Los resultados de las elecciones
autonómicas andaluzas han sido sorprendentes en muchos aspectos. Lo más
importantes es el cambio en la correlación de fuerzas de los dos bloques
electorales: la derecha supera a la izquierda y, por tanto, por primera vez en
40 años es posible desalojar al PSOE de la Junta de Andalucía. Podrán añadirse
cuantos matices se quiera sobre la composición de los dos bloques electorales,
derecha e izquierda, pero en resumidas cuentas el resultado es el que es.
Si hay algo especialmente
llamativo en las valoraciones de estos resultados es el mal estilo, casi podría
decirse el antidemocrático estilo, del PSOE y Adelante Andalucía (el
conglomerado podemita), los perdedores, quienes con una carencia absoluta de
rigor intelectual y de decencia política tratan de deslegitimar la victoria de
la derecha ante la aparición de 400.000 votos para Vox. Es evidente que los 12
diputados cosechados por Vox son la llave para acabar con el régimen corrupto
de 40 años del PSOE en Andalucía y, por tanto, que tanto PP como C’s deben
llegar a un acuerdo entre ellos y con Vox. No hay otra salida.

Los socialistas, desde Susana
Díaz al Ministro Ábalos, repiten una consigna como un conjuro: hay que impedir
que en Andalucía se forme un gobierno con o apoyado por un partido
anticonstitucional o de ultraderecha. Y tienen la desvergüenza de decirlo
ellos, nada más y nada menos que ellos, los que han formado Gobierno en España
gracias al voto de partidos golpistas y de partidos defensores de la violencia
de ETA. No hay partidos más anticonstitucionales que aquellos que han roto
abiertamente el orden constitucional y han agredido a la soberanía del pueblo
español cuya existencia misma se niegan a reconocer. Que un partido sea
partidario de la república, de la independencia de una región o de la
eliminación de las comunidades autónomas mientras asuma el respeto a la
Constitución y acepte sus mecanismos legales de reforma no es
anticonstitucional. No es tan difícil de comprender. Pero es que, además,
quienes se apoyan y gobiernan con la ultraizquierda, con los comunistas, que es
como técnicamente hay que denominar a los podemitas, carecen de legitimidad
para censurar a quienes pacten o se apoyen en la ultraderecha, si es que cabe
denominar así a Vox. Porque, hasta ahora se encasillaba en la ultraderecha a
todos aquellos grupos políticos que añoraban o pretendían restaurar el modelo
político franquista y rechazaban abiertamente el sistema democrático. Sin
embargo, ahora se impone desde los medios de comunicación etiquetar como de
ultraderecha a cualquiera que asumiendo como valor esencial la democracia
parlamentaria no se pliegue o discuta cuestiones como el funcionamiento del
sistema autonómico, la política de inmigración, la manipulación de la historia
reciente o la imposición de las políticas de género.

Y qué decir de la reacción de los
dirigentes de Unidos Podemos y su franquicia andaluza “Adelante Andalucía”,
franquicia que sumando aparentemente más colectivos que los estrictamente
comunistas y podemitas, ha perdido votos y tres escaños. La comparecencia de
Iglesias y sus acompañantes no pudo ser más teatral, sus rostros circunspectos
lo decían todo. Ayer ninguno recurrió al tópico de la “fiesta de la democracia”.
Como unos auténticos golpistas, llamaron a la movilización ciudadana contra el
mandato de las urnas. ¿Pero dónde se creen que están? ¿En Venezuela?
La izquierda andaluza y española
debería reflexionar y hacer autocrítica. En muy pocos meses de gobierno ha
reabierto viejas heridas, se ha entregado en cuerpo y alma al separatismo, ha
usado miserablemente el drama de la inmigración, está tratando de adoctrinar a
la sociedad con imposiciones lingüísticas, con ideología de género, con
incursiones psicosexuales en la educación de los niños o con fobias religiosas,
ha sacudido la estabilidad de miles de puestos de trabajo con explosivos
anuncios medioambientales, ha cuestionado la transición, ha dirigido sus dardos
contra la Monarquía, ha puesto en ridículo a España en el Brexit, ha resucitado
al franquismo sin necesidad, ha aplaudido las ofensas a los símbolos
nacionales, mantiene a nueve ministros más que tocados por sus falsedades
patrimoniales o curriculares, etc. Quien siembra vientos recoge tempestades.

La victoria de la derecha es
indiscutible pero su traducción en un cambio efectivo, en un desalojo de los
socialistas de San Telmo exige prudencia, generosidad y patriotismo. Dentro de
este bloque, el PP ha perdido muchos votos y escaños pero sigue liderando el
bloque y ha remontado las encuestas lo que viene a confirmar que la
recuperación de sus señas de identidad impulsada por Casado es el camino
correcto. C’s ha crecido espectacularmente con 12 escaños más sobre los 9 que
tenía y Vox ha sido la sorpresa con sus 12 escaños. No parece que tenga mucho
sentido común, ni mucho recorrido la propuesta de C’s de encabezar el nuevo
gobierno y ello por dos razones, porque ha sido el sustento durante los últimos
tres años del PSOE andaluz y porque no lidera el bloque de la derecha. Pero si
quieren cumplir con el mandato de cambio de la mayoría de los andaluces,
tendrán que entenderse quieran o no. Ojalá lo hagan pronto.
Santiago de Munck Loyola