cada millón de habitantes. Sin embargo, en Grecia el coronavirus ha matado
a 9,4 personas por cada millón de habitantes y en España ha matado a 429 personas
por cada millón. Es decir, la mortalidad del virus en España es 45 veces
superior a la que se registra en Grecia. Es evidente que la causa no se
encuentra ni en la cantidad de dinero destinada a sanidad, ni en los recortes,
ni en la calidad del sistema sanitario. La diferencia está en el momento en que
se actúa frente a la pandemia. Grecia se movilizó decretando toda clase de
medidas a los 4 días de producirse el primer fallecimiento. España lo hizo a
los 30 días. Y este letal retraso no se debió a falta de información del
Gobierno.
Desde el 25 de enero hasta
mediados de marzo el Gobierno recibió 40 avisos de la OMS. Es más, el gobierno
recibió el 24 de enero un detallado informe sobre las medidas preventivas que
debía adoptar para proteger a los policías que operaban en los aeropuertos,
informe elaborado por el responsable de prevención de salud de la Policía
Nacional, y la única medida adoptada por el Ministerio del Interior fue
cesarlo. A muchos nos sorprendía ver que no se medía la temperatura a los
viajeros cuyos vuelos llegaban a España provenientes de China o de Italia y
mientras tanto la agenda política giraba en torno al pin parental o a la
carrera entre los socios del gobierno para ver quién era más feminista. Y poco
más. Hoy, por primera vez, un ministro del Gobierno ha tenido la honestidad de
reconocer algo de responsabilidad. El Ministro Duque ha declarado que “esta
pandemia nos ha desbordado a todos. Debimos prestar más atención a los
científicos”. Pues sí, más atención a los científicos, a la OMS y a la
Unión Europea porque esta insuficiente atención prestada se está traduciendo en
decenas de miles de muertos y en la ruina económica de España. Alguien tendrá
que pagar por ello.
Santiago de Munck Loyola