Hoy 9 de octubre se celebra el
Día de la Comunidad Valenciana. En este día se conmemora la entrada del Rey aragonés
Jaime I en la ciudad de Valencia en el año 1234, para liberarla del dominio
musulmán. En 1976, los parlamentarios de las tres provincias que hoy componen
la Comunidad Valenciana acordaron señalar en el calendario el 9 de octubre como jornada de afirmación
autonómica, naciendo el Día Nacional del País Valenciano que posteriormente
sería transformado en Día de la Comunidad Valenciana.
Por tanto, una festividad
exclusivamente valenciana que rememoraba un hecho histórico relativo a la
ciudad de Valencia fue elevada a la categoría de festividad regional ignorando
con ello otros hechos históricos de los demás territorios de similar
relevancia. Y da la sensación, además, de que para imponer ese relato histórico
como seña de identidad común es preciso ignorar que para los alicantinos tuvo mucha más relevancia la conquista militar
de la ciudad que finalizó el 4 de diciembre de 1248 con las tropas del rey
castellano Fernando III el Santo, dirigidas por su hijo el infante Alfonso, el futuro
Alfonso X el Sabio. La designación del día 9 de octubre como fiesta autonómica,
como Día de la Comunidad Valenciana, carece de sentido porque expresa
claramente un sentimiento centralista de Valencia al convertir una efeméride
puramente local en una festividad para las tres provincias. La fecha en la que
celebrar la festividad de toda la Comunidad, de todos los territorios que
constituyen el ente político autonómico debería ser una fecha con significado
común para las tres provincias y esa fecha no puede ser otra que la
conmemoración del día en que las tres provincias quedaron vinculadas y pusieron
en marcha la nueva Generalidad Valenciana, es decir, el 1 de julio que es
cuando el estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana fue aprobado por
primera vez por la Ley Orgánica 5/1982, de 1º de Julio.
Mal se puede construir un
proyecto común cuando se empieza por imponer una visión histórica no compartida
y se difuminan los antecedentes singulares de sus integrantes. Si a ello se
añade un largo recorrido administrativo, económico, cultural y político marcado
por el centralismo de los políticos valencianos y la sumisión de todos los
territorios integrantes de la Comunidad a los intereses de una sola Provincia,
el fracaso político del ente autonómico está más que garantizado.
Tras 37 años de la aprobación del
primer Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana el balance para
Alicante no es todo lo positivo que debería ser. Hay un dato muy revelador: hoy
los alicantinos son más pobres respecto a los valencianos que hace 37 años, la
brecha económica entre las dos provincias y, por tanto, la brecha en el nivel
de bienestar de sus habitantes se ha agrandado. Cuando una administración
pública no sólo no consigue la convergencia económica y social entre sus
territorios sino que además la empeora ha fracasado.
Año tras año, los informes
de instituciones como el Instituto de Estudios Económicos de la Provincia de
Alicante, INECA, cuantifican la discriminación presupuestaria que padece
Alicante y detallan los perniciosos efectos en el desarrollo y el bienestar
social de los alicantinos. Y ello exige respuestas del conjunto de la sociedad
alicantina, soluciones para revertir una situación que gobierne la derecha o la
izquierda no tiene visos, hoy por hoy, de cambiar.
Lamentarse, quejarse o protestar
que es lo único que algunos políticos alicantinos hacen, sobre todo cuando
están en la oposición o en períodos electorales, no sirve absolutamente de
nada. Hay que poner en la agenda política propuestas concretas, soluciones
realistas para empezar a construir un futuro mejor para toda la Provincia de
Alicante.
Santiago de Munck Loyola
Totalmente de acuerdo contigo Santiago.
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